Pega, pero escucha
Al aceptar el general Reynaldo Bignone la banda presidencial, que le donaba un compa?ero de faenas, llegaba a la Casa Rosada un telegrama que ten¨ªa como remitente a otra casa, la Casa Blanca. Esto demuestra dos cosas: 1?, que el Departamento de Protocolo de Washington funciona a la perfecci¨®n, y 2?, que Ronald Reagan no se olvida de que enterrados en la plataforma submarina argentina hay un m¨ªnimo de 30.000 millones de metros c¨²bicos de petr¨®leo. Este es un tema que muy pocos analistas han tratado en profundidad -yo lo he hecho hace unos meses tangencialmente y prometo ampliar la cuesti¨®n-, y es lo que explica que en el mensaje expedido por la Casa Blanca se a?adiera "el presidente de Estados Unidos concede gran valor a las relaciones amistosas con Argentina". La menci¨®n de "gran valor" es una realidad como un templo; obs¨¦rvese que cuando hablo de 30.000 millones de metros c¨²bicos de petr¨®leo, me estoy refiriendo al 0,1% de la estimaci¨®n potencial de la cuenca, lo que, bas¨¢ndonos en un simple c¨¢lculo de multiplicaci¨®n, convierte a esa zona en el Kuwait del Cono Sur.Las relaciones ArgentinaEE UU forman parte de una interminable historia de desconfianzas mutuas originadas por la teor¨ªa de que para hacer que oiga un gobierno sordo, l¨® m¨¢s id¨®neoes aplicarle med¨ªdas ruidosas. El punto de partida radica en la tesis del hermano mayor que ve con malos ojos el acercamiento de la clase dirigente argentina, no hacia Est¨¢dos Unidos, sino hacia Europa, un continente en permanente conflicto con el que podr¨ªa dialogar incluso, en muchas ocasiories, en el mismo idioma.
La doctrina Monroe, formulada en el Congreso norteamericanoo el 2 de diciembre de 1823, le fue recitada al Gobierno argentino por C¨¦sar A. Rodnay, un diplom¨¢tico que seis a?os antes hab¨ªa recorrido hasta la ¨²ltima pulgada del territorio que, desde siempre, ha interesado a Norteam¨¦rica.
Las colonias emancipadas estaban sobre aviso: "Estados Unidos no puede contemplar ningu na intervenci¨®n de cualquier potencia europea. con el prop¨®sito de oprimirla o controlar de otra manera su destino, bajo otra luz que como manifestaci¨®n de una disposici¨®n poco amistosa hacia Estados Unidos". La famosa doctrina calcaba el deseo de John Quincy Adams que, como secretario de Estado, hab¨ªa sentenciado un a?o antes que el planeta "deb¨ªa familiarizarse con la idea de considerar al continente americano como nijestro dominio natural", pensamiento que hoy contin¨²a vigente.
La filosof¨ªa monroniana salt¨® en un mill¨®n de pedazos cuando en 1831 la corbeta americana Lexinton atac¨® Puerto Luis, en las Malvinas, y, posteriormente pulvenz¨® a la colonia. Francis Bayles, encargado de negocios norteamericano, le dice al Gobiemo argentino que todo est¨¢ OK, y para demostrarlo, lee a los asombrados mandatarios de la Casa Rosada un mensaje del presidente Jackson al Congreso en el que se especifica que "las Malvinas se declaraban enteramente libres para todas las naciones del mundo", y que la tan mentada doctrina Monroe no inclu¨ªa a las dichosas islas. El mensaje oculto no pod¨ªa ser m¨¢s claro: Estados Unidos bendec¨ªa con los santos
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¨®leos de su poder¨ªo la ocupaci¨®n brit¨¢nica.
Trat¨¢ndose de un pa¨ªs como Argentina, hasta un ciego podr¨ªa ver que el gran negocio estaba en la carne. El nuevo imperalismo yanqui, en la denominaci¨®n del historiador norteamericano Arthur P. Whitaker, coincide con la compa?¨ªa A?rmour, que compra los frigor¨ªficos La Blanca, contin¨²a con la adquisici¨®n de otro frigor¨ªfico, La Plata Cold Storage, por parte de Swift, y aprieta el nudo con! el descubrimiento del enfriado por congelaci¨®n a -30', que permite regalarse con una de las mejores carnes del mundo a los cuarenta d¨ªas de haber sido sacrificada la res.
Contra la doctrina Monroe se alz¨® la teor¨ªa del delegado argentino Roque S¨¢enz Pe?a, Am¨¦rica para la humanidad, proclamada en la I Conferencia Panamericana de 1890. Once a?os despu¨¦s, ante la intervenci¨®n de las armadas de Gran Breta?a, Italia y Alemania para cobrar la deuda de Venezuela, Luis Mar¨ªa Drago, ministro de Relaciones Exteriores, impacienta a¨²n m¨¢s a los norteamericanos; a la doctrina Drago, EE UU responde, por boca del presidente de Estados Unidos, Teodoro Rooseveit: "Speak Softly but cany a big stiM,', es decir, "habla en voz baja, pero ll¨¦vate un garrote", bella excusa para que W. H. Taft, ministro de Rooseveit, recuerde a los desmemoriados que "las fronteras de Estados Unidos terminaran virtualmente en Tierra de Fuego". Es decir, ese tri¨¢ngulo del hemisferio americano que tiene como vista marina a las islas Malvinas.
Desde el apoyo del presidente Hip¨®lito Yrigoyen a las fuerzas de Sandino hasta las barbaridades de) embajador Spuille Braden en 1945, la irritaci¨®n entre Argentina y Estados Unidos se transforma en pelea frontal. El antagonismo perdura y, hoy, la cabeza de Haig es un hecho simb¨®lico; a ¨¦l se deben todos los males, incluida la pos¨ªci¨®n arg¨¦ntina de no hacer caso al embargo norteamericano a Rusia tras la invasi¨®n de Afganist¨¢n, el boicoteo a los Juegos Ol¨ªmpicos de Mosc¨², la falta de lluvig o a que la selecci¨®n argentina haya perdido frente a Brasil. Se trata ya de un di¨¢logo de sordos. .
Todo ha venido a complicarse, m¨¢s a¨²n si cabe, con la cuesti¨®n de las Malvinas. Norteam¨¦tica sabe con exactitud que no se trata de un tema despreciable. Durante cuatro a?os los cient¨ªficos del Lamont Geological Observatory, dependiente de la Univeriidad de Columbia, recorrieron una cuenca que arranca a 580 kil¨®metros al sur del cabo de Hornos, pasa por el r¨ªo de la Plata y, por fin, se detiene frente a R¨ªo de Janeiro. Un buque norteamericino y tres argentinos realizaron la investigaci¨®n y no estaban buscando peces precisamente, sino algo con un olor asqueroso, por lo que el mundo mata, pues sin eso no se puede vivir c¨®modamente. La Esso lo sabe bien.
Derechos humanos, s¨ª. Solidaridad, s¨ª. Amistad, s¨ª. Respaldo, s¨ª. Pero no toquemos el petr¨®leo, porque entonces puede venir alguien hablando en susurros y con un palo en la mano.
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