Ni con el carret¨®n
Salieron tres toros corrientitos, que desbordaron a los toreros, y salieron tres que eran el carret¨®n, pero ni por esas. Aqu¨ª no torea casi nadie, ni los que llaman figuras ni los que quieren serlo. Esto explica a Anto?ete -una clase, una torer¨ªa-, revaloriza al bravo Ruiz Miguel, y poco m¨¢s, pues el panorama idel toreo se divisa des¨¦rtico.Dos toreros j¨®venes, uno de ellos en trance solemne de confirmaci¨®n de alternativa, y el otro pendiente a¨²n de aprobado en la c¨¢tedra del toreo, fueron incapaces de triunfar con el carret¨®n. Aunque tampoco ser¨ªa justo exigirles demasiado, pues les preced¨ªa y apadrinaba un veterano medio con cartel y honorarios de figura, que no supo justificar le puesto de privilegio donde le tienen colocado.
Plaza de Las Ventas
27 de mayo. Decimocuarta corrida de la feria de San Isidro.Toros de F¨¦lix Cameno, justos de presencia, encastados, tres muy nobles y los restantes manejables. Jos¨¦ Mari Manzanares: pinchazo a toro arrancado, otro y estocada ca¨ªda (ovaci¨®n con pitos y saludos). Media ca¨ªda (algunos pitos). Emilo Mu?oz: media estocada ca¨ªda y descabello (algunos pitos). Dos pinchazos, estocada atravesada y dos descabellos (protestas). Yiyo, que confirm¨® la alternativa: bajonazo y descabello (aplausos y tambi¨¦n pitos cuando saluda). Estocada ca¨ªda (palmas).
Esa figura es Jos¨¦ Mari Manzanares, ?suena el nombre?. Le conocen tambi¨¦n por "el fino torero alicantino", pero sobre su finura y sobre su torer¨ªa hay serias dudas. Ayer cosech¨® aplausos -no muchos, por cierto- pero eran aplausos f¨¢ciles, de ese p¨²blico triunfalista al que deslumbra la aureola de los famosos. La afici¨®n, en cambio, que es menos impresionable y m¨¢s anal¨ªtica, se le puso en contra. Manzanares, a quien pitaron en su segundo toro porque no se atrevi¨® con ¨¦l, ni supo administrarle un digno trasteo de adorno o de recurso, donde fracas¨® de verdad fue en su primero.
Era ¨¦ste un bomboncito de toro, cerradito de pitones, escaso de trap¨ªo, bueno como el pan, que segu¨ªa la muleta del "fino torero alicantino" cuantas veces se lo pidi¨®, siempre humilladito, suave, largo hasta donde dijeran, sin ganas de molestar. A semejante bomboncito, Manzanares le hizo la faena de m¨¢s ventajas y vicios que haya inventado la neotauromaquia para que sus ejecutores vayan a gusto por la vida. Es decir, que se pon¨ªa de costado, la pierna atr¨¢s; para ofrecer la muleta se tumbaba, en procura de que el embroque cayera lejos; consecuente con la misma cauci¨®n, no la adelantaba, pero s¨ª el pico, pues mediante esta estratagema la acometida del toro se distrae hacia la parte exterior de la suerte. Y con el pico embarcaba.
Le salieron varios pases largos, muchos de ellos con irreprochable temple, lo que est¨¢ muy bien. Sin embargo, en los remates llegaba la angustia, pues hab¨ªa de ligar y se le notaban las fatigas que pasaba para aguantar en ese terreno donde el toro, despu¨¦s de cambiar el recorrido, da sin soluci¨®n de continuidad la siguiente embestida. Pero aunque hici¨¦ramos abstracci¨®n de los atragantones y su evidencia, o de la ligaz¨®n que es debida, lo que quedaba claro era que aquello no era torear; era, sencillamente, pegar pases, muchos pases, malos pases, siempre los mismos pases, en los que el diestro elud¨ªa deliberadamente los dos primeros tiempos del muletazo, y la cargaz¨®n de la suerte, que es su momento crucial.
Un a?o m¨¢s, Manzanares sale fracasado de Madrid. Est¨¢ claro que si no tuviera el apoyo de sus exclusivistas ser¨ªa un torerito del mont¨®n, obligado a ganar cada tarde los contratos y sin prerrogativas en la elecci¨®n del ganado y en los sorteos de las reses. Hace bien en continuar utilizando el mercado de las influencias, con el provecho que ha sabido obtener hasta ahora, pues abandonarlo ser¨ªa su ruina.
Si una figura est¨¢ as¨ª, qu¨¦ se podr¨ªa decir de los dem¨¢s. Lo cierto es que de toreros j¨®venes, con afici¨®n y agallas, como parece ser el caso de Emilio Mu?oz, cabe esperar una entrega que no tuvo ayer el trianero. Nos dicen que sali¨® a torear enfermo, y en tal caso se justifica su mala tarde. Al tercer Cameno, que era otro bomboncito, no le cogi¨® ni el sitio ni el temple. Al quinto, que se mostr¨® violento en el primer tercio, permiti¨® que lo destrozaran en varas. Lo hace Curro y le vuelven a mandar al pat¨ªbulo. Con el toro agotado, tir¨® l¨ªneas de pit¨®n a pit¨®n, y entr¨® a matar. Pas¨® a la enfermer¨ªa.
Tambi¨¦n tuvo su bomboncito Yiyo. Un bomboncito que lo era tanto por comportamiento como por presencia, escaso de pitones, fuerza justa y temperamento apagado. Era un toro para andarle tranquilo, reposando las suertes, engolosin¨¢ndose en el placer de torear. No lo hizo as¨ª Yiyo, que correspondi¨® con una faena desligada, sin destello alguno de arte, reiterativa, aburrida e interminable. En el sexto, que se le quedaba corto, porfi¨® valent¨®n y lo tumb¨® de una estocada.
Todo el taurinismo cantar¨¢ la boyant¨ªa de los primeros ejemplares de Cameno, y es cierto que la corrida sali¨® encastada. En realidad constituy¨® una muestra m¨¢s de lo que saben preparar los exclusivistas para sus figuritas, que si las miden con un poco m¨¢s de toro les da un soponcio. Pero ni por esas. Aqu¨ª no torea casi nadie. Unos por edad, otros por miedo, otros por inmadurez, otros porque no valen un duro aunque lleven a?os intentando hacernos creer que son oro molido.
Babelia
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