Una versi¨®n al borde del descr¨¦dito
Las dudas que pudieran existir sobre la versi¨®n que del caso Almer¨ªa dan sus protagonistas y ¨²nicos testigos se han acrecentado todav¨ªa m¨¢s al escucharla, por primera vez p¨²blicamente, ante el tribunal que juzga las responsabilidades derivadas de aquel tr¨¢gico suceso. En este momento, una vez producido el interrogatorio de los procesados, o¨ªda la testificaci¨®n de la mayor parte de los guardias civiles que participaron en las distintas fases de los hechos, y en espera de las pruebas de car¨¢cter pericial, esta versi¨®n est¨¢ al borde del descr¨¦dito y pr¨¢cticamente carente de credibilidad. No se trata de que sea o no sea la real, cuesti¨®n esta secundaria en este momento procesal y m¨¢s propia ya de historiadores; se trata de que la versi¨®n que se ha abierto camino en el sumario aparezca coherente seg¨²n las reglas de la l¨®gica humana, mostrando una relaci¨®n causal entre las distintas fases de su desarrollo, una utilizaci¨®n racional de los medios empleados respecto del fin perseguido y, en definitiva, una conexi¨®n entre la acci¨®n que se dice que se ha realizado y los resultados que se han producido.Para un observador imparcial a este lado de estrados -dejemos al tribunal al otro lado para que desde su independencia valore todas las pruebas que se practican ante su presencia- el relato de los protagonistas hace aguas por todas partes, choca con las reglas de: la l¨®gica humana y, finalmente, ni siquiera ha sido avalada por ellos mismos ante el tribunal desde una posici¨®n de racionalidad. Las frases "se?or¨ªa, yo tampoco me lo explico" o " yo digo lo que vi o lo que hice" han sido repetidas una y mil veces por los procesados como ¨²nica salida ante lo absurdo o lo inexplicable de los resultados de su acci¨®n.
A esta situaci¨®n se ha llegado fundamentalmente como consecuencia de la t¨¢ctica de rodillo ruso o de apisonadora utilizada por el acusador particular, que, partiendo de un profundo conocimiento del sumario, ha obligado a los procesados a desmenuzar su versi¨®n en sus m¨¢s ¨ªnfimas partes. El resultado ha sido la contradicci¨®n, la duda, la imprecisi¨®n y, en ¨²ltimo t¨¦rmino, la falta de explicaci¨®n. Esto ha sido evidente en el relato de los hechos culminantes del caso Almer¨ªa, aquellos que se producen en el punto kilom¨¦trico 8,400 de la carretera de G¨¦rgal y cuyo resultado fueron las muertes de los tres j¨®venes detenidos. Puede ser que el acusador particular no llegue a demostrar su tesis de asesinato, es decir, la existencia de alevos¨ªa o premeditaci¨®n en dichas muertes, pero su trabajo puede servir extraordinariamente para reforzar la tesis de homicidio que mantiene el ministerio fiscal, alejando los hechos de la zona de la imprudencia punible.
Mientras tanto, las defensas de los procesados, y estos mismos quiz¨¢s mal aconsejados, derrochan sus esfuerzos en aspectos muy secundarios, como es su insistencia en que las v¨ªctimas eran de ETA,y apenas se detienen en el kil¨®metro 8,400 de la carretera de G¨¦rgal, que es donde se producen los hechos.
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