La quimera del agua
Enfrentada a la realidad de un tercer verano consecutivo sin agua, la Espa?a seca desconf¨ªa de la ciencia y recurre al pasado. Los zahor¨ªes han vuelto
Laureano Zamora, labrador, 59 a?os de edad, lleva tres d¨¦cadas descubriendo corrientes subterr¨¢neas de agua con una simple varilla, y todav¨ªa no ha conseguido que sus vecinos de la manchega localidad de Argamasilla de Calatrava le tomen en serio. Su cu?ado, tambi¨¦n curtido trabajador de la tierra, sostiene que esto le ocurre a Laureano porque nunca ha cobrado por sus servicios. "Si pusiese un precio por pozo marcado", dice, "todos le admirar¨ªan, pero es que ni ¨¦l mismo se da importancia". No por eso dejan de llamar a la puerta del zahor¨ª sus paisanos, y hasta alg¨²n que otro forastero, s¨ª precisan urgentemente encontrar agua para sus campos.Cuando Laureano Zamora se desplaza al terreno donde deber¨¢ actuar como sensitivo, lo hace acompa?ado del parco ¨ªnstrumen tal, que ¨¦l califica, bromeando como "mi oficina": dos palos flexibles de avellano amarrados en sus puntas por un hilo de cobre, un p¨¦ndulo met¨¢lico de forma ojival y un pu?ado de monedas de cobre gastadas por el mucho uso, en las que a¨²n se puede entrever la efigie de Alfonso XII. Nada m¨¢s llegar al lugar de la b¨²squeda, Laureano se desplaza con pasos cortos de un extremo a otro, en las zonas en que su cliente sospecha de la exis tencia de corrientes de agua. Los ojos de este agricultor, dotado de ins¨®litos poderes de percepci¨®n, quedan entonces entreabiertos, y su rostro, surcado por profundas arrugas, expresa una concentra ci¨®n pr¨®xima al sufrimiento. Sus dos manos asen con firmeza los dos palos de avellano, de suerte que ¨¦stos, unidos en el centro adoptan la forma de un manillar.
"Empiezo a sentir las corrientes", explica Laureano, "antes de llegar a ellas, y cuando paso por su vertical me es imposible controlar la varilla". En un punto del caminar del zahor¨ª, la varilla se encabrita, primero a saltos y luego imparablemente, hasta quedar completamente empinada hacia arriba, hacia el cielo. En ese instante, Laureano traza con la puntera del zapato una se?al en el suelo y prosigue su andar hasta unos cent¨ªmetros o unos pasos m¨¢s all¨¢ -seg¨²n el caudal del agua que recorra el subsuelo-, donde la varilla se relaja para caer de nuevo a su posici¨®n original. All¨ª el zahor¨ª de Argamasilla vuelve a marcar el suelo. El milagro est¨¢ hecho y la corriente, localizada, ante el asombro del propietario del terreno y de cuantos asisten a la b¨²squeda.
Lo que falta ahora es deternuinar cu¨¢l va a ser la profundidad de ese caudal, extremo para el que Laureano recurre al resto de su instrumental. Laureano se emplaza encima de la ya localizada vertical de la corriente subterr¨¢nea con el diminuto p¨¦ndulo en la mano derecha. El p¨¦ndulo inicia su movimiento, se agita hasta alcanzar un sostenido balanceo que desata los comentarios de los mirones, y el ayudante empieza a depositar monedas, con lentitud, en la mano izquierda de Laureano Las oscilaciones del met¨¢lico colgante mantienen un ritmo creciente hasta llegar a describir un giro completo, y s¨®lo el tintineo del cobre rasga el silencio: doce, trece, catorce, quince, diecis¨¦is, diecisiete... Laurcano, suavemente, indica a su cu?ado a qu¨¦ ritmo debe deshacerse de las monedas, hasta que, finalmente, decrece la violencia del p¨¦ndulo que vuelve a su primitiva posici¨®n de reposo. Terriblemente fatigado y sudoroso, Laureano devuelve al ayudante las monedas que ha almacenado en el cuenco de su mano, y ¨¦ste inicia la cuenta, ante la atent¨ªsimada mirada del due?o de la finca. Veinticinco reales de cobre indican la lejan¨ªa del agua que corre bajo los pies del zahor¨ª: veinticinco metros que habr¨¢ que perforar para alumbrar el pozo que precisa esa tierra.
