Los vecinos de un pueblo abulense piden cuentas a su p¨¢rroco
Hoyocasero, un peque?o pueblo de las estribaciones de Gredos, anda revuelto. Se buscan diecisiete millones que pueden costarle la vida a la cooperativa agraria, pero el cura p¨¢rroco es el ¨²nico que tiene la clave de su destino y no quiere darla. Durante m¨¢s de veinte a?os ha sido secretario de la caja rural local y de la propia cooperativa, ha movido el dinero a su antojo de un lado para otro y repentinamente ha anunciado a los vecinos que faltan diecisiete millones. El propio padre Victorio ofrece soluci¨®n al problema: ha formado un consejo rector de siete personas, en el que figuran ¨¦l y su hermano, el alcalde, facultado para hacerse cargo del activo y del pasivo; esto es, para disponer libremente de los dos edificios que posee la cooperativa y dar ¨¦sta por disuelta.
Rogaciano Mart¨ªn, propietario de un bar junto a la plaza y afamado pescador de truchas, recoge firmas contra la gesti¨®n del p¨¢rroco. Estos d¨ªas, su televisor en color echa humo por culpa del Mundial, pero eso lleva parroquianos que consumen y que pueden estirar la lista de firmantes contra el cura: "Ha estado a?os y a?os haciendo lo que quer¨ªa, y de repente ha anunciado que faltan diecisiete millones y se ha inventado un cuento para quedarse con todo, con los dos edificios que tiene la cooperativa y cerrarla. Son una banda de siete, y est¨¢ ah¨ª su hermano, el alcalde; su sobrino, su cu?ado, otro cura que colg¨® los h¨¢bitos para casarse, dos hermanos que son amigos de ellos y un chaval que trabaja en la cooperativa y que no habr¨¢ podido negarse. Le hemos hecho un requerimiento notarial para que convoque una asamblea general en la que explique las cuentas y se est¨¢ haciendo el sueco. No va a haber m¨¢s remedio que ponerle una querella criminal. Y cuidado que es feo que los parroquianos le pongan una querella al cura".Al padre Victorio se le encuentra en la cooperativa. "Est¨¢ all¨ª siempre", nos hab¨ªan dicho. "Por la iglesia para poco". Unas mesas baratas, unas m¨¢quinas de escribir, unas paredes desnudas y unas cuantas estanter¨ªas con revistas bcon¨®micas rodean a este hombre, de 64 a?os, a quien por su aspecto se le identificar¨ªa m¨¢s con el confesonario y las beatas que con el tel¨¦fono y los n¨²meros. Lleg¨® a Hoyocasero en 1949, y al poco tiempo empez¨® a controlar la cooperativa agraria y la caja rural, que es lo mismo que decir todo el dinero de esta peque?a comunidad.
De las palabras de este sacerdote parece desprenderse la conciencia de haber hecho una gran tarea social: "Los que se quejan son cuatro sinverg¨¹enzas que alguna vez han puesto cincuenta pesetas para ser socios de la cooperativa y han estado chupando de ella siempre. Esta cooperativa ha dado a ganar m¨¢s de setenta millones a la gente del pueblo y nadie tiene derecho a reclamar nada". Aunque el lema que ha escrito en un recodo de la escalera puede mover a confianza en la cooperativa -"Unos por otros, y Dios por todos"-, la verdad es que estos d¨ªas se enfrenta con un fracaso que no quiere reconocer: "Esto no es m¨¢s que un foll¨®n que est¨¢ ar mando un grupo de revoltosos. Pregunte al alcalde, pregunte a Florentino, el presidente de la cooperativa, y ya ver¨¢". Utiliza la expresi¨®n el alcalde en vez de la m¨¢s l¨®gica de mi hermano, y cuando habla del presidente de la cooperativa se cuida mucho de decir que lo ha puesto ¨¦l ah¨ª, en lugar de Emiliano L¨®pez, que ostent¨® el cargo durante a?os.
