La isla Dragonera, por ejemplo
?Saben ustedes por d¨®nde cae? Es esa que est¨¢ en el mapa a la esquinita izquierda de Mallorca. No importa mucho que no lo sepan; yo tampoco he estado all¨ª, ni les voy a contar ahora lo linda que es, su peque?a ensenada salvaje entre la roca, sus nidos de alciones en lo alto, sus cuatro pinos airosos por el medio, sus sierpes irisadas, su cuevecilla de cristales goteantes. Nada de eso les importa mucho para el caso. Pero lo que s¨ª saben, casi sin que se lo cuente, es lo que los hombres emprendedores quieren hacer con ella. Y eso es lo que nos importa.La cosa de la urbanizaci¨®n de la islita arrastra a?os, desde el d¨ªa luminoso en que, tumbado en una hamaca, por ejemplo, del yatecito de su amigo el presidente del consorcio de cementos, abrigando en la mano el vaso de brebaje on the rocks con el gesto que le hab¨ªan ense?ado en los anuncios de la tele, al jefe de la Constructora Mediterr¨¢nea, al avistar Dragonera, hubo de ocurr¨ªrsele la idea que estaba ocurrida en la mente del Se?or desde el comienzo de la Historia: "Oiga, ?y qu¨¦ tal si en aquesta isleta... Un muellecito bien preparado, para lanchas y unos pocos yates... Unos conjuntos de chalecitos plantados por la pe?a.... con standing, ?eh?, pero con su detalle marinero... Tres; cuatro alturetes... Su pista de tenis entre los pinos... Su bo?te en la cueva de las estalactitas..." Bueno, no hace falta explicarles la idea: la de siempre y por doquiera. El caso es que el plan ha tenido sus dificultades, en parte por culpa de unos cuantos muchachos sin orden ni principios que desde hace ya unos veranos han tenido la ocurrencia de irse por varias veces a invadir la islita, a merendar bajo sus pinillos, trepar a la pe?a del faro o ba?arse bajo los cantiles, armando de paso un poco de esc¨¢ndalo por Mallorca y por fuera, para llamar la atenci¨®n sobre el negocio, que acaso sin eso se habr¨ªa consumado, como se suele, con discreci¨®n y de promotor a propietario, ejecutivo ministerial sonriendo en medio, hasta que un buen d¨ªa se hubiera encontrado Dragonera, sin saber c¨®mo, poblada de excavadoras y veteada de hormig¨®n, momento en el cual se lanzar¨ªa la campa?a publicitaria para atraer clientes serios y caprichosos.
Pero el negocio, de todos modos, sigue por su curso: ya comprada Dragonera por 300 millones a su propietario; ya en marcha los tr¨¢mites de autorizaciones del Estado y dem¨¢s instituciones, que, previo estudio del gabinete t¨¦cnico y cumplidos los requisitos exigibles seg¨²n la normativa vigente, dar¨¢n autom¨¢ticamente visto bueno, y hasta apoyo, si hace falta, a una empresa tan beneficiosa para los promotores como para los entes auton¨®micos y centrales; ya ganado, incluso, alg¨²n alcalde del municipio de Andratx, adonde la isla pertenece: ganado, como se sabe, mediante el requilorio de los puestos de trabajo, que, pese a todos los desastres ya vistos, sigue funcionando. Y ya..., ?qu¨¦ falta?
S¨ª; autoridades y promotores se justifican, y es ah¨ª donde me gusta o¨ªrles. Uno repite a lo largo de su alegato que son conscientes de la riqueza ecol¨®gica de la isla y que van no s¨®lo a respetar, sino a cuidar la ecolog¨ªa: porque estos se?ores ya no hablan de pinos ni de culebras, a duras penas de flora y fauna, sino de ecolog¨ªa, y as¨ª como los, falangistas no se paseaban por las tierras, sino por la ¨¢spera geografia de Espa?a, as¨ª ellos no andan tratando con yerbas ni bichos, sino directamente con la ecolog¨ªa. Otro dice que va a buscar sus clientes entre los amantes de la Naturaleza, y que el ¨²nico producto que en esa Dragonera va a ofrec¨¦rseles (si es que eso es un producto, reflexiona ¨¦l) ser¨¢ naturaleza.
