La econom¨ªa espa?ola y el ejemplo franc¨¦s / y 2
En Espa?a, la situaci¨®n, ciertamente, no es mejor que en Francia: en cinco a?os de gobierno de centro-izquierda, los Presupuestos Generales del Estado se han multiplicado por cuatro, y, por si fuera poco, el d¨¦ficit del sector p¨²blico (800.000 millones de pesetas en 1981, previsiblemente superior al bill¨®n en 1982) ha desbordado las previsiones m¨¢s pesimistas; el endeudamiento del Tesoro con el Banco de Espa?a (superior al bill¨®n quinientos mil millones de pesetas) ha obligado al gobernador de esta entidad a manifestar p¨²blicamente su inquietud; la balanza de pagos por cuenta corriente se liquida con d¨¦ficit crecientes cada a?o, y el endeudamiento con el exterior supera los 30.000 millones de d¨®lares; los precios, seg¨²n los ¨²ltimos datos de coyuntura, correspondientes a los meses de abril y mayo, vuelven a dispararse; la peseta, a¨²n sin devaluaci¨®n formal, se ha depreciado frente al d¨®lar en m¨¢s de un 25% en un a?o, y el n¨²mero de parados, que ha superado los dos millones, amenaza con rebasar los 2.250.000 a finales de 1982.Las causas de todo ello, al margen de la manida crisis energ¨¦tica, hay que atribuirlas a la pol¨ªtica econ¨®mica que hemos padecido, de t¨ªpico corte socialdem¨®crata, centrada exclusivamente en las corrientes de redistribuci¨®n de la renta, en claro perjuicio de aquellas corrientes tendentes a sanear la econom¨ªa, crear riqueza y fomentar la inversi¨®n productiva. Este clima puramente redistributivo extiende la desmoralizaci¨®n en el esfuerzo, promueve el gasto p¨²blico consuntivo y la b¨²squeda de ayudas y subvenciones que se pretenden justificar por mil motivos diferentes y, a la larga, origina . una querella social amarga y est¨¦ril, por el reparto de una riqueza que s¨®lo crece en t¨¦rminos nominales, pero que de hecho se reduce en t¨¦rminos reales.
Estos datos conviene que sean meditados profundamente por todos aquellos que en nuestro pa¨ªs sienten la tentaci¨®n socialista, porque resulta obvio que el fuerte crecimiento del d¨¦ficit p¨²blico, la expansiva pol¨ªtica fiscal, el desbordamiento en los gastos de la Seguridad Social, la ampliaci¨®n del .sector p¨²blico en perjuicio del sector privado y las m¨¢s desafortunadas actuaciones del Gobierno en materia econ¨®mica, en fin, se han llevado a cabo bajo la presi¨®n de la izquierda. Por lo mismo, se ver¨ªan previsiblemente acentuadas en caso de una. victoria socialista en las pr¨®ximas elecciones generales.
En otras palabras: en el campo de la econom¨ªa, al igual que en otros, resulta necesario, y cada vez m¨¢s urgente, volver a los buenos principios liberal-conservadores, crear un clima de confianza, restaurar la vigencia de la econom¨ªa de mercado y realizar una pol¨ªtica de saneamiento y estabilizaci¨®n. Nadie en su sano juicio puede negar la necesidad de una pol¨ªtica presupuestaria presidida por la austeridad y la honestidad, adecuada a la coyuntura recesiva que padecemos y apoyada m¨¢s en la reducci¨®n de impuestos, por la v¨ªa de aut¨¦nticas desgravaciones a la inversi¨®n, que en el crecimiento incontrolado del gasto p¨²blico. Y no podemos seguir ignorando, como hacen algunos de modo irresponsable, las pol¨ªticas seguidas por los pa¨ªses industriales con los que nos relacionamos, y muy en especial los pa¨ªses agrupados en la OCDE.
Porque lo cierto es que hoy, en el mundo occidental, el socialismo y el intervencionisrno se baten en retirada: adem¨¢s de los t¨ªpicos ejemplos liberales del Jap¨®n y Estados Unidos, el socialismo ha sido desahuciado en Escandinavia, y Holanda,. ha sido severamente derrotado en el Reino Unido y est¨¢ sufriendo serios reveses electorales en Alemania, donde peligra su coalici¨®n con los liberales, y en la propia Francia, a pesar de las ilu siones que despert¨®, hace tan s¨®lo un a?o.
Espa?a, en los ¨²ltimos siglos, ha perdido el tren de la historia en muchas ocasiones: perdi¨® el tren de la revoluci¨®n industrial del siglo XVIII; perdi¨® el de las revoluciones burguesas y monarqu¨ªas constitucionales del siglo XIX, as¨ª como el del imperialismo renaciente en la antepuerta del siglo XX; cuando en los a?os veinte Europa inicia un ciclo de democratizaci¨®n, Espa?a gira hacia los reg¨ªmenes autoritarios. Ahora, el mundo occidental, despu¨¦s d¨¦ varias d¨¦cadas de dura confrontaci¨®n entre el sistema de econom¨ªa inflacionista socialdem¨®crata y el sistema de libre mercado, se ha decantado claramente por ¨¦ste y ha derrumbado las posiciones de los intelectuales inflacionistas (como Galbraith y Rostow) y de los pol¨ªticos del socialismo.
Sin entrar en el an¨¢lisis de las preocupantes diferencias (doctrinales y de tradici¨®n) existentes todav¨ªa entre los socialistas espa?oles y sus hom¨®nimos europeos, conf¨ªo que en esta ocasi¨®n, en Espa?a, lograremos recuperar el ciclo hist¨®rico, y no dejaremos escapar el tren de los a?os ochenta.
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