El presidente Reagan definende ante el muro de Berl¨ªn la presencia de tropas norteamericanas en la ciudad dividida
Rodeado de las medidas de seguridad m¨¢s grandes en la historia de la ciudad y con acompa?amiento de violentas manifestaciones, el presidente norteamericano, Ronald Reagan, visit¨® ayer, durante tres horas, Berl¨ªn Oeste, donde asegur¨® que "la presencia americana, mientras sea necesaria, no es una carga, sino un deber sagrado".
El af¨¢n y excesivo celo policial durante los d¨ªas que precedieron a la visita de Reagan a Berl¨ªn desencaden¨® la ira de grupos de manifestantes, que ayer se enfrentaron violentamente a la polic¨ªa con piedras y c¨®cteles molotov, incendios provocados y pillaje.Reagan lleg¨® a Berl¨ªn Oeste al legendario aeropuerto de Tempelhof, donde durante el bloqueo en 1948 aterrizaban los aviones norteamericanos que abastecieron la ciudad. Despu¨¦s; sigui¨® un r¨¢pido desplazamiento hasta el muro, en el Checkpoini Charlie, donde Reagan, el canciller federal, Helmut Schmidt, y el alcalde de Berl¨ªn Oeste se acercaron hasta la l¨ªnea donde termina el sector occidental de la ciudad dividida. Reagan dijo que querr¨ªa arrojar a la otra parte del muro una botella con un texto que dijese: "?Por qu¨¦ ten¨¦is tanto miedo de la libertad? Probablemente porque la libertad es contagiosa". Un periodista le pregunt¨® a gritos qu¨¦ pensaba del muro y si Berl¨ªn volver¨ªa alg¨²n d¨ªa a ser una ciudad unida. Reagan, que iba a entrar en el coche, se par¨® y respondi¨® con un escueto "S¨ª",
La obsesi¨®n de las autoridades berlinesas a lo largo de los ¨²ltimos d¨ªas fue evitar el m¨¢s m¨ªnimo contacto del presidente Reagan con manifestaciones en contra. Se borraron las pintadas, se prohibieron las pegatinas anti Reagan y se prohibieron las manifestaciones durante la permanencia del presidente norte americano; esto no impidi¨® -m¨¢s bien provoc¨®- que grupos de manifestantes desesperados intentasen romper las barreras de seguridad para tratar de hacerse o¨ªr. La polic¨ªa detuvo a unas 150 personas y hubo heridos entre polic¨ªas y manifestantes. La polic¨ªa tuvo que emplear mangueras de agua y gases lacrim¨®genos. Y los manifestantes arrancaban losas del pavimento, que luego utilizaban como proyectiles contra la polic¨ªa, que tuvo que huir en muchas ocasiones.
Mientras tanto, Reagan hablaba ante 20.000 personas invitadas y en su discurso mencion¨®, como argumento para diferenciar al comunismo del mundo libre, el caso de un aviador que se gan¨® la m¨¢s alta condecoraci¨®n norteamericana por una acci¨®n heroica en la guerra, y Mosc¨² entreg¨® su m¨¢xima condecoraci¨®n a un espa?ol (Ram¨®n Mercader) por haber asesinado a Trotski. El presidente norteamericano cit¨® en su discurso a Goethe y Thomas Mann y dijo que "en nuestro tiempo, Berl¨ªn es, m¨¢s que ning¨²n otro lugar en el mundo, la tiran¨ªa y la libertad. Estar aqu¨ª, en Berl¨ªn, significa realmente estar al borde mismo de la libertad y a la sombra de un muro que se ha convertido en el s¨ªmbolo de la m¨¢s negra sombra del mundo actual".
Reagan lanz¨® una vez m¨¢s una llamada a la paz, que calific¨® de iniciativa berlinesa, y dijo: "Pedimos a la Uni¨®n Sovi¨¦tica, como propusimos el a?o pasado, que desmonte sus cohetes SS-20, SS-4 y SS-5. Si el presidente Breznev da su conformidad a esto, estamos dispuestos a renunciar a todos los Pershing-2 y a los misiles Cruise estacionados en tierra".
Reagan repiti¨® la oferta de reducir las tropas convencionales en Centroeuropa hasta 700.000 y 900.000, incluidas las de aviaci¨®n. Despu¨¦s de tres horas en Berl¨ªn Oeste, Reagan regres¨® al aeropuerto de Colonia-Bonn, donde convers¨® con Helmut Schmidt antes de volar a Estados Unidos.
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