Retratos de mujeres dominan en la exposici¨®n picassiana abierta en el Marais de Par¨ªs
La antol¨®gica del malague?o se complementa con una muestra de la obra de Vostell
Tras un par¨¦ntesis de algunos meses, el Centro Cultural del Marais, que, sin duda alguna, ocupa un lugar cada vez m¨¢s significativo en el mundo cultural parisiense, ha abierto de nuevo sus puertas con dos exposiciones simult¨¢neas, que marcan felizmente este fin de temporada art¨ªstica en la capital francesa, Picasso / Vostell, mano a mano, uno malague?o que eligi¨® Francia como lugar de residencia y all¨ª muri¨® sin poder poner fin a su exilio voluntario, y en cuya muestra dominan los retratos que hizo de su mujer, Jacqueline, y un alem¨¢n que vive gran parte del a?o en Espa?a, concretamente en Malpartida, provincia de C¨¢ceres, donde en 1958 realiz¨® su primera exposici¨®n personal.
Ya desde la entrada se percibe una espl¨¦ndida panor¨¢mica de la obra picassiana en la gran sala dise?ada especialmente para la ocasi¨®n por sus organizadores, Jacqueline y Maurice Guillaud, que han tenido la excelente idea de colocar algunos cuadros en un plano inclinado sobre el mismo suelo, lo que permite una visi¨®n diferente desde la altura. En total, son 183 los trabajos expuestos, prestados por un coleccionista particular, la galer¨ªa Loulse Leiris (por lo que se refiere a la obra gr¨¢fica: 47 retratos sobre lin¨®leum, 42 sobre cobre y diecinueve litograf¨ªas) y por su viuda, Jacqueline, a cuya colecci¨®n pertenecen la mayor parte de las obras de esta muestra (59 pinturas, nueve esculturas, cinco dibujos y dos cartones recortados). Algunos de los cuadros expuestos se presentan por primera vez al p¨²blico, puesto que su instalaci¨®n habitual es la llamada Sala de M¨²sica de Notre-Dame de Vic, en Mougins, y el primer piso de esta residencia, ¨²ltimo estudio en el que trabaj¨® Picasso, circunstancia esta que crea un ambiente especial, pues el espectador tiene un poco la sensaci¨®n de penetrar en la intimidad de la vida del artista, como si atravesara el espacio en que transcurrieron los ¨²ltimos a?os de su vida.Entre los muchos rostros que aparecen en esta exposici¨®n, uno se repite sistem¨¢ticamente. Transformado, cambiante, pero siempre el mismo; incluso en aquellas cabezas que no llevan su nombre se adivina a trav¨¦s de la mirada, la posici¨®n del cuello o la expresi¨®n. Es Jacqueline, a quien a partir de 1954, fecha en que comenz¨® su vida en com¨²n, Picasso dedic¨® muchos de estos retratos con motivo de su aniversario u otro acontecimiento. Durante casi veinte a?os la retrat¨® infatigable, sentada, leyendo o haciendo punto, vestida de rojo o disfrazada de turca, con el pelo recogido o suelto, acariciando a su perro o con su gato en el regazo. Sobre el lienzo (de suaves y alegres colores), el papel, las planchas de lin¨®leum o cobre y sobre el cart¨®n, recortado y plegado, aparece siempre individualizada, observada, casi espiada, por esa penetrante mirada, como lo fueron antes que ella Fernande Olivier, Olga Koklova, Dora Maar, Marie-Th¨¦r¨¨se Walter o Fran?ois Gilot, quienes tambi¨¦n dejaron su huella en la vida y la obra de Picasso, en la que la mujer es omnipresente.
Lo que destaca en los retratos de Jacqueline es la serenidad, la ausencia de agresividad y violencia reflejadas en otros anteriores (Mujer llorando, por ejemplo, de 1937). Calma en la expresi¨®n y la mirada, en ocasiones algo nost¨¢lgica, lejana, pero siempre tranquila, atenta. Algunas veces la cabeza parece estar posada sobre un. cuello esbelto, que le da un aire de p¨¢jaro vigilante, expectante, mientras que otras, sometido a personales transformaciones (principalmente en la obra gr¨¢fica), el rostro revela dos perfiles, femenino / masculino, a los que parece unir un beso.
Olor a piment¨®n
Salir de la exposici¨®n Picasso y entrar en la de Vostell, aunque a algunos les sorprenda, es profundamente estimulante e higi¨¦nico para la salud mental (quiz¨¢ el recorrido a la inversa tambi¨¦n lo hubiera sido).La conexi¨®n es r¨¢pida, el mundo vostelliano se impone desde la primera obra: un inmenso Mercedes, plagado de televisores funcionando (veinticinco, para ser exactos), convertido en un dulce hogar significado por la chimenea artificial (el¨¦ctrica), que brilla en su interior y al que a?ade inquietantes connotaciones un personaje tendido en el suelo, de cuya boca salen una serie de tubos que le unen a los televisores. Dif¨ªcil de escapar a la doble imagen que surge espont¨¢nea, la del prisionero en huelga de hambre, alimentado por la fuerza a trav¨¦s de la sonda, y la del telespectador, atiborr¨¢ndose voluntariamente con el alimento espiritual que su aparato le suministra. Pero la evidencia no resta eficacia a la obra.
El ambiente sonoro de la ¨®pera Garten der l¨¹ste (El jard¨ªn de las delicias), compuesta por Vostell para, el reciente Festival de Bremen, y un penetrante olor a piment¨®n (procedente de Aldeanueva del Camino, un pueblo cacere?o que vive exclusivamente de este producto) acompa?an al espectador durante el recorrido por este universo, donde la incertidumbre y la duda, que a veces dejan paso al temor, aguijonea sus sentimientos, intranquiliz¨¢ndole. Los cuerpos inertes de los perros, destacando sobre la enorme mancha roja del piment¨®n, de los que surgen erizados cuchillos (Los fuegos o Mis peines son de az¨²car), el plano, el sill¨®n y la televisi¨®n hormigonados, convertidos en bloques impenetrables (La danza o Los derechos humanos son una obra de arte), frente a las mesas repletas de tel¨¦fonos, cuyos auriculares han sido sustituidos por huesos, dan poco respiro, revelando el absurdo de la llamada normalidad de la norma, un concepto ampliamente desarrollado tambi¨¦n en la obra gr¨¢fica (185 piezas), que resumen la evoluci¨®n de este artista desde 1960 hasta hoy.
En la obra. de Wolf Vostell (organizador en 1962, junto con Maciunas, G. Brecht, D. Higgins, La Monte Yung, Nam June Paik y John Cage, del primer Festival Fluxtis, en Wiesbadem) no hay nada gratuito ni in¨²til. Combinando todos los procedimientos a su alcance, incluidos los tecnol¨®gicos, tanto en sus happenings como en sus ambientes, cuadros, pel¨ªculas u obra gr¨¢fica (exacta y precisa, adem¨¢s (le gran calidad t¨¦cnica), dinamiza la energ¨ªa mediante la intencionada manipulaci¨®n de im¨¢genes, no por conocidas menos efectivas, de las que con su intervenci¨®n extrae todos los posibles contenidos (por sustracci¨®n o adici¨®n), estimulando la conciencia cr¨ªtica mediante la saludable f¨®rmula de arrancamos las telara?as de los ojos.
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