Pues bien, amigos: de esas pedanter¨ªas sanguinarias de naturalezas y ecolog¨ªas que o¨ªs en boca de promotores y autoridades colaboradoras, no son ellos los inventores: lo toman, para sus justificaciones, de vosotros, de la oposici¨®n, de las izquierdas: no est¨¢n ellos deseando si no que se les oponga la defensa de la naturaleza y de la ecolog¨ªa o, en otros casos, la defensa de los monumentos hist¨®ricos y las riquezas culturales para hacerse cargo golosamente de Naturaleza, y de Historia, y de Cultura, y meterlas en sus parlas de chala nes y en los n¨²meros de sus cuentas, calculando el tanto por ciento para conservaci¨®n de ecolog¨ªa y de historia que va a requerir la marcha del proyecto.
La lucha contra esa plaga de la construcci¨®n que por todas partes amenaza nuestras vidas est¨¢ mal planteada, amigos, y ojal¨¢ sirviera el caso de Dragonera para reconocerlo y corregirlo.
De siempre han venido los hombres, para levantar o cavar sus casas, sus iglesias o sus palacios, destruyendo las cosas que hubiera antes en el sitio: destruyendo montes y marinas para hacer ciudades, demoliendo viejos edificios para alzar otros en su lugar, y hasta levantando aldeas sobre las ruinas de las Troyas soterradas, y hasta adosando casas de vecinos a los muros del teatro Marcelo (la ruina tratada como soporte natural de la construcci¨®n, que fascin¨® una vez los ojos de Rafael S. Ferlosio), igual que las golondrinas hacen nido bajo los aleros de los hombres o les destrozan las tejas creciendo los jaramagos; y, ello con m¨¢s o menos utilidad o gracia de lo levantado en comparaci¨®n con aquello que para levantarlo se destru¨ªa; pero, en suma, ?qui¨¦n iba a quejarse de semejante cosa, que funciona desde siempre, como una ley de vida?, como no fuera aquel que se atreviera a quejarse de que unas generaciones de hojas hayan de morir para que nazcan otras. Nadie se queja de eso, por el momento, y recibimos con m¨¢s gozo o con m¨¢s melancol¨ªa, pero siempre de buen ¨¢nimo, los demolimientos, y asolaciones de las cosas viejas, que se hagan para elevar sobre: su ruina y sus lugares otras nuevas. Pero lo grande est¨¢ en que en el caso de la urbanizaci¨®n de Dragonera, como en todos los dem¨¢s casos de construcci¨®n que nos amenazan, lo que se va a construir sobre el destrozo de pe?as y lagartos no s¨®lo no va a ser otra cosa nueva, sino que es una cosa ya sabida, algo que ya est¨¢ construido antes de que lo construyan: que no va a construirse nada.
?Qu¨¦ nos importar¨ªa a vosotros ni a m¨ª, muchachos de la resistencia, que saltara hecha esquirlas, aunque fuera a dinamitazos, la pe?a de Dragonera, que se hundieran en el polvo todos sus pinos y dragones, si pudi¨¦ramos abrigar alguna confianza en que estaba all¨ª levant¨¢ndose un alc¨¢zar de sillares de granito entreverados de franjas de lapisl¨¢zuli, con pasarelas colgantes de torre a torre, balcones de forja y ventanas de vidrieras tornasoladas, en las puntas de las torres bolas de cristal y bronce reluciente que apresaran el sol de la tarde hasta mucho despu¨¦s de puesto, una escalinata de m¨¢rmol que bajara entre los cantiles a hundirse en la mar violeta? No nos importar¨ªa -creo- ni aun cuando fuera propiedad y recreo de un pr¨ªncipe y sus invitados escogidos: porque tambi¨¦n los criados y los pescadores, al regresar al puerto, disfrutar¨ªan de ello a su manera, sin propiedad, y sabr¨ªamos adem¨¢s que pr¨ªncipes y dinast¨ªas duran poco, y los palacios quedan a veces mucho m¨¢s, y m¨¢s sus ruinas, y viene al fin lo que est¨¢ bien hecho a ser cosa de uso y de disfrute de las gentes y de su ni?os.