"No es cosa del diablo"
Con semejante ritual, Laureano Zamora ha localizado decenas y decenas de pozos en Argamasilla y otras poblaciones de la provincia de Ciudad Real, desde que, como casi todos sus colegas, empez¨® for tuitamente su carrera de radiestesista, -que es la denominaci¨®n del viejo zahor¨ª- en el moderno lenguaje parapsicol¨®gico, har¨¢ unos treinta a?os.
El zahor¨ª de Argamasilla no tiene explicaci¨®n para la pr¨¢ctica que viene desarrollando desde hace seis lustros con notable ¨¦xito, seg¨²n testimonian un¨¢nimemente sus vecinos, y a¨²n espera que alguna persona de estudios, como ¨¦l dice, le de alguna convincente. Con esfuerzo ha le¨ªdo los libros sobre radiestesia del franc¨¦s Richard Chevalier y el belga V¨ªctor Martens -cuyas ediciones en castefiano constituyen toda su biblioteca-, y lo ¨²nico que asegura haber sacado en claro es que "esto no es malo, no es cosa del diablo, opuesta a la religi¨®n, sino asunto del cerebro y de la transmisi¨®n del pensamiento".
Los zahor¨ªes manchegos, como los aragoneses, extreme?os o andaluces, son seres normales, hasta vulgares, y as¨ª son vistos y tratados por sus paisanos. Como Laureano Zamora o el pastor Guacho, en Argamasilla, el panadero Miguel Casado y el ya profesionalizado Jos¨¦ Luis Moreno ejercen en Puertollano, y los denominados popularmente Amarillo y P¨ªo, en Almod¨®var del Campo. Son tan s¨®lo algunos nombres de esas decenas de varilleros que ahora mismo est¨¢n recorriendo la meseta espa?ola, localizando, por arte de birlibirloque o de parapsicolog¨ªa, los pozos que alivien la angustia campesina en este tercer verano le sequ¨ªa que agosta los cultivos y amenaza con desertizar los campos.
Algunos de ellos han llegado a adquirir un notable prestigio, como el ya fallecido Seisdedos, natural de Bola?os, o el mencionado Jos¨¦ Luis Moreno, popularizado a ra¨ªz de una aparici¨®n televisiva.
La ciencia no est¨¢ re?ida con el p¨¦ndulo
A la alta credibilidad que, no s¨®lo en ambientes campesinos sino tambi¨¦n entre ingenieros agr¨®nomos y especialistas en perforaciones, se les concede a los zahor¨ªes manchegos, no parece afectarle el hecho de que amplias zonas de la regi¨®n, y muy particularmente de la provincia de Ciudad Real, sean ricas en corrientes de aguas subterr¨¢neas y todo el mundo lo sepa. "Bajo estos secos tarascales est¨¢n, efectivamente, las aguas del Guadiana; pero, en mi opini¨®n, eso no quita m¨¦rito a los hallazgos de esos labradores y pastores intuitivos", afirma Fidel Aza?a, 44 a?os de edad y propietario de una importante empresa de perforaciones de pozos que cubre toda La Mancha.
