La 'soluci¨®n Lavilla'
LA DECISION de Landelino Lavilla de aceptar la propuesta de Leopoldo Calvo Sotelo para que el Consejo Pol¨ªtico de UCD le designe presidente de UCD se halla tan cargada de remilgos que m¨¢s que para cerrar la crisis centrista parece tomada para instalarla definitivamente en la provisionalidad. La pretensi¨®n de Lavilla de que su eventual dimisi¨®n como presidente de UCD significara autom¨¢ticamente la recuperaci¨®n por Calvo Sotelo del cargo es una peregrina cl¨¢usula sucesoria que cuadra muy poco con los h¨¢bitos democr¨¢ticos, y su formulaci¨®n revela hasta qu¨¦ punto la salida a la crisis est¨¢ prendida con alfileres.Aunque no se conozcan con exactitud las exigencias a las que Lavilla subordina la aceptaci¨®n de la presidencia de UCD, parece que esas condiciones incluyen cuestiones tanto organizativas como program¨¢ticas. Es de presumir que el candidato pida el cese de las hostilidades entre las fracciones y el cumplimiento de las normas disciplinarias, tan abundantemente transgredidas desde la primavera de 1980 por los unos y por los otros. Ahora bien, el documente, aprobado hace unos d¨ªas por el Comit¨¦ Ejecutivo se encuentra, en cuestiones organizativas, casi en las ant¨ªpodas del dise?o propugnado por el llamado sector cr¨ªtico, capitaneado por el propio Lavilla, en el congreso de Palma. Caso de ser aplicado, har¨ªa muy dif¨ªcil la permanencia en UCD de los diversos grupos que aspiran a ser reconocidos como corrientes de opini¨®n o tendencias estructuradas. ?Ser¨¢ capaz el presidente del Congreso de conseguir que las capillas y fracciones centristas respeten su liderazgo y renuncien a su actuaci¨®n como grupos semiaut¨®nomos? No parece probable que las exhortaciones morales a la concordia conmuevan lo mas m¨ªnimo a los cori¨¢ceos barones que se han echado ya al plato a Adolfo Su¨¢rez, Agust¨ªn Rodr¨ªguez Sahag¨²n, Leopoldo Calvo Sotelo, Rafel Arias Salgado y Rafael Calvo Ortega. ?Se tratar¨ªa, entonces, de establecer un estatuto de tolerancia que permitiera a democristianos, azules, liberales, socialdem¨®cratas y suaristas campar por sus respetos dentro de determinadas fronteras? En tal caso, el documento aprobado hace pocos d¨ªas ser¨ªa papel mojado y tendr¨ªa que ser sustituido por unas nuevas directrices.
Pero las exigencias del candidato pueden referirse tambi¨¦n a cuestiones program¨¢ticas, a la posible remodelaci¨®n del Gobierno y a la forma de perfilar la plataforma electoral y la pol¨ªtica de alianzas de UCD ante los pr¨®ximos comicios. Si el citado documento del Comit¨¦ Ejecutivo contin¨²a en vigor, UCD se reafirmar¨ªa en sus posiciones de centro-centro, concurrir¨ªa a las urnas en solitario y s¨®lo se plantear¨ªa la posibilidad de una coalici¨®n -de cualquier coalici¨®n- despu¨¦s de que los votantes hubieran hablado. Ahora bien, el rechazo de la concepci¨®n de UCD como un partido bisagra y la consiguiente afirmaci¨®n de su voluntad mayoritaria entran en contradicci¨®n l¨®gica con esa estrategia de glorioso aislamiento, destinada -por la fuerza de los hechos- a cosechar unos magros resultados electorales, y con la acelerada serie de escisiones y fugas de que es v¨ªctima el centrismo. El abandono del grupo democristiano de Oscar Alzaga para pactar electoralmente con Manuel Fraga y la salida de otro grupo liberal rumbo a los clubes de Antonio Garrigues asestan ya un serio golpe a las pretensiones de UCD como formaci¨®n pol¨ªtica de gran implantaci¨®n electoral.La baja de Adolfo Su¨¢rez y su prop¨®sito de fundar un nuevo partido centrista significar¨ªan, de confirmarse, la definitiva despedida a las aspiraciones de que UCD emergiera de las urnas como primera o segunda minor¨ªa parlamentaria.
Algunos dirigentes centristas de pasada obediencia suarista, como Fernando Abril y Rafael Arias Salgado, parecen inclinados a hacer suya la vieja consigna comunista de que m¨¢s vale equivocarse con el partido que acertar fuera de sus filas. No es probable, sin embargo, que UCD ofrezca superficie pol¨ªtica suficiente para tales ejercicios de fe, y no es f¨¢cil que la ocupaci¨®n de la presidencia de UCD por Lavilla pueda frenar la marea de fugas y abandonos. Menos a¨²n invertir la tendencia hasta el extremo de conseguir que esas siglas, concurriendo en solitario a los comicios, pudieran reconquistar el terreno perdido en Galicia y Andaluc¨ªa. La conjetura de que la UCD de Calvo Sotelo pudiera integrarse en el pacto de la gran derecha no procede tanto de los juicios de intenciones como de los datos objetivos del panorama pol¨ªtico.
O sea, que mucho nos tememos que la soluci¨®n Lavilla no sea ninguna soluci¨®n. Supone poner al frente de UCD al sector confesional democristiano y consolidar los aires de provisionalidad que el partido del Gobierno tiene.
Pero hay una raz¨®n y una virtualidad para que Landelino Lavilla acepte, aun con tantas precauciones, asumir la presidencia del partido que las urnas le negaron en el congreso del mismo. Se tratar¨ªa de que el presidente del Congreso intentara apoderarse al m¨¢ximo posible del aparato ucedista, que escapa ahora al control democristiano, antes de las elecciones. Y de esa forma preparar la alianza de la gran derecha, tantas veces negada por Calvo Sotelo y tan obviamente empujada desde amplios sectores del poder.
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