Prestaba grandes servicios
Apretado por preguntas explica su versi¨®n de lo que ha ocurrido: "Esto era deficitario porque prestaba grandes servicios al pueblo. En febrero hicimos una asamblea informativa para que la gente lo supiera, y luego, en mayo, otra para buscar las soluciones. Entonces se ofreci¨® un grupo de siete cooperativistas para hacerse cargo del activo y del pasivo y se dio por bueno su ofrecimiento. As¨ª que ahora hay un consejo rector que tiene derecho a gestionar el futuro de la cooperativa".De ese consejo rector forman parte el propio padre Victorio; su hermano Juan, alcalde del pueblo; Rafael, hijo de ¨¦ste; Mart¨ªn S¨¢nchez, cu?ado del cura; Sime¨®n S¨¢nchez, hermano de ¨¦ste y cura que colg¨® los h¨¢bitos para casarse; los hermanos Florentino y Hermenegildo Rodr¨ªguez, de los cuales el primero ejerce de presidente, y un empleado de la cooperativa, Hilario Hern¨¢ndez, empleado de la cooperativa y que representa algo as¨ª como la conciencia social del consejo rector.
El grupo de cooperativistas que encabeza Roganciano Mart¨ªn se movi¨® r¨¢pidamente para contrarrestar lo que califican como "golpe de estado" e intento de liquidar la cooperativa. Sacaron los tractores a la calle, bloquearon la cooperativa y organizaron m¨ªtines en la plaza hasta que el, gobernador civil intervino para hacerles retirar los tractores y volver a sus casas. Lo hicieron, pero ahora exigen ver las cuentas, porque por m¨¢s que el padre Victorio dice siempre que "yo se las ense?o al que me las pida", no se las ense?aa nadie, e incluso se le ha hecho un requerimiento notarial para que convoque una asamblea en la que exponga c¨®mo y por qu¨¦ se han producido esas p¨¦rdidas.
Esa es una clave que nadie maneja m¨¢s que el padre Victorio. Ni siquiera el anterior presidente, Emiliano L¨®pez, el confitero, sabe qu¨¦ ha podido pasar. Parece un hombre tan bienintencionado como irresponsable, que asegura con candidez redimidora no saber qu¨¦ es lo que ha firmado: "Yo me fiaba del cura porque sabe m¨¢s que yo. El, de cuando en cuando, me pasaba papeles a firmar y yo los firmaba. Nunca me dijo que nada fuera mal hasta que en febrero anunci¨® que ten¨ªamos p¨¦rdidas de diecisiete millones. Yo me qued¨¦ asombrado, porque fig¨²rese lo que es ese dinero para este pueblo". No parece preocupado por las responsabilidades que su firma puedan ocasionarle: "No, yo s¨®lo he firmado lo que me dec¨ªa el cura; yo culpa no, tengo". "Pero, oiga, que es su firma, y usted tendr¨¢ que responder de eso". "No, no; que responda el cura, que es el que lo llevaba todo", y no hay qui¨¦n le saque de ah¨ª.
Problema pol¨ªtico
El padre Victorio quita importancia al problema: "Se debe dinero, pero hay un patrimonio, este edificio y la nave de al lado, que tiene s¨®tano para establo. Entre los dos valen lo que la deuda". ?Valen eso? ?Qui¨¦n los quiere comprar? Y se lanza: "Aqu¨ª se puede poner un hostal y un restaurante y promocionar el pueblo como zona tur¨ªstica, porque el aire de aqu¨ª es muy bueno". Claro que lo es; es el aire que baja de las cumbres de Gredos, nada menos, pero esto es justo lo que temen los vecinos: que les quiten la cooperativa y que "cuatro aprovechaos se queden con lo que queda, los dos edificios". Pero el padre Victorio desautoriza ala oposici¨®n vecinal de Hoyocasero: "Todo esto es pol¨ªtica. Hay mucha pol¨ªtica detr¨¢s de esto. Esos revoltosos perdieron las elecciones irnunicipales y ahora quieren enredar". Claro que entender los entresijos de la pol¨ªtica en este pueblo resulta confuso.A las municipales se presentaron dos listas, una encabezada por el hermano del cura, la ganadora, y otra en la que figuraba como n¨²mero dos un hijo de Roganciano, Ricardo Mart¨ªn. Las dos se amparaban bajo una definici¨®n ambigua: irdependientes de UCD. El padre Victorio nos aclara el galimat¨ªas, seg¨²n ¨¦l, esta definici¨®n cuadra a la candidatura de su hermano, pero no a la otra, "que es ORT, por lo inenos". Al cura le acusan tambi¨¦n de tener el hogar parroquial cerrado, de reservarlo para almac¨¦n de muebles de su hermano, o del alcalde, como ¨¦l prefiere decir, que tiene un negocio de este ramo en los pueblos de la comarca. Al hablar de esto abandona toda cautela y desnuda todo su autoritarismo: "Yo abrir¨¦ el centro parroquial cuando me d¨¦ la gana. Eso de dejarlo para que la juventud juegue al billar, nada, porque me lo estropean". "Pero, padre, eso es de la parroquia, ?no?". "Esos alborotadores no son parroquia".
