Fern¨¢ndez Albor: "En otros tiempos en Galicia se 'coc¨ªa' la pol¨ªtica espa?ola"
"En otros tiempos, en estos parajes, entre la Caeira y Lourizan, en el balneario de Mond¨¢riz, se coc¨ªa la pol¨ªtica espa?ola. Era la ¨¦poca de Santiago Montero R¨ªos, de Riestra, del que se dec¨ªa que era el due?o de Pontevedra. Eran gabinetes enteros hechos y deshechos en Galicia y con gallegos". Desde la casa de los Baltar, en Rianxo, se divisa toda la r¨ªa de Arosa. "Tal vez no sea la m¨¢s hermosa, pero es, desde luego, la m¨¢s espaciosa y amplia", dice Gerardo Fern¨¢ndez Albor, primer presidente auton¨®mico gallego.
ENVIADO ESPECIALNo hay punto en el horizonte que no se preste a un comentario, como no hay accidente geogr¨¢fico que escape a la erudici¨®n de Fern¨¢ndez Albor. "All¨ª, al fondo, la isla de Cortegada donde don Juan, el padre del Rey, tendr¨¢ un palacete. Es un¨¢ isla que ya le fue regalada por el municipio a Alfonso XIII y lleg¨® a trazarse el proyecto de un palacio hace muchos a?os. La cosa estaba tan avanzada que hasta sali¨® en el Espasa como algo realizado. Finalmente, no se llev¨® a cabo y del palacio aquel s¨®lo quedan los dibujos y las descripciones de la enciclopedia". Y sin pausa: "M¨¢s all¨¢ el pueblo natal de Valle Incl¨¢n, aunque tambi¨¦n lo reclamaban para s¨ª los de La Puebla. El, ante esta disputa, bromew ba dic¨ªendo que no era ni de un sitio ni de otro y para contentar a todos afirmaba haber nacido en medio de la r¨ªa, en un punto equidistante. De all¨ª eran tambi¨¦n los Camba. Y aqu¨ª mismo naci¨® Castelao, en Rianxo".
En medio de la r¨ªa se dibuja una multitud de puntos oscuros, las mejilloneras, atendidas por pescadores de los pueblos cercanos que renuevan las cuerdas, las alivian de su peso y recogen de cuando en cuando una producci¨®n que madura por s¨ª sola.
"Las vacaciones de este a?o cayeron en lunes", comenta bromeando Fem¨¢ndez Albor, que no disfrutar¨¢ este verano de otro asueto que uno o dos d¨ªas intercalados entre las jornadas dedicadas a la recepci¨®n de transferencias del gobierno central a la Xunta.
El presidente del gobiemo aut¨®nomo gallego se ha desplazado a pasar una tarde libre al chal¨¦ de la familia de su esposa, Txon, en Rianxo. Es una casona edificada a principios de siglo por el abuelo de Txon tras recorrer de punta a punta la r¨ªa en busca del enclave m¨¢s resguardado. "Fue su locura", comenta enso?ada.
El presidente no da el tipo de 'cirujano de hierro'
La vivienda, inmensa, est¨¢ recorrida por la hiedra rampante en algunos de sus muros y proyecta por la tarde una sombra tenue en direcci¨®n a un jard¨ªn rom¨¢ntico cercado por un pretil de granito. Junto a la entrada principal, un estanque vac¨ªo que desemboca en un buz¨®n inservible aparece arropado por un cazuz espeso. Los bancos, distribuidos a intervalos breves para acoger a los paseantes, se esparcen por el parque. Descendiendo por la escalinata a¨²n se adivinan los contornos de una pista de tenis en la que han crecido ¨¢rboles frutales entre las brozas.Los cenadores, recubiertos por el follaje, los asientos de piedra resguardados por plantas del sol tibio del atardecer predisponen a la evocaci¨®n y a la nostalgia.
"?Cu¨¢ntos noviazgos memorables habr¨¢n nacido bajo estas hojas!", suspira Gerardo Fem¨¢ndez Albor. "Es que el se?or Baltar ten¨ªa muchas hijas y a todas hab¨ªa que casarlas", bromea, intercambiando una mirada de complicidad con Txon. El presidente de la Xunta es un hombre francan¨ªente corpulento, de constituci¨®n deportiva.
No es, pese a su profesi¨®n, un cirujano de hierro. "Los cirujanos tienden al autoritarismo y no, deja de ser l¨®gico. En tiempos de mi suegro se operaba sin anestesia y era menester ser un hombre de acci¨®n para afrontar estas situaciones. Yo soy poco cirujano en este sentido".
Cuando la Xunta o la cl¨ªnica dejan un rato libre, Fern¨¢ndez Albor vuelve a lo suyo: la lectura, enfrasc¨¢ndose una y otra vez en las novelas de E?a de Queir¨¢s, Balzac, Stendhal o en la m¨²sica.
Cada menci¨®n tiene su correspondencia en una evocaci¨®n a?orante en la memoria de Fern¨¢ndez Albor: "Tras la guerra civil espa?ola, march¨¦ a Viena a completar mi formaci¨®n de cirujano". Decir Viena es decir m¨²sica. Y decir m¨²sica en Viena en aquellos a?os era decir, casi sin querer, Karl B?hm, que ejerc¨ªa a la saz¨®n como general music director. "Yo era amigo de un b¨²lgaro, que me llev¨® a muchas tertulias con el gran director austriaco".
All¨ª, el cirujano gallego escuchaba disertar al maestro que "pronto se dio cuenta de que yo deb¨ªa ser cirujano, por lo poco que sab¨ªa de m¨²sica".
La tarde se diluye entre los recuerdos de unos estudios de piano iruncados por la guerra espa?ola y los de un viol¨ªn "vendido, por mi padre porque lo utilizaba como seflal para la porter¨ªa de f¨²tbol".
Al salir de Rianxo, el viajero tropezar¨¢ con grupos de j¨®venes que peregrinan de una aldea a otra haciendo auto-stop. En vano se buscar¨¢ una explicaci¨®n a esa huida: en pos de orquestas m¨¢s impelentes, de mozas m¨¢s apetitosas o de una sala de baile mejor engalanada. No hay otro motivo, lo descubri¨® hace muchos a?os el insigne escritor catalan Josep Pla, que la tendencia innata de las gentes a bailar en un terreno que no es el propio.
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