Elecciones generales
LEOPOLDO CALVO Sotelo realiz¨® ayer ante las c¨¢maras de televisi¨®n, en un espacio que no figuraba como tal, el primer acto de la campa?a electoral de, 1982 al solicitar el voto para su partido en los pr¨®ximos comicios y entonar un ted¨¦um por las bondades de su Gobierno.La decisi¨®n de disolver las c¨¢maras y convocar elecciones generales, tomada ayer por el presidente del Gobierno, responde sin duda a la necesidad de frenar cuanto antes el proceso de descomposici¨®n acelerada que UCD viene padeciendo y los peligros inherentes de inestabilidad pol¨ªtica, a pesar de sus afirmaciones de anoche. Desde este punto de vista no es criticable la medida, aunque s¨ª lo sea la precipitaci¨®n, no exenta d¨¦ alevos¨ªa, con que se ha tomado; precipitaci¨®n que desdice de todos los prop¨®sitos gubernamentales y de la proclamada voluntad presidencial de apurar la legislatura al m¨¢ximo. En los aspectos estrictamente pol¨ªticos no se puede decir que este adelanto en la fecha de las elecciones en algunos meses resulte un fracaso institucional: aunque no se hayan cumplido los plazos, el periodo legislativo se encuentra virtualmente vencido, y la frontera -ya insalvable- del nuevo presupuesto justifica con creces este adelanto. S¨®lo este movimiento disolut¨®rio uniformemente acelerado que se ha registrado en la Moncioa a la vuelta de las vacaciones del presidente ha dejado innecesariamente sin la debida aprobaci¨®n parlamentaria los cuatro ¨²ltimos estatutos de autonom¨ªa (Madrid, Baleares, Extremadura y Castilla-Le¨®n).
Pero, en cambio, s¨ª que parece un fracaso de Calvo Sotelo, que tantas veces se declar¨® empe?ado en cumplir los tiempos constitucionales y que en las ¨²ltimas semanas, tras su abandono de la presidencia del partido, circula por la vida pol¨ªtica con los aires absortos de un boxeador sonado, exento de todo inter¨¦s que no sea el de arrojar la toalla. Ayer realiz¨® el gesto de manera definitiva. Y lo hizo en un momento en que el partido que le aup¨® al poder se encuentra desmembrado, confuso, sin apenas opciones para obtener la victoria. Habr¨¢ que anot¨¢rselo en el debe de su gesti¨®n.
La decisi¨®n del presidente del Gobierno era inevitable por la falta de apoyos solventes y el absoluto fracaso de Landelino Lavilla en su gesti¨®n de presidente de UCD, que s¨®lo ha brillado por su incapacidad pol¨ªtica para recuperar la iniciativa perdida y poner fin a la crisis desatada en el partida y librada en sus or¨ªgenes por antiguos compa?eros de viaje contra Adolfo Su¨¢rez. Los poderes exiraordinarios reclamados a principios del verano por el presidente del Congreso para encaramarse en la jefatura del partido han servido para bien poco y el sentimiento de impotencia pol¨ªtica ha debido acompa?ar a este fino jurista para aconsejar vehementemente a Calvo Sotelo la disoluci¨®n de las c¨¢maras.
No deja de resultar curioso, y por eso algunos c¨ªrculos pol¨ªticos pueden ver en estas prisas de ¨²ltima hora perfiles devenganza, que el momento seleccionado para convocar elecciones pedudica especialmente al partido reci¨¦n creado por Adolfo Su¨¢rez. El escaso tiempo con que contar¨¢ el Centro Democr¨¢tico y Social para concurrir a las urnas puede ser otra componente importante de la decisi¨®n tomada por los escasos tripulantes que a¨²n quedan sobre la cubierta de UCD.
