Un marco OTAN para el nuevo acuerdo

A la espera de los textos oficiales que permitan un an¨¢lisis del nuevo acuerdo bilateral espa?a-Estados Unidos, el anuncio del fin de las negociaciones ha disipado el problema del control y utilizaci¨®n de las bases norteamericanas en Espa?a, punto clave que fren¨® la firma del nuevo acuerdo dentro del calendario previsto de pr¨®rroga del anterior tratado de amistad y cooperaci¨®n, cuya vigencia concluy¨® el pasado 21 de mayo.En Washington, el Departamento de Estado se muestra cauto y prefiere no pronunciarse hasta el momento de la firma del acuerdo que regir¨¢, dentro del marco OTAN, el futuro de las relaciones bilaterales entre Espa?a y Estados Unidos, centradas, especialmente, en el sector de la defensa.

Factores pol¨ªticos de talla habr¨ªan influido, al parecer, en las ¨²ltimas semanas de la discreta negociaci¨®n, en Madrid, entre los responsables de ambas delegaciones negociadoras.

Madrid, al parecer, insisti¨® firmemente ante Washington para obtener garant¨ªas sobre la utilizaci¨®n de las bases estadounidenses ubicadas en territorio espa?ol. El control minucioso de todos los movimientos fue un factor de capital importancia, apoyado por el hecho de la pertenencia de Espa?a en la OTAN (Organizaci¨®n, del Tratado del Atl¨¢ntico Norte). Madrid, despu¨¦s del descalabro de la operaci¨®n OTAN-Gibraltar, que la intransigencia brit¨¢nica y la guerra de las Malvinas complican otra vez, no pod¨ªa permitir la firma de nuevos acuerdos con EE UU, sin poder presentarlos como una victoria para la soberan¨ªa y control de las bases por parte espa?ola.

El escollo recibi¨®, al parecer, la comprensi¨®n de Washington, que dif¨ªcilmente puede discutir la condici¨®n de aliado de un pa¨ªs que acaba de incorporarse a la OTAN. Por otra parte, simult¨¢neamente a las lentas negociaciones con Espa?a, la Administraci¨®n norteamericana del presidente Ronald Reagan concret¨® acuerdos de cooperaci¨®n militar -con derecho a utilizaci¨®n de bases- con el reino de Marruecos.

Adem¨¢s de la alternativa marroqu¨ª, que en ning¨²n caso supone la renuncia de las bases instaladas en Espa?a por parte de los estrategas del Pent¨¢gono, Washington tampoco ignor¨® la situaci¨®n pol¨ªtica espa?ola. De no haber concluido un acuerdo por estas fechas, el calendario estival, seguido de un muy probable calendario electoral, habr¨ªa complicado la firma de un nuevo acuerdo entre: Espa?a y Estados Unidos.

Queda, al parecer, la inc¨®gnita de la eventual instalaci¨®n en Espa?a de armas nucleares, que no figura en el articulado del nuevo acuerdo. Madrid y Washington habr¨ªan coincidido en que el asunto sea planteado en su d¨ªa, caso de ser necesario, y resuelto como un tema m¨¢s al tono del marco Espa?a-OTAN, que en el contexto de unas relaciones bilaterales Espa?a-EE UU.

Mientras los textos del nuevo acuerdo llegan al Parlamento para su ratificaci¨®n, el fin de las negociaciones zanja una era, la del antiguo tratado bilateral de amistad y cooperaci¨®n, firmado en 1975, al son de los intereses norteamericanos, en las postrimer¨ªas de la dictadura franquista.

El nuevo acuerdo bilateral Espa?a-EE UU, llega, tambi¨¦n, en un momento de cambio en la c¨²spide del Departamento de Estado, tras la dimisi¨®n del general Alexander Haig y la llegada del nuevo secretario de Estado, norteamericano George Shultz. Tambi¨¦n se esperan cambios inminentes, por simples razones de calendario, en las Embajadas de EE UU en Espa?a, que dirige Terence Todman, y la de Espa?a en Estados Unidos, que preside Jos¨¦ Llad¨®.