?Qui¨¦n teme a la democracia colombiana?
Las elecciones se han puesto de moda en Am¨¦rica Latina, por lo menos en el sector del Caribe, y los resultados no pueden llegar a ser m¨¢s ir¨®nicos y desalentadores, sobre todo en pa¨ªses como El Salvador o Guatemala, donde pr¨¢cticamente se est¨¢ viviendo una guerra civil y, sin embargo, la oposici¨®n no ha tenido derecho a participar en la gran farsa. En el caso de Colombia sucedi¨® algo parecido ayer, cuando el pueblo colombiano fue a las urnas bajo un r¨¦gimen de esta do de sitio que tiende a hacerse perpetuo, m¨¢s los resabios de un Estatuto de Seguridad que en la pr¨¢ctica no ha sido abolido, aun que fue derogado por el Tribunal Supremo de Justicia en el presente a?o.La verdad es que no se puede hablar de democracia en un pa¨ªs que lleva viviendo m¨¢s de treinta a?os bajo un r¨¦gimen ininterrumpido de estado de sitio, donde los militares disponen de una total libertad de acci¨®n que les permite imponer condiciones al futuro gobernante, sea el que sea. El caso de Colombia es un caso lamentable en el proceso de militarizaci¨®n de los pa¨ªses latinoamericanos, pues aparentemente existe un presidente constitucional que, a la hora de gobernar, tiene que limitarse a los m¨ªnimos poderes que le conceden los militares y son aquellos que no pueden controlar y, sin embargo, controlan.
En el a?o 1980, una misi¨®n de Amnist¨ªa Internacional visit¨® el pa¨ªs; despu¨¦s de entrevistar a m¨¢s de quinientos presos pol¨ªticos en las c¨¢rceles (varias dependencias militares empleadas como c¨¢rceles y dos hospitales), present¨® al Gobierno colombiano sus conclusiones.
Violaci¨®n de derechos humanos
En este informe, Amnist¨ªa Internacional demostr¨® al Gobierno colombiano que todos aquellos documentos y testimonios en los que se hablaba de torturas, consejos de guerra, asesinatos y, en pocas palabras, "se violaban los derechos humanos", eran ciertos. La realidad iba m¨¢s all¨¢ de los documentos. Tambi¨¦n comprob¨® e identific¨® 35 centros paramilitares en donde han sido torturados cientos de presos pol¨ªticos, dirigentes campesinos y sindicales o simples estudiantes que fueron sorprendidos en una manifestaci¨®n.
El Gobierno se desentendi¨® de los diversos casos presentados, le ech¨® la culpa a fuerzas extremistas que quer¨ªan desprestigiar la imagen de las Fuerzas Armadas y al presidente de la Rep¨²blica. Quiso justificar el hecho de que el pa¨ªs se haya mantenido bajo el estado de sitio, casi sin interrupci¨®n, desde el 9 de noviembre de 1949, y la necesidad del Estatuto de Seguridad que les da rienda suelta a los militares, las Fuerzas Armadas pueden juzgar y sancionar toda clase de delitos relacionados con el orden publico.
A finales de 1980 fue aprobada una ley de Amnist¨ªa para todos los alzados en armas, que no es aceptada por los grupos guerrilleros. El M-19 responde as¨ª a la propuesta del Gobierno: "Consideramos que el di¨¢logo franco y abierto entre las diferentes fuerzas pol¨ªticas y militares permite encontrar caminos diferentes a los utilizados hasta ahora".
Es de aclarar que esta ley fue presentada por el Gobierno para su aprobaci¨®n despu¨¦s que el M-19 la planteara en un mensaje dirigido al presidente Julio C¨¦sar Turbay Ayala. Luego dice el mismo comunicado: "La respuesta oficial ha sido la arrogancia, el cinismo, la mentira y la amenaza". Se refiere a la declaraci¨®n del ministro de Defensa, el general Camacho Leiva, quien, al dar a conocer la amnist¨ªa, asegura: "Se rinden o les pegamos un tiro". La misma respuesta recibi¨® el Gobierno de los otros tres grupos armados, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), el Ej¨¦rcito de Liberaci¨®n Nacional (ELN) y el Ej¨¦rcito Popular de Liberaci¨®n (EPL).
Realmente, esta amnist¨ªa no garantizaba ning¨²n acuerdo. La historia vuelve y se repite, ya que en los a?os cincuenta sucedi¨® algo parecido; la ¨²nica diferencia es que en aquella ocasi¨®n los partidos tradicionales, liberales y conservadores, acudieron a los militares, pues las guerrillas liberales del Llano, que el primer partido representaba, amenazaban con tomar el poder. M¨¢s de 20.000 hombres alzados en armas aceptaron la pacificaci¨®n ofrecida con el golpe militar del general Rojas Pinilla, obedeciendo ¨®rdenes de la Direcci¨®n Liberal. A?os m¨¢s tarde, con la ca¨ªda de la dictadura, los principales l¨ªderes guerrilleros son asesinados y la traici¨®n pactada cuatro a?os antes (1953-1957) se hizo presente.
La ¨¦poca siniestra
Es la ¨¦poca m¨¢s siniestra del pa¨ªs en lo que corre del siglo XX; se la conoce como la violencia en Colombia, en la que pierden la vida algo m¨¢s de 400.000 colombianos (1948-1953).