O ?qu¨¦ me importar¨ªa a m¨ª que esta finca de mis hermanas donde escribo, resguardado por sus almendros todav¨ªa de los bloquecitos de viviendas y el ruido de
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los autos, tuviera que venderse para construcci¨®n, y cayeran los almendros y los rosales cimarrones y el pobre caser¨®n de cuarenta a?os, si en su lugar viera que se estaba levantando aunque s¨®lo fuera una alta aguja de hierro y mamposter¨ªa, que se fuera afinando como tomillo seg¨²n trepaba hacia los cielos, ce?ida toda de una escalera de caracol por fuera, de barandilla que vibrara a la mano con un son de hierro dulce, desde los bajos, donde habr¨ªa un par de salas medio redondas para bailes y teatros, hasta perderse casi por la antena de la punta entre las nubes, que seg¨²n se sub¨ªa se fuera redescubriendo m¨¢s y m¨¢s d¨¦ la Tierra del Vino a mediod¨ªa, del Duero perdi¨¦ndose a poniente, y all¨¢ al Noroeste, por cima de los bloques de la que fue ciudad, el bosque de Valorio?
Con mucho menos tambi¨¦n nos conformar¨ªamos. Pero no habr¨¢ nada de eso: se construir¨¢ lo que ya est¨¢ construido; para el caso de Dragonera, lo que os he puesto m¨¢s arriba en la mente del promotor. No sabr¨¢n, no podr¨¢n hacer m¨¢s cosas. Y otro d¨ªa, si hace falta, os explicar¨¦ los condicionamientos econ¨®micos que lo imposibilitan: que no es s¨®lo que la experiencia agobiante nos lo diga, sino que es matem¨¢ticamente imposible que puedan hacer nada diferente de eso que est¨¢n reproduciendo por todas partes.
Y el arrasamiento de Dragonera habr¨¢ sido un arrasamiento para nada. ("Para beneficio de ir¨¢ bolsa", se dice por lo bajo el promotor, mientras a su lado la autoridad sonr¨ªe. Y ni siquiera eso es mucha verdad tampoco.)
Por eso os digo que el ataque contra. esta muerte progresiva tiene que cambiar de frente; no expliqu¨¦is m¨¢s los encantos y el pasado de Dragonera: denunciad m¨¢s bien la impotencia de sus compradores y empresarios para hacer con ella nada m¨¢s que lo que est¨¢ hecho; que no es que el ogro os vaya a raptar a la princesa, sino que, siendo un ogro mec¨¢nico, no va a hacer con ella m¨¢s que aplastarla est¨²pidamente sin darle gozos ni hacerle hijos.
Y por si alguno de ellos llegara a leer esto, bien desear¨ªa dec¨ªrselo tambi¨¦n a ellos mismos, y si no fueran tan castas las normas tipogr¨¢ficas de este diario (al menos para esta p¨¢gina en que escribo), lo har¨ªa imprimir con may¨²sculas de dos dedos, a ver si se enteraban: que no es por defender lo que destru¨ªs, compadres: que es por defendernos de lo que constru¨ªs.
Dejemos, pues, de evocar las gracias naturales y la p¨¢tina de la historia; dejemos de darles ecolog¨ªa y patrimonio cultural a los promotores, que tienen las fauces preparadas para eso (?no disponen hasta de ministerios de Cultura y de Medio Ambiente para el servicio complementario de conservaci¨®n de restos que su construcci¨®n de la nada exige?), y pensad que para intentar salvar un lugar de la impotencia constructora no hace falta que sea art¨ªstico ni hermoso: cualquier pretexto sirve; aunque Dragonera fuera un pe?asco h¨®rrido de greda y poblado s¨®lo de alacranes, sobrar¨ªan motivos y razones para impedir una repetici¨®n m¨¢s del modelo de asolaci¨®n: un solar perdido entre bloques con cuatro, ca?illejas mal nacidas entre montones de chatarras, un retazo de tierra pedregosa en la estepa m¨¢s desolada de la meseta, que ni dio nunca un mal garbanzo ni se, sabe que por ¨¦l pisara el Cid Campeador, cualquier caser¨®n de vecinos desconchado y con las tuber¨ªas comidas de la herrumbre, cualquier pastel¨®n de edificio decimon¨®nico con frontones y columnas de escayola (?que hasta los horrores y cursiler¨ªas del siglo XIX, del siglo de la Historia, hayas conseguido ya, Se?or, hac¨¦moslos parecer bonitos!) cualquier cosa es buena y digna de todos los amores y las luchas por esta sola gracia: que est¨¢ ocupando un sitio, que es un lugar donde ellos no han construido todav¨ªa lo construido: es un lugar a¨²n, y cualquiera sirve para intentar impedir otra reproducci¨®n de la evidencia de nuestra miseria; la evidencia de que en el siglo del progreso progresado no sabemos hacer ya ni una casa: que nos hemos quedado mancos, imb¨¦ciles y pobres todos.
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