El Papa intent¨® convencer a los argentinos sobre la necesidad de la paz
Las dos cosas que m¨¢s destacan a los observadores de las pocas horas que Juan Pablo II ha pasado en Argentina son que los argentinos le han recibido con un entusiasmo de verdad "apote¨®sico", como subray¨® ayer toda la Prensa, y que, al mismo tiempo, se han quedado convencidos, como ha repetido constantemente la radio, de que su presencia en Buenos Aires no ha afectado los sentimientos de este pueblo sobre el conflicto en las Malvinas. Juan Pablo II sali¨® ayer de Buenos Aires con destino a Roma y en el aeropuerto manifest¨® que los aplausos recibidos en Argentina, y d¨ªas antes en Gran Breta?a, eran aplausos para la paz.
El sentir argentino lo resum¨ªa mucha gente de la calle con estas palabras: "El Papa tiene que hablar de paz. Todos los argentinos amamos la paz. Pero estamos tambi¨¦n dispuestos a ir todos en masa para defender nuestras islas, hasta la ¨²ltima gota de sangre. La victoria tiene que ser nuestra a cualquier precio".En este Clima de sentimientos dura y abiertamente antibrit¨¢nicos y antinorteamericanos, los discursos del Papa parec¨ªan como dirigidos a otra gente.
Juan Pablo II ha hecho, sin embargo, esfuerzos sobrehumanos para llamar a todos -fieles, sacerdotes y obispos- a una reflexi¨®n profunda sobre la necesidad de abrirse a sentimientos de paz y de reconciliaci¨®n, escogiendo los caminos de la negociaci¨®n para resolver el conflicto en el Atl¨¢ntico del sur.
A este respecto uno de los momentos m¨¢s importantes de este viaje ha sido, sin duda alguna, el discurso pronunciado ayer por el Papa Woytila ante los obispos argentinos y ante los presidentes de todas las conferencias episcopales de Am¨¦rica Latina.
Un discurso que tendr¨¢ mucho eco en toda la Iglesia porque Juan Pablo Il ha sido muy expl¨ªcito y ha querido hablar con gran solemnidad. Se trata de un discurso que ha escrito ¨¦l mismo en su propia lengua palabra por palabra, minuciosa y cuidadamente, con un despliegue de sutileza y de comedimiento.
"Sucesor del ap¨®stol Pedro, hermano mayor vuestro y servidor de la unidad ?por qu¨¦ no proclamar ante vosotros", dice el Papa, "que frente a los tristes acontecimientos en el Atl¨¢ntico del Sur, me he querido hacer yo tambi¨¦n, con vosotros, heraldo y ministro de reconciliaci¨®n?".
La paz verdadera, dice Juan Pablo II a los 180 obispos, "tiene que ser fruto maduro de una lograda integraci¨®n de patriotismo y de universalidad". Por lo tanto, el obispo, insiste Juan Pablo II, "tiene la obligaci¨®n y el privilegio, la alegr¨ªa y la cruz, de ser promotor de la irrenunciable identidad de las diversas realidades que componen su pueblo".
Pero todo esto, a?adi¨® el Papa, "sin dejar de conducirlas a esa unidad sin la cual no existe el pueblo de Dios".
Sobre este punto ha insistido mucho su discurso, afirmando que en un mundo que se caracteriza hoy sobre todo por "las fracturas y las divisiones, los odios y las discordias que rompen continuamente la unidad y la paz", un pastor de la Iglesia "no puede callar ante el mundo la palabra de la reconciliaci¨®n".
"Esta misi¨®n de reconciliaci¨®n, de la que tienen que hacerse promotores los obispos, es tanto m¨¢s importante porque la paz y la comuni¨®n "est¨¢n hoy desgraciadamente", dijo el Papa haciendo una fuerte autocr¨ªtica, "amenazadas, por no decir resquebrajadas, incluso entre los seguidores de Jesucristo y hermanos en ¨¦l".
La Iglesia s¨®lo con una imagen del Pueblo de Dios que sepa conjugar la "unidad en la variedad", ha dicho Juan Pablo II a los obispos, podr¨¢ presentarse al mundo "como presagio y figura; m¨¢s a¨²n, como germen y principio vital de la paz universal".
Y refiri¨¦ndose a s¨ª mismo el Papa subray¨® que hab¨ªa querido venir a Argentina "deprisa, para rezar por los ca¨ªdos y confortar a tantas familias acongojadas".
Pero, a?adi¨®, "he venido sobre todo para pedir que el actual conflicto encuentre una soluci¨®n pac¨ªfica y estable dentro del respeto, de la justicia y de la dignidad de los pueblos afectados".
El Papa ha sido muy intransigente en esta l¨ªnea. No ha hecho concesiones a un pueblo que ha gritado muchas m¨¢s veces "?Viva Argentina.'" y "?Viva la Patria!" que "?Viva el Papal".
Juan Pablo II destacaba: "y como es tarea del obispo de Roma fomentar la uni¨®n de los hermanos, quisiera yo confirmaros en vuestra propia misi¨®n de reconciliadores, proclamando que es muy grande y urgente, aunque dif¨ªcil y costosa tal misi¨®n".
Y con un tono que resultaba muy solemne para un Papa que se dirige a los obispos, concluy¨®: "os suplico que permanezc¨¢is a mi lado, con el cumplimiento decidido de tal tarea, facilitando as¨ª la m¨ªa".
Juan Pablo Il revel¨® ayer que los obispos brit¨¢nicos han enviado una carta de reconciliaci¨®n a los obispos argentinos y recalc¨® de nuevo, como hab¨ªa hecho el d¨ªa anterior a los sacerdotes, que "la universalidad, dimensi¨®n esencial en el pueblo de Dios, no se opone al patriotismo ni entra en conflicto con ¨¦l".
Pero estas palabras no iban dirigidas s¨®lo a los obispos sino que tambi¨¦n apuntaban a los j¨®venes argentinos que estos d¨ªas est¨¢n viviendo el conflicto en las Malvinas con una gran intensidad personal y orgullo nacional, hasta el punto que se afirma que muchachos de 15 y 16 a?os se ofrecen voluntarios para ir a combatir contra los brit¨¢nicos.
A ellos -que ya desde la noche anterior hab¨ªan convertido el monumento a los espa?oles en un gran camping, durmiendo all¨ª para esperarle- el Papa les dijo en la manifestaci¨®n a la que acudi¨® medio Buenos Aires: "no dejen que el odio marchite las energ¨ªas generosas y la capacidad de entendimiento que todos llevan dentro.
"Hagan", les dijo el Papa, "con sus manos unidas una cadena de uni¨®n m¨¢s fuerte que las cadenas de la guerra". Y ya en el aeropuerto, en su saludo de despedida, quiso subrayar que todos los aplausosrecibidos por los j¨®venes en Inglaterra y en Argentina ¨¦l los hab¨ªa interpretado como un "profundo deseo de paz".
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