En mayo de 1957 es derrocada la dictadura del general Rojas Pinilla, y este mismo a?o se firma el pacto de Sitges, donde los dos partidos tradicionales llegan al acuerdo de formar el Frente Nacional, alternando el poder cada cuatro a?os durante cuatro per¨ªodos, a partir de 1958, cuando es elegido el dirigente liberal Alberto Lleras Camargo. El Frente Nacional, en sus diecis¨¦is a?os, no fue otra cosa que la m¨¢scara democr¨¢tica de una dictadura civil que con el tiempo se ha ido descomponiendo, y hoy d¨ªa no puede garantizar un Gobierno estable que responda a las necesidades del pa¨ªs.
En 1974, a?o en que vence el plazo acordado, es elegido presidente el l¨ªder liberal Alfonso L¨®pez Michelsen, quien hab¨ªa cosechado este momento por los a?os sesenta, aprovechando el fervor revolucionario que motiv¨® el triunfo de la revoluci¨®n cubana, en un movimiento que ¨¦l mismo impuls¨®, el Movimiento de Revoluci¨®n Liberal (MRL).
Gan¨® por una abrumadora mayor¨ªa, era el hombre de la esperanza; el pueblo colombiano le recibi¨® a bombo y platillo, comenz¨® a vivir el mayor enga?o de su historia. Fue muy poco el tiempo que aguant¨® el Gobierno de L¨®pez Michelsen sin el estado de sitio, entre los a?os 1976 y 1978 cerr¨¦, militariz¨® en diversas ocasiones, casi todas las universidades del pa¨ªs, se dieron destituciones masivas de estudiantes y profesores, el Gobierno se propuso liquidar el movimiento impidiendo las asambleas, las manifestaciones dentro y fuera de la universidad, los debates, cualquier forma de expresi¨®n del movimiento estudiantil, el mismo que apoy¨® al presidente a?os atr¨¢s en su rebeld¨ªa ilusoria.
Pero el enga?o del ex presidente L¨®pez Michelsen va m¨¢s all¨¢ de la simple represi¨®n; durante su Gobierno, los militares afianzaron su poder, hubo muchas v¨ªctimas, sin contar los cuatrocientos muertos del 14 de septiembre de 1977, cuando las centrales sindicales realizan con ¨¦xito el primer paro c¨ªvico nacional.
A partir de esta fecha, la represi¨®n en el pa¨ªs ha ido en aumento; en 1978 es promulgado el Estatuto de Seguridad, que les da derecho a los militares de irrumpir en la vida privada de los colombianos, y, es as¨ª como, durante el Gobierno de Turbay Ayala, el actual presidente, las detenciones preventivas se utilizan para intimidar a la gente; diariamente son amenazados intelectuales, artistas, dirigentes sindicales, agrarios y j¨®venes l¨ªderes estudiantiles. En este Gobierno, las fuerzas militares son las que se imponen, y la figura del presidente no pasa de ser un s¨ªmbolo constitucional.
Sobre esta aparente calma, la democracia colombiana eligi¨® un nuevo presidente. Los candidatos oficiales pretenden motivar a. la poblaci¨®n con las promesas de siempre: Alfonso L¨®pez Michelsen y Belisario Betancur. Este ¨²ltimo tambi¨¦n es digno de reconocimiento, ya que sobre ¨¦l pesa, indirectamente, una de las masacres m¨¢s sangrientas contra la clase obrera.
Siendo ministro del Trabajo, permiti¨® que las fuerzas militares irrumpieran en una huelga de trabajadores del cemento (1965), se conoce como La 'massacre' de Santa B¨¢rbara, y en ella murieron por lo menos un centenar de hombres. Belisario Betancur era el candidato oficial del Partido Conservador; tras su imagen populista se oculta el fascismo solapado que tanto da?o ha hecho al pa¨ªs, especialmente se mueve la figura de ?lvaro G¨®mez Hurtado, hijo del responsable directo de la violencia en Colombia, el ex presidente Laureano G¨®mez.
Obsesi¨®n del poder
Este hijo ejemplar, al igual que su padre, vive la obsesi¨®n del poder, pero la imagen heredada le obliga a permanecer al margen, siempre a la espera de un triunfo, que en estos momentos puede estar cercano, ya que el Partido Liberal se present¨® con dos candidatos: L¨®pez Michelsen y Luis Carlos Gal¨¢n. A Gal¨¢n se le conoce como la imagen del nuevo liberalismo, pero en su pasado tambi¨¦n hay cosas que contar, aunque, seg¨²n parece, es el m¨¢s honesto de los tres candidatos. ?Tanto como lo fue L¨®pez en su momento de liberal revolucionario? Lo cierto es que cuando fue ministro de Educaci¨®n (1970-1974) reprimi¨® duramente el movimiento estudiantil, tambi¨¦n cerr¨® las universidades y, esencialmente, su ministerio sirvi¨® para desarrollar la pol¨ªtica educativa del imperialismo norteamericano, un programa de control total del contenido educativo tendente a una educaci¨®n t¨¦cnica e industrial.
?Qui¨¦n le teme a la democracia colombiana? Esta es una pregunta que se debe cuestionar todo colombiano, est¨¦ donde est¨¦. Debemos darnos cuenta de lo que significa votar en estos tiempos de dolor y angustia, cuando no existen garant¨ªas para sobrevivir y el exilio silencioso nos arrastra por desconocidas ciudades.
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