La guerra del acero
TAMPOCO EL Gobierno socialista de Mitterrand ha conseguido prolongar el idilio con Estados Unidos, como han se?alado importantes comentaristas pol¨ªticos del vecino pa¨ªs. El milagro no se ha producido, y las medias palabras de Versalles han dado paso a una realidad menos ceremoniosa. Por un lado, el franco franc¨¦s ha llegado a cotizarse a raz¨®n de siete a uno frente al d¨®lar (la l¨ªnea Mitterrand de 6,5 FF ha sido borrada); por otro, los europeos han ido adelante con el proyecto del gasoducto siberiano, en contra de lo que Reagan hab¨ªa interpretado como promesas europeas para congelar el proyecto.Los intereses nacionales no son negociables a media voz, y ah¨ª est¨¢ ahora el caso del acero. La siderurgia americana trabaja a menos de un 50% de su capacidad, y la aparici¨®n de un nuevo competidor, la CEE, en su propio mercado es un buen motivo de inquietud. La tensi¨®n pol¨ªtica entre EE UU y Europa aparec¨ªa as¨ª como un excelente colaborador de los intereses sider¨²rgicos americanos, que se quejan de sufrir una competencia desleal provocada por las subvenciones que reciben las empresas sider¨²rgicos europeas. Los precios de venta de los comunitarios en el mercado americano son inferiores a los que practican en Europa, y esta diferencia justificar¨ªa el establecimiento de un derecho compensatorio a la importaci¨®n.
Los europeos han tratado de negociar aceptando una reducci¨®n voluntaria de un 10% en sus ventas de productos sider¨²rgicos a EE UU. Los americanos exigen, sin embargo, reducciones, superiores, que van desde el 33% para Francia hasta el 44% para el Reino Unido. Seg¨²n las cifras de la CEE, sus exportaciones sider¨²rgicas a Estados Unidos ascienden a 3,8 millones de toneladas, es decir, aproximadamente el 6,5% del consumo norteamericano en los siete productos sider¨²rgicos objeto de controversia. Las intenciones norteamericanas son las de reducir ese porcentaje al 5%, mientras que los europeos no quieren que baje del 6% su cuota de participaci¨®n en el mercado de EE UU.
Las negociaciones deben terminar antes del d¨ªa 6 de agosto, que es la fecha l¨ªmite para que los derechos compensatorios entren en vigor. Las perspectivas no parecen muy favorables para los europeos, que, casi con seguridad ver¨¢n reducidas sus ventas al mercado norteamericano, a pesar de que sus intereses est¨¢n siendo defendidos a los m¨¢s altos niveles. Hoy jueves deber¨ªan haber comenzado las negociaciones pero han sido aplazadas por que la Comisi¨®n Europea, encargada de llegar a un acuerdo global con Estados Unidos, no ha recibido a¨²n un mandato preciso de negociaci¨®n por parte del Consejo de Ministros de la CEE. El canciller Schmidt ha utilizado sus vacaciones en EE UU para patrocinar los intereses de la industria europea, y ministros de Asuntos Exteriores y de Econom¨ªa no han dudado ni un solo momento para abogar personalmente en favor de los intereses sider¨²rgicos de sus industriales. Hay indicios para suponer que, finalmente ambas partes llegar¨¢n a un acuerdo que se sit¨²e a medio camino entre las exigencias norteamericanas y las pretensiones europeas.
La resaca de todo este temporal tendr¨¢ sus repercusiones en Espa?a. Nosotros hemos sido un pa¨ªs tradicionalmente importador de productos sider¨²rgicos europeos, pero desde 1976, a causa del descenso del consum¨® interior, se ha comenzado a vender en grandes proporciones en el exterior. En la actualidad, de una producci¨®n de doce millones de toneladas, casi la mitad se exporta, y en algunos a?os el saldo comercial sider¨²rgico Espa?a-CEE nos ha sido favorable. Pero los duros y h¨¢biles negociadores europeos han ido recortando nuestros cupos de exportaci¨®n de productos sider¨²rgicos, desde un mill¨®n de toneladas en 1978, a 780.000 en 1982. La cuota, adem¨¢s, se ha fraccionado por pa¨ªses y productos y se ha escalonado mensualmente. Tantas condiciones han conseguido el prop¨®sito de reducir nuestras ventas, incluso por debajo de los niveles autorizados. Entre tanto, las exportaciones de la Comunidad a Espa?a han crecido hasta un mill¨®n de toneladas, y esta es la hora en que, al margen de las piller¨ªas consistentes en retrasar la autorizaci¨®n de las licencias de importaci¨®n por el procedimiento del caj¨®n, no se han montado unos mecanismos de salvaguardia que amparen la torna de medidas retroactivas. Tampoco nuestras autoridades responsables a los m¨¢ximos niveles han tomado cartas en el asunto, y son los subdirectores generales los encargados de negociar un informe cuyas implicaciones pol¨ªticas, en cualquier pa¨ªs democr¨¢tico, dan o quitan muchos votos y se defienden incluso por los propios responsables del poder ejecutivo. Tambi¨¦n en este caso las luchas internas del partido en el gobierno han sido antepuestas a los intereses generales del Estado.
Si el ret¨®rico ministro franc¨¦s de Asuntos Exteriores, Claude Cheysson, habla de un "divorcio progresivo" entre Marianne (s¨ªmbolo de la Rep¨²blica Francesa) y el t¨ªo Sam, aqu¨ª seguimos en un desentendimiento esencial entre los intereses generales y los responsables de la Administraci¨®n p¨²blica. Las culpas se pagan luego con pr¨®digos e ineficaces planes de reconversiones y ayudas. Y los buenos, fabricantes que no siempre obtienen protecci¨®n oficial para sus esfuerzos, ya deben estar temiendo que los reveses europeos en EE UU se transformen en bofetadas a Espa?a, en medio de la indiferencia oficial. Presur o la compra de aviones sofisticados seguir¨¢n siendo objetivos prioritarios frente a un plan sider¨²rgico razonable y decidido.
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