Los presupuestos de la reindustrializaci¨®n

Deambulamos en el interior de una gigantesca crisis financiera, origen y resumen de todos los dem¨¢s episodios y fen¨®menos cr¨ªticos. Sus cuatro v¨¦rtices son: disminuci¨®n de los recursos liberados por el sistema para la reproducci¨®n ampliada del capital; aumento de las demandas de recursos adicionales para financiar la revoluci¨®n posindustrial, que exige una verdadera acumulaci¨®n primitiva de capital; drenaje de recursos financieros hacia pa¨ªses perif¨¦ricos sin capacidad para protagonizar el cambio tecnol¨®gico; e incremento del contingente de incertidumbre, cuyo grosor introduce una l¨¢mina de ruptura entre los recursos financieros y su conversi¨®n en capital fijo. Dicho en otra jerga: se acumula