Los toretes preparados para Ni?o de la Capea provocan un esc¨¢ndalo
ENVIADO ESPECIAL ValenciaEl segundo era una cabra fofa y lo devolvieron al corral. El sobrero a¨²n era m¨¢s inv¨¢lido, y no pudo haber faena. El quinto deb¨ªa ser el hijo peque?o de la cabra anterior, y su presencia en el ruedo provoc¨® un esc¨¢ndalo may¨²sculo. Como adem¨¢s se ca¨ªa, de morirse, la gente estuvo a punto de quemar la plaza. Todo esto armaron los taurinos entrebastidores para favorecer a un coletudo sin coleta, que llaman figura sin ning¨²n fundamento, el cual se hace anunciar con el chocante y equ¨ªvoco nombre de Ni?o de la Capea.
El tal "Ni?o", que por cierto ya hace mucho que pas¨® la "mil?", no tiene de aut¨¦ntico (taurinamente hablando, se entiende) nada m¨¢s que la segunda parte del apodo pues, efectivamente, es "de la capea"; de la capea-capea, porque en los muchos a?os que lleva usurpando los puestos preeminentes en todas las ferias importantes, a¨²n no se le ha visto torear. Bullir, pegar pases, m¨¢s tirones que pases y m¨¢s zapatillazos que tirones s¨ª se le ha visto. Pero el toreo, lo que llamamos toreo, que algo debe tener de arte, de sentimiento, incluso de escuela, ese lo desconoce o no se le pone en el flequillo sacarlo a relucir.
Plaza de Valencia
28 de julio.Toros de Antonio P¨¦rez, bien presentados; tercero, segundo (sobrero) y quinto de N¨²?ez hermanos; los dos ¨²ltimos indecorosos, inv¨¢lidos. Anto?ete. Divisi¨®n / Bronca. Ni?o de la Capea. Silencio / Pitos. El Soro. Ovaci¨®n y salida al tercio / Divisi¨®n.
Se trata de una de esas figuras de la tauromaquia contempor¨¢nea que no ser¨ªan nada sin el mangoneo de los exclusivistas, quienes lo saben todo acerca de influencias y granjer¨ªas y se les da un pimiento que todo ello resulte un literal escupitajo contra el espect¨¢culo. Ayer, en Valencia, una vez m¨¢s, se produjo la escandalosa consecuencia de sus atropellos. Los veterinarios rechazaron por falta de trap¨ªo la corrida anunciada, de F¨¦lix Cameno, y de los toros sustitutos, los m¨¢s grandes, fuertes y agresivos se los pusieron delante a Anto?ete -que buenas ganas tuvo de "tragar paquete"- mientras dos ejemplares indecorosos los reservaban para el ni?o que ya tiene la "mili" olvidada.
Visto lo que sali¨®, no pudo haber sorteo. Cuando el asardinado quinto correteaba por el ruedo y se pegaba costaladas, el p¨²blico, indignad¨ªsimo, sembr¨® el ruedo de toda clase de objetos y puso de vuelta y media a los responsables del desastre. El experto en capeas capeaba el temporal haciendo aparatosos gestos de desesperaci¨®n, y el funcionario que ocup¨® la presidencia era desde su palco la imagen del bochorno. Daba verg¨¹enza mirarle.
Se la jug¨® Anto?ete con sus dos toros. Al primero, que tardeaba, le desgran¨® naturales, poco a poco, exhibiendo una depurada t¨¦cnica de torero caro, mancillada por el defecto innato en este diestro de dejarse puntear el enga?o. El otro, poderoso y con casta, result¨® demasiado toro para las limitadas facultades del veterano. Lo dobl¨® de maravilla, instrument¨® unos redondos magistrales, y de aqu¨ª en adelante fue perdiendo el dominio mientras la fiera se le iba arriba. Fracas¨® Anto?ete con este toro, que le desbordaba en todos los terrenos.
El Soro desaprovech¨® el tercero, aborregado y facil¨®n, al que mulete¨® sin clase e imitando a D¨¢maso Gonz¨¢lez, lo cual tambi¨¦n daba verg¨¹enza ajena. Con el sexto, de m¨¢s trap¨ªo, poder y agresividad, no se atrevi¨®. Resulta que El Soro, cuya popularidad se ciment¨® en el tremendismo, parece haber perdido el valor. Y si es as¨ª, no hay torero. A menos que le ampare el favoritismo de los exclusivistas, en cuyo caso puede durar lo que estos quieran. Lo del Ni?o dicho, sin ir m¨¢s lejos.
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