"El 80% de los propietarios de la regi¨®n recurren a zahor¨ªes a la hora de marcar un pozo, es decir, de se?alar d¨®nde ha de perforarse, con independencia de que cada vez sean m¨¢s los que encargan a empresas como la nuestra la realizaci¨®n de rigurosos estudios geol¨®gicos", dice. Y prosigue e veterano perforador de Ciudad Real se?alando que ¨¦l incluso suele recomendar a sus clientes que tambi¨¦n recurran a alg¨²n zahor¨ª. "M¨¢s a¨²n, incluso yo mismo he de confesar que, despu¨¦s de realizado el estudio cient¨ªfico del terreno que se me ha encargado investigar, recurro a un p¨¦ndulo que llevo siempre encima para confirmar el lugar donde efectuar el pinchazo. Con ello tengo una mayor seguridad, y en una inmensa mayor¨ªa de los casos coinciden el trabajo geol¨®gico y el radiest¨¦sico".
De este modo actu¨® Fidel Aza?a, por ejemplo, en uno de sus primeros trabajos de este verano de 1982: el alumbramiento de un pozo en el quinto de San Sebasti¨¢n, del t¨¦rmino municipal de Puertollano. S¨®lo tras confirmar con su p¨¦ndulo la localizaci¨®n de la corriente, Aza?a dio la orden para que entrara en acci¨®n la potente m¨¢quina perforadora de percusi¨®n que, montada sobre un cami¨®n Reo, es capaz de hurgar en la entrada de la Tierra entre treinta y trescientos metros de profundidad. La actitud del perforador manchego, por lo dem¨¢s, no tiene nada fuera de lo com¨²n, y son numerosos los t¨¦cnicos del m¨ªsm¨ªsimo Iryda que, p¨²blica o privadamente, conocen los misterios de la radiestesia y la practican.
El padre Pil¨®n, zahor¨ª y jesuita
En siglos pasados pdr¨ªa haberle costado un severo disgusto a Jos¨¦ Mar¨ªa Pil¨®n su entusiasta afici¨®n por la radiestesia, rabdomancia o geomancia, esto es, "el arte de descubrir con una varilla o un p¨¦ndulo todo aquello que est¨¢ oculto a las facultades normales del hombre, pero cuya existencia es real", como ¨¦l mismo la define. Sobre todo porque Pil¨®n es un sacerdote jesuita que trabaja en el centro que la Compa?¨ªa tiene en la madrile?a calle de Maldonado. Pero no; los tiempos, indudablemente, han cambiado, y Jos¨¦ Mar¨ªa Pil¨®n cuenta incluso que a ¨¦l le inici¨® el rector de su seminario, hace 33 a?os.
Ampliamente conocido en el mundillo de la parapsicolog¨ªa espa?ola, el padre Pil¨®n es, junto con el barcelon¨¦s Juan Codina, uno de los m¨¢s serios estudiosos, del pa¨ªs del viejo secreto de los zahor¨ªes. Es, adem¨¢s, un asiduo practicante que ha alumbrado m¨¢s de trescientos pozos en Castilla, Andaluc¨ªa y Extremadura, am¨¦n de haber conseguido importantes ¨¦xitos en la b¨²squeda de personas u objetos desaparecidos.
A diferencia del zahor¨ª tradicional, que investiga con su horquilla de avellano sobre la tierra necesitada de agua, el jesuita madrile?o busca la corriente sobre un plano del lugar y con un p¨¦ndulo met¨¢lico. "No encuentro explicaci¨®n para el hecho de que, sobre cartas a escala, pueda determinar la situaci¨®n de un pozo, su profundidad y caudal previsibles, con una exactitud similar a la de un concienzudo estudio geol¨®gico, pero es as¨ª. Sin duda, se trata de una percepci¨®n extrasensorial o paranormal, pero no puedo determinar su naturaleza", dice el sacerdote.
En ocasiones especiales, el padre Pil¨®n va al terreno mismo donde se necesita el pozo, tras haber efectuado la b¨²squeda sobre el plano. All¨ª pide que no se le sit¨²e en el lugar que ha determinado previamente, y comienza a caminar con el p¨¦ndulo hasta que ¨¦ste da la se?al de que ha sido descubierta la oculta corriente. De esta guisa localiz¨® recientemente dos pozos de ochenta y 120 metros de profundidad en una finca del t¨¦rmino conquense de Taranc¨®n. La investigaci¨®n sobre el papel coincidi¨® con la efectuada posteriormente in situ.
