La democracia esdr¨²jula
Cuando naci¨® a la vida hab¨ªa en su patria una llamada "democracia org¨¢nica". Aquello era, sin duda, una democracia adjetivada y esdr¨²jula. Con los a?os supo de quienes quer¨ªan una democracia aguda, radical y de quienes aspiraban a una democracia llana, sin acento y sin adjetivos.La primera vez que esta ¨²ltima se manifest¨® ante sus sentidos lo hizo en su habitual forma parlamentaria. Y llegaba a ¨¦l por las voces de un presidente del Congreso que era una cristiana aleaci¨®n de bonhom¨ªa y gerundios. Luego, con asombro, vio c¨®mo tras los gerundios llegaban los esdr¨²julos. No es que aquella democracia fuera tambi¨¦n org¨¢nica o tan siquiera una alotrop¨ªa de la reci¨¦n fallecida o suicidada. Es que en su prosodia las palabras se volv¨ªan esdr¨²julas.
Por ejemplo, sal¨ªa el todav¨ªa no alcalde Tierno y dec¨ªa: "La C¨®nstitucion...". As¨ª, con el acento en la primera o. La Constituci¨®n era el argumento de toda aquella primera representaci¨®n democr¨¢tica (toda democracia es representaci¨®n, en todos los sentidos, desde el momento en que la democracia directa s¨®lo puede ejercitarse en comunidades muy peque?as, como las de vecinos, y eso si van). La C¨®nstitucion esdr¨²jula parec¨ªa m¨¢s constituci¨®n que la Constituci¨®n aguda. Ten¨ªa dentro como m¨¢s democracia y, desde luego, como m¨¢s autonom¨ªas.
Quienes saben dicen que don Enrique Tierno, en sus a?os de exilio universitario, hab¨ªa ejercido la docencia en Princeton. Y de all¨ª, de la influencia anglosajona, le ven¨ªa la esdr¨²jula prosodia. El Viejo Profesor la acentuaba adem¨¢s con el adem¨¢n de alzar la mano como para levantar la primera o y elevarla a los aires donde todav¨ªa flotaban -cristianos y beat¨ªficos- los gerundios presidenciales. As¨ª pues, el esdr¨²julo tiernista era, propiamente, el esdr¨²julo de Princeton. Acaso una involuntaria figura de la realidad. Porque all¨¢, en el fondo, mucha realidad constitutiva era todav¨ªa esdr¨²jula en aquellos tiempos constituyentes.
Que la cosa era as¨ª todos lo empezaron a comprender m¨¢s tarde, cuando -con el transcurso de los votos y los d¨ªas- algunos espont¨¢neos saltaron al debate de la investidura. Con involuntaria premonici¨®n hist¨®rica e hist¨¦rica hubo chusco que llam¨® antes al ret¨®rico c¨®nclave el debate de la embestidura, por los ataques que habia de soportar el por entonces belmonte?o candidato. Tanta era su quietud que Belmonte nos parec¨ªa redivivo.
Quiz¨¢ esa quietud y casi hieratismo llev¨® al segundo gran esdr¨²julo de nuestro vocabulario contempor¨¢neo: consolidaci¨®n. Seg¨²n vemos, palabra aguda, como constituci¨®n y transici¨®n. Se supone que la consolidaci¨®n ser¨¢, por fin, el fin de la transici¨®n inacabable (d¨ªgase en versi¨®n sobresdr¨²jula: c¨®nsolidacion y tr¨¢nsici¨®n). Como si la vida y la historia dejaran alguna vez de ser transici¨®n y no fueran siempre s¨®lo eso y nada m¨¢s que eso... Ocurre que lo de consolidad o consolidada nos suena o bien a balance y deuda p¨²blica o bien a cemento armado. Connotaciones poco adecuadas para una democracia en marcha, porque de deuda p¨²blica seguimos casi por obligaci¨®n a clases pasivas y lo de cemento armado nos recuerda demasiado al bunker. Y resulta que las clases pasivas suelen ser t¨¦rmino, y el bunker, voluntad de no moverse, que en esa inmovilidad vino a parar finalmente el antiguo Movimiento, mientras que algunos (otros) movimientistas se movieron tanto que por fortuna llegaron a la democracia.
No acertamos con las palabras. Lo cual significa que la realidad va mal. Nos pareci¨® belmontismo lo que alg¨²n malpensado llama ya dontancredismo. Y calificamos de f¨¢cticos a unos poderes sin darnos cuenta de que todos los poderes lo son. Porque un poder o es f¨¢ctico o no es poder. Con lo cual corremos el riesgo de tener una democracia no s¨®lo esdr¨²jula, sino tambi¨¦n factificada.
-A ver: explique usted eso de factificada.
-Pues yo dir¨ªa que..., de alguna manera, es decir, a nivel de..., bueno..., claro, esto..., ejem...
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