Teor¨ªa general de la incompetencia
Sale al mercado un nuevo producto. Encuentro a un empresario del ramo y le digo:-?M¨¢s competencia todav¨ªa!
El empresario me ataja:
-No. M¨¢s incompetencia. Aqu¨ª casi todos somos la incompetencia de alguien. Este nuevo producto no es la competencia del m¨ªo, sino su incompetencia; de la misma forma que mi producto es a su vez la incompetencia de otro; y ese otro, la incompetencia de otro; y as¨ª sucesivamente...
Formula, por tanto, nuestro optimista interlocutor una como a modo de teor¨ªa general de la incompetencia o teor¨ªa de la incompetencia general. En su ¨¢nimo explicativo y totalizador, no muy diferente de la famosa teor¨ªa general keynesiana. (Antes de seguir, y como en Espa?a somos muy aficionados a los centenarios, digamos que en 1983 se cumplen cien a?os del nacimiento de Keynes y cien a?os de la muerte de Marx, curiosa coincidencia. Tambi¨¦n se?alemos que se cumplir¨¢ un siglo del nacimiento de Ortega.)
Encuentro esa teor¨ªa general de la incompetencia muy razonable y me asombra que no haya sido formulada hasta ahora. Y es que nos ocupamos m¨¢s en saber c¨®mo deber¨ªan vivir los hombres que en conocer c¨®mo realmente viven. Con lo cual, seg¨²n dec¨ªa nuestro amigo Maquiavelo, aprendemos m¨¢s bien lo que ser¨¢ causa de nuestra ruina que lo que deber¨ªa preservarnos de ella.
Hay muchos ejemplos justificativos de esa teor¨ªa general de la incompetencia o teor¨ªa de la incompetencia general. El mundo est¨¢ lleno de ellos, de la misma forma que la televisi¨®n espa?ola est¨¢ llena de f¨²tbol y compresas. Porque, como teor¨ªa general que es, resulta v¨¢lida para otras voces, otras veces y otros ¨¢mbitos, y no s¨®lo para esta nuestra realidad balomp¨¦dica y menstruante; que as¨ª como la realidad llena el mundo, aqu¨ª llena las pantallas de TVE, que es el espejo de Espa?a y del Mundial. Ser¨ªa muy f¨¢cil particularizar hispanoamericanamente, a la vista de la ola de galtierismo que nos invadi¨® en Argentina. Pero la ra¨ªz no es s¨®lo ib¨¦rica y racial. Sabido es que en la vida todo lo que no es reglamento es teolog¨ªa. Y, aunque no deber¨ªamos apartarnos de nuestro hilo conductor kantiano, no resisto ahora ejemplificar. Vamos a verlo.
Los victorinos de Par¨ªs
Esa nuestra realidad, siempre menstruante y ahora adem¨¢s balomp¨¦dica (que lo de football y hasta f¨²tbol ha dicho el alcalde que es expresi¨®n anglicana), esa realidad, repito, fue antes taurom¨¢quica y en ocasiones taurom¨¢gica. ?Cu¨¢ndo? Quienes saben dicen que lo ¨²ltimo ocurr¨ªa sobre todo con los llamados victorinos. ?Y qu¨¦ son los victorinos? Pues unos te¨®logos. A saber: Hugo de San V¨ªctor, Ricardo de San V¨ªctor, Godofredo de San V¨ªctor, Gualterio de San V¨ªctor y, en general, los m¨ªsticos del monasterio parisino de Saint Victor buscadores de la contemplaci¨®n divina... Pasaron los siglos, y acaso esos victorinos de Par¨ªs se reencarnaron en los temibles toros del ilustre ganadero de Galapagar: un s¨ª es no es corniveletos, goyescos y asaltillados.
?Tiene asimismo la teor¨ªa general de la incompetencia una explicaci¨®n divina? Claro que s¨ª. Ya hemos dicho que en la vida todo lo que no es reglamento es teolog¨ªa (y en el caso del Congreso de los Diputados y de don Landelino Lavilla hasta el reglamento es teolog¨ªa...). Bien. Guiados por el joven y jocundo maestro Savater, leamos en castellano al no tan joven ni jocundo maestro Cioran. Dice as¨ª: "Es dif¨ªcil, es imposible creer que el dios bueno, el Padre, se haya involucrado en el esc¨¢ndalo de la creaci¨®n. Todo hace pensar que no ha tomado en ella parte alguna, que es obra de un dios sin escr¨²pulos, de un dios tarado..." Ah¨ª -en ese aciago demiurgo de Cioran y no en el bondadoso demiurgo de Plat¨®n- hallo yo la ¨²nica explicaci¨®n l¨®gica, o sea, teol¨®gica, de este enojoso tiberio. La ola de incompetencia que nos invade, nos invade desde siempre y adem¨¢s no es solamente hisp¨¢nica. Est¨¢ en nuestra propia ra¨ªz humana, desde los tiempos de la famosa manzana (la de Eva) en el Para¨ªso.
Perdido, por supuesto.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.