El padre Pil¨®n, que ha visto l¨®gicamente incrementada la demanda de b¨²squeda de pozos en estos tres a?os de sequ¨ªa, no s¨®lo es capaz de encontrar agua sobre el papel, sino tambi¨¦n personas u objetos desaparecidos. "He trabajado localizando galeones espa?oles hundidos hace siglos en las costas gallegas, tesoros almor¨¢vides en tierras andaluzas y, sobre todo, muchachos fugados de sus casas". Para estas tareas precisa siempre de lo que los radiestesistas llaman testigo, es decir, un objeto relacionado con lo buscado, utilizando, para el caso de las personas, hasta fotograf¨ªas.
Como la mayor¨ªa de los estudiosos de la radiestesia o rabdomancia , Jos¨¦ Mar¨ªa Pil¨®n se apunta a la explicaci¨®n que del fen¨®meno diera el abate suizo Alexis Mermet, que vivi¨® en el ¨²ltimo tercio del pasado siglo y primero del presente. Mermet -que se hizo popular a ra¨ªz de descubrir, con un p¨¦ndulo y sobre un plano, que el dirigible Italia, enviado en misi¨®n experimental en 1928 al Polo Norte, se hab¨ªa partido en dos mucho antes de que la noticia fuera confirmada- supon¨ªa que todos los cuerpos emiten constantemente unas radiaciones y ondulaciones que la mano humana, sede de nuestras principales terminaciones nerviosas, puede sintonizar si cuenta con un instrumento apropiado, como la varilla o el p¨¦ndulo. Poco m¨¢s, es cierto, puede sacarse de la lectura de los tratados sobre radiestesia, que tampoco suelen ocultar su perplejidad en lo tocante a la detecci¨®n de corrientes por medio del mapa, misterio ¨¦ste que atribuyen gen¨¦ricamente a la telepat¨ªa.
Espa?a, hogar de Plut¨®n
Jos¨¦ Mar¨ªa Pil¨®n puede ser considerado un heredero espa?ol de los jesuitas Anastasio Kircher, Gaspar Schott y Federico von Spee, que a lo largo del siglo XVII recogieron para la Compa?¨ªa la antorcha del culto a la varilla y al p¨¦ndulo, que hasta entonces hab¨ªan esgrimido iluminados y milenaristas severamente condenados por la Iglesia. En este proceso de recuperaci¨®n, que le valdr¨ªa a la congregaci¨®n no pocas acusaciones de "pactos con el diablo", participar¨ªan tambi¨¦n dos de sus miembros espa?oles: los padres Mart¨ªn del R¨ªo y Fernando Castrillo.
Y es que Espa?a ha sido desde tiempos ancestrales tierra de rabdomantes. La edad de oro de la varilla hispana fue sin duda el Medievo, cuando era usada con celo profundo por moros y cristianos. Las persecuciones posteriores, a cargo del Santo Oficio, no impedir¨ªan, sin embargo, que en un curioso pasaje titulado Vara Divinatoria y Zahor¨ªes, de la obra El teatro cr¨ªtico, que en 1728 escribiera el pol¨ªgrafo benedictino Jer¨®nimo Feijoo, se diera cuenta de que en aquel tiempo ochocientos zahor¨ªes "poblaban Espa?a", dedicados no s¨®lo a descubrir fuentes y metales, sino tambi¨¦n a determinar los autores de "homicidios, robos y otros delitos". "No hay cosa oculta que no creyesen los vulgares pod¨ªa ser revelada por medio de la vara divinatoria", se quejaba Feijoo, atribuyendo las supuestas cualidades de estos personajes a acuerdos, impl¨ªcitos o expl¨ªcitos, con Satan¨¢s, y a la ingenuidad de sus conciudadanos, f¨¢ciles de estafar por cualquier p¨ªcaro.
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