Liria, una ciudad valenciana para la m¨²sica de todo el mundo
Las orquestas Sinf¨®nica, Filarm¨®nica y Real Filarm¨®nica de Londres, las sinf¨®nicas de Viena y de Berl¨ªn, la Filarm¨®nica de Israel, la Filarm¨®nica de Mosc¨², Nacional de la URSS y de la Radio Televisi¨®n sovi¨¦tica son algunas de las orquestas que, en la ciudad de Lliria, a veinte kil¨®metros de Valencia, han animado los programas de las ¨²ltimas temporadas de conciertos. Para algunas de ellas, Lliria ha sido el ¨²nico apeadero espa?ol, con Madrid y Barcelona. Y esto ha sucedido al calor de una sociedad, La Uni¨®n Musical de Lliria, cuya sala de conciertos acogi¨® el pasado 9 de junio a la Orquesta de Radiotelevisi¨®n Espa?ola, dirigida por Enrique Garc¨ªa Asensio, que interpret¨® Danzas fant¨¢sticas y Sinfon¨ªa sevillana, de Turina, y Petruchka y El p¨¢jaro de fuego, de Stravinsky.Lliria cuenta con dos bandas d solera: la Uni¨®n y la Primitiva. Son bandas que rebasan ampliamente el centenar de instrumentistas solventes, que rivalizan entre s¨ª saludablemente, y con sus paisanas de estas tierras, tierras de bandas, y que se hacen o¨ªr en el resto de Europa, en donde el fen¨®meno se impone como absolutamente ins¨®lito. Europa conoce y frecuenta las bandas, pero de ning¨²n modo este tipo de bandas. Estas desbordan tanto en su cometido did¨¢ctico como en sus repertorios, el modelo europeo de agrupaci¨®n de instrumentos de viento con fines populares y festivos.
Desahogo de mel¨®manosLa Uni¨®n, sociedad que argumenta una de estas ins¨®litas bandas, protagoniza, con el acicate de su sociedad rival en el mismo lugar, un goteo de conciertos a lo largo del a?o que apacigua el apetito deficitario de los mel¨®manos valencianos. El concierto de la orquesta de nuestra Radiotelevisi¨®n se inscribe en este marco. Es verdad que, por esta vez, la orquesta visitadora, acaso por ser de la casa, rompe el cintur¨®n de castidad que defiende a la ciudad de Valencia de orquestas extranjeras.
En Lliria, desahogo de mel¨¢manos como lo fuera Ceret de los cin¨¦filos en los d¨ªas de Franco, la Orquesta de Radiotelevisi¨®n ha duplicado un programa de centenario: Turina (1882-1949) y Stravinski (1882-1971), dos contempor¨¢neos cuyo paralelo no beneficia a nuestro paisano. Porque la m¨²sica de Turina es sin duda bella y gustosa, pero amarillea con una p¨¢tina impropia de su edad. N¨®tese que las Danzas fant¨¢sticas y la Sinfon¨ªa sevillana corresponden a los primeros a?os veinte, cuando las Iberia de Debussy y de Alb¨¦niz y la Rapsodia espa?ola de Ravel son mayores de edad. En tanto que El p¨¢jaro de fuego y Petruchka se anticipan en diez a?os a las piezas del compositor sevillano.
Digamos que la Orquesta de Radiotelevisi¨®n posee cuerpo, lo que no puede decirse de otras agrupaciones nuestras que, de pura alma, parecen fantasmas. Cuerpo y solvencia: el concierto de Lliria no consinti¨® fisuras. Pero el estilo es otro cantar. Y, por ejemplo, embravecer a Turina me parece no favorecerle: un Turina m¨¢s sutil, menos taurino, defender¨ªa mejor la tradici¨®n de Debussy-Alb¨¦niz-Ravel. Con Petruchka, en cambio, la iron¨ªa y las aristas vivas aparec¨ªan redondeadas por una sagacidad raveliana algo desplazada. El p¨¢jaro, lo m¨¢s feliz de la noche, a mi juicio, obtuvo de Garc¨ªa Asensio la lectura ambigua que propicia, entre rom¨¢ntica y moderna, entre oriental y occidental.
Los dos ap¨¦ndices a cuenta de la zarzuela regocijaron al mermado auditorio. Un hito, pues, honorable para un historial brillante: el de Lliria y sus conciertos.
Babelia
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