Por lo dem¨¢s, la convocatoria de elecciones se hace sin que el Parlamento haya aprobado una ley que la rija, tal como obligaba el mandato constitucional. La pr¨®rroga de las anteriores normas, ya prorrogadas inicialmente para las elecciones de 1979, supone una prima de beneficios para los partidos poderosos frente a los menores. Una nueva ley electoral que corrigiera los defectos del sistema hasta ahora utilizado resultaba, y sigue resultando, imperiosamente necesaria para la limpieza y clarificac¨ª¨®n del r¨¦gimen. Las reticencias de UCD y PSOE a emprender las tareas de su redacci¨®n dicen muy poco en favor del inter¨¦s por el juego limpio de las urnas que los partidos hegem¨®nicos proclaman.
Con el decreto de disoluci¨®n se abre de hecho, aunque no legalmente, la campa?a electoral. Esta se inicia as¨ª en un momento de graves tensiones internas entre los repre.sentantes de la derecha y en medio de pron¨®sticos casi un¨¢nimemente favorables al PSOE, al que ya se da como virtual vencedor en los comicios. La crispaci¨®n detectada en sectores del conservadurismo reaccionario por los sondeos realizados al respecto hace presuponer una campa?a especialmente virulenta, de la que la experiencia en las elecciones andaluzas puede constituir un ¨ªndice. Desde que el mundo es mundo, y la democracia, democracia, la fogosidad y agresividad verbal ham estado presentes en las campa?as electorales, y nadie debe por ello asustarse o rasgarse las t¨²nicas ante el fen¨®meno. Pero los partidos har¨ªan bien en sopesar la escasa rentabilidad de los extremismos, aun verbales,en un pa¨ªs maduro y concienciado pol¨ªticamente como el nuestro.
Precisamente en plena campa?a electoral tendr¨¢ lugar, casi con toda seguridad -salvo improbable decisi¨®li en contra de ¨²ltima hora-, la visita del papa Wojtyla a nuestro pa¨ªs. Aunque el propio Calvo Sotelo reconoci¨® meses atr¨¢s que efi la curia romana se hubiera preferido evitar esta coincidencia, no creemos que sea posible pensar que el Gobierno haya. pretendido, por el contrario, instrumentarla. No obstante, merece la pena rese?ar el especial giro dado en los ¨²ltimos tiempos por la Iglesia cat¨®lica, preocupada como est¨¢ por el derecho de familia y las cuestiones de la ense?anza. La actitud de no injerencia, prec¨® nizada en el pasado por el cardenal Taranc¨®n, parece no haber dado los resultados que algunos prelados apetecer¨ªan, y que consideran ahora que la Iglesia ha perdido innecesariamente influencia social. La oportunidad de que este sector del episcopado trate de instrumentar en alg¨²n sentido la visita del Santo Padre, cara a concretos intereses electorales, ser¨¢ sin duda sopesada por la diplomacia vaticana y la Conferencia Episcopal Espa?ola. La comunidad de creyentes cat¨®licos de este pa¨ªs -y por supuesto quienes no lo son- no ver¨¢ con buenos ojos la realizaci¨®n de un viaje pastoral, -como Juan Pablo II ha manifestado reiteradamente que desea que resulte su viaje a Espa?a- rodeado de pasquines solicitando el voto y alternando en las mismas ciudades celebraciones lit¨²rgicas con m¨ªtines de los partidos pol¨ªticos. Este confusionismo que se puede crear entre las creencias religiosas y las opciones pol¨ªticas no parece que sea el marco m¨¢s recomendable para que Su Santidad visite nuestro pa¨ªs, ya que, que Juan Pablo II no desee mezclarse en la batalla electoral, no faltar¨¢n quienes se arrimen con otros intereses a su persona y utilicen su presencia y sus palabras como apoyos a determinadas opciones pol¨ªticas concretas.
Por lor dem¨¢s, y con indepeqdencia de otros comentarios que dedicaremos al tema, la apertura del per¨ªodo electoral coloca al pa¨ªs en una buena oportunidad para conseguir una clarificaci¨®n del panorama pol¨ªtico, y consolidar un Gobierno estable que encare. con optimismo y rigor los problemas de nuestra convivencia.
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