La preocupaci¨®n del obispo
Felipe Fern¨¢ndez, obispo de Avila, recibi¨® la protesta de un grupo de vecinos. Es cauteloso cuando habla del tema, que evidentemente le desagrada, pero no r h¨²ye las preguntas: "En principio, quiero decirle que no tengo ninguna duda de la buena intencion de este hombre. Si ha podido o no cometer errores en su gesti¨®n es otra cosa". De una u otra forma, lo que parece evidente es que su inter¨¦s por los asuntos terrenos no contribuye a acercar a sus feligreses a la iglesia: "S¨ª, puede ser que su tarea pastoral, que debe ser lo primero, se vea dificultada. En ese sentido, cabe la posibilidad de que el vicario y yo le hayamos recomendado alguna vez que se dedicara s¨®lo a la iglesia, pero hay que respetar su libertad". ?Y sustituirle? "Con un ambiente tan crispado, no soy partidario de tomar una decisi¨®n. Si acaso, m¨¢s adelante...". A lo que no tiene m¨¢s remedio que asentir es a la necesidad de que abra el hogar parroquial: "S¨ª. Tendremos que ordenarle que lo haga. Eso es de la parroquia y debe estar abierto para la parroquia. No puede estar dedicado al uso que ahora se le da".Pero, a todo esto, ?qu¨¦ ha podido pasar con el dinero? Quiz¨¢ lo sepa Emilio Mar¨ªn, director de la Caja Rural Provincial, organismo que engull¨® hace a?o y, medio la caja rural local del controvertido padre Victorio: "No hay nada raro en que la hayamos asimilado. Es que una nueva disposici¨®n exig¨ªa que las cajas locales tuvieran un dep¨®sito de diez millones, y ¨¦l no pod¨ªa tenerlo. Nosotros controlamos la caja del pueblo desde ese momento, pero de lo de antes no puedo decirle nada. Lo que s¨ª es cierto es que est¨¢ registrada una deuda de la cooperativa de diecisiete millones largos".
En cualquier caso, no oculta que no tiene confianza en el padre Victorio como gestor: "Nosotros podr¨ªamos haberle mantenido a ¨¦l al frente de la caja, pero no nos interesa. Hemos mandado a dos personas que van cada ma?ana. El quiere meter mano, pero no le dejamos. Mi opini¨®n es que tiene que dedicarse a la iglesia nada m¨¢s".
Emilio Mar¨ªn, que se muestra partidario de dar toda clase de facilidades para que la cooperativa no muera, no sabe -ni le interesa- si es un problema de mala gesti¨®n o de estafa, aunque s¨ª admite la posibilidad de la existencia de algunas operaciones ileg¨ªtimas, como el pr¨¦stamo de cantidades para la compra de pisos en Madrid: "S¨ª, creo que ha existido algo de esto. Eso no se puede hacer, porque los pr¨¦stamos de las cajas rurales son para utilizar el dinero en el campo, no para comprar pisos en Madrid. Claro que pueden figurar como pr¨¦stamo a un agricultor y que ¨¦ste le pase el dinero a su hijo para que se compre un piso, y en ese caso no habr¨ªa nada que objetar".
Pero al padre Victorio no le interesa protegerse tras ese subterfugio, porque utiliza esos cr¨¦ditos como argumento y llega a decir sin el menor rubor: "Aqu¨ª ten¨ªan que besar por donde yo piso, porque gracias a m¨ª se han comprado piso en Madrid muchos de mis conciudadanos".
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