La huella del No-Do
Hace dos semanas presentamos aqu¨ª una exposici¨®n de los problemas, carencias, necesidades y logros de la producci¨®n cinematogr¨¢fica de largometrajes. El cortometraje, pariente pobre del pobre cine espa?ol, aunque va en el mismo barco que el largometraje, y le amenazan id¨¦nticos peligros de naufragio, tiene por contra una problem¨¢tica propia, algunos problemas espec¨ªficos -a veces sangrantes, como es el problema de la exhibici¨®n- y no pocas variantes singulares de la problem¨¢tica general del cine espa?ol. Se ofrecen a continuaci¨®n al lector dos informes complementarios sobre la producci¨®n y realizaci¨®n de cortos en Espa?a, que intentan, sin agotarlo, ser una primera aproximaci¨®n al problema.El 17 de noviembre de 1977 entr¨® en vigor una nueva legislaci¨®n cinematogr¨¢fica. Dentro del peculiar terreno del cortometraje, supuso un importante avance. Puso punto final al reinado de los comit¨¦s que determinan las subvenciones que debe o no debe recibir un corto, as¨ª como sus cuant¨ªas.
A partir de este momento, cada corto recibe una subvenci¨®n por el solo hecho de existir. Al mismo tiempo, No-Do, que desde el 1 de enero de 1976- no es de obligatoria proyecci¨®n en los locales de exhibici¨®n, dej¨® de cubrir cuota de pantalla y desapareci¨® poco despu¨¦s. Y por cada tres cortos extranjeros hay que proyectar uno espa?ol. En teor¨ªa, se han terminado los problemas y parece abrirse un brillante porvenir para los cortometrajes espa?oles, pero la pr¨¢ctica ha demostrado que esto era una utop¨ªa.
No-Do dej¨® de producirse; cada vez se distribu¨ªa menos y s¨®lo se exhib¨ªa en muy pocos locales; pero casi cuarenta a?os de existencia han dejado una huella muy profunda. Por un lado, los espectadores saben que antes de la pel¨ªcula hay un complemento muy malo y un descanso que permite llegar a la sesi¨®n media hora despu¨¦s de la hora anunciada. Y por otro, los empresarios buscan los cortometrajes m¨¢s parecidos a No-Do para sustituirle y siguen pagando los mismos precios pol¨ªticos que implant¨® muchos a?os atr¨¢s.
La producci¨®n de cortometrajes siempre ha sido muy baja en Espa?a. Lo normal en Europa es ,que se produzcan el doble de cortos que de largos. A comienzos de los setenta entre nosotros se hace el mismo n¨²mero de unos que de otros. De los 135 de 1971 se llega a 38 en 1973, por una ley que hace depender la asignaci¨®n de subvenciones de los criterios de una junta de cr¨ªticos-censores.
La ley de 1977 destin¨® cada a?o a subvenciones de cortos una cantidad que "no podr¨¢ exceder del 5% de los proyectos del fondo de protecci¨®n de la cinematograf¨ªa y se reparte a partes iguales entre todos los cortos realizados durante el a?o". Por eso la producci¨®n aumenta y de 104 en 1977 se pasa a 141 en 1978.
En 1979 la producci¨®n de cortometrajes alcanza por primera vez un nivel europeo. Se producen 89 largos y 178 cortos. La subvenci¨®n que cada corto recibe es de 350.000 pesetas. Aunque ¨¦ste viene a ser el coste m¨ªnimo de un corto, entonces, este dinero anima a los productores y en 1980 se produjeron 258, un 45% m¨¢s que el a?o anterior. El Ministerio de Cultura qued¨® desbordado, las subvenciones descendieron a 240.000 pesetas, y se pagaron m¨¢s tarde que nunca, fuera del a?o siguiente, para detener la producci¨®n. No obstante, en 1981 se realizaron 292, un 13% m¨¢s, y recibir¨¢n todav¨ªa menos dinero.
Dado que los costes de producci¨®n aumentan casi un 15% anual, las subvenciones se cobran con un a?o de retraso y los alquileres que pagan los cines est¨¢n congelados hace mucho tiempo, la producci¨®n de un corto es cada vez m¨¢s deficitaria y la, en teor¨ªa, perfecta ley de 1977 no cumple su cometido, al haberse casi triplicado la producci¨®n anual.
Por eso se resiente la calidad de los cortos y es una empresa aventurera hecha casi exclusivamente por ne¨®fitos, que s¨®lo ven en ella una forma de aprendizaje para dar el salto a la realizaci¨®n de un hipot¨¦tico largometraje. Ver un buen corto, como Estaci¨®n de Chamart¨ªn, de Manuel Vidal, premiada en el Festival de Valladolid, o Crisis, de Gustavo Mart¨ªnez, ganador del ¨²ltimo Premio Griffith, resulta cada vez m¨¢s dif¨ªcil.
No s¨®lo es necesario tener una idea que funcione en poco tiempo y saber desarrollarla, sino disponer de un dinero a fondo perdido. La ¨²nica soluci¨®n es concurrir a los premios anuales que convoca el Ministerio de Cultura, con cantidades de 450.000 pesetas, pero dado que concede quince al a?o y los criterios del tribunal son discutibles, la producci¨®n de cortometrajes resulta tan arraigada como cualquier juego de azar.
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