Silencio, risas y aplausos para los mimos de Marcel Marceau en Zaragoza
Con lleno total, agotadas las localidades desde horas antes de la sesi¨®n, reapareci¨® este fin de semana en el teatro Principal, de Zaragoza, Marcel Marceau, un hombre de casi sesenta a?os que parece el mismo de su ¨²ltima actuaci¨®n en Espa?a (Madrid y Zaragoza, en 1972). El p¨²blico se contagi¨® de su silencio la noche de? estreno, el s¨¢bado; ni un murmullo, s¨®lo risas acompa?ando los gags y el m¨¢s prolongado aplauso al t¨¦rmino del espect¨¢culo. Hac¨ªa mucho tiempo que el tel¨®n del, Principal no se levantaba, como el s¨¢bado, una decena de veces.
Marcel Marceau, uno de los platos fuertes del III Festival Internacional de Teatro, que se est¨¢ celebrando en Zaragoza, subi¨® a quinientas pesetas la butaca, frente a las doscientas de la mayor parte de las actuaciones. Hab¨ªa expectaci¨®n. Alguien comentaba en el descanso que Marceau hab¨ªa cambiado, que ya no se segu¨ªa lo mismo que antes su lenguaje de silencio. La mayor¨ªa, sin embargo, sigui¨® como un ritual cada una de sus pantomimas.En la primera parte fueron las llamadas de estilo, en las que Maricel Marceau intenta presentar personajes, caracteres, s¨¢tira social, apoy¨¢ndose a menudo en la m¨²sica. Comenz¨® en una feria de regio!nes imaginaria, gan¨¢ndose al p¨²blico sobre todo con su paso por el laberinto, donde era casi posible ver los cristales que dibujaban sus manos buscando la salida.
Repiti¨® despu¨¦s una de sus inolvidables pantomimas, mezcla de ballet en este caso, La creaci¨®n del mundo, con el andante del concierto 21 de Mozart como soporte sonoro.
La parodia de El tribunal, cargada de intencionalidades, fue en esta primera parte la que el p¨²blico sigui¨® con mayor entusiasmo. Con perfecta claridad, Marceau representa a un juez que dormita, a un fiscal altivo, a un abogado defensor -aqu¨ª Marceau reduce su estatura- que apoya sus alegatos en la sensibler¨ªa. Define a la perfecci¨®n los problemas econ¨®micos del reo, su numerosa prole, pregunt¨¢ndose qu¨¦ ser¨¢ de ella. El mayor afecto lo dedica al acusado, flevado a empujones, y entre la indiferencia de la sala del juicio, los juegos de papeles, Marcel Marceau acaba condenando a su m¨¢s querido personaje. "El p¨²blico tiene que acostumbrarse a lo tr¨¢gico y a lo c¨®mico, porque ambos aspectos forman parte de su vida cotidiana", afirma el propio autor.
Fabricante de m¨¢scaras
La t¨¦cnica de Marcel Marceau se pone de manifiesto de modo particular en la pantomima Ramada El fabricante de m¨¢scaras (los cambios apenas perceptibles de su cara eran seguidos incluso desde lo m¨¢s alto del anfiteatro). La m¨¢scara de la risa se queda atascada y Marceau logra expresar la gran contradicci¨®n de una sonrisa inerte con un cuerpo lleno de ira por no poderla arrancar.
La segunda parte del espect¨¢culo est¨¢ consagrada a Bip, el personaje que es su creaci¨®n personal y a quien ¨¦l compara a don Quijote luchando contra los molinos de viento, creyendo ver en ¨¦l el humor, espa?ol. El Bip, que es a la vez David y Goliat, la raz¨®n y la fuerza, vuelve a mostrar los cambios vertiginosos de forma. Tras un panel aparecen y desaparecen en segundos dos Marceau completamente diferentes.
La pantomima final del espect¨¢culo es el Bip soldado, donde Marcel Marceau muestra una de sus mayores preocupaciones vitales: el absurdo de la guerra. En ella, al contrario que en su anterior reo condenado, Marceau salva el esp¨ªritu del hombre tras la muerte y le lleva al mundo de sus sue?os, del que parti¨®. Posiblemente este deliberado efecto final fue el que, en un clima que si le era favorable desde el principio- se fue haciendo cada vez m¨¢s c¨¢lido a lo largo de su actuaci¨®n, termin¨® por provocar el entusiasmo de un p¨²blico puesto en pie en un prolongad¨ªsimo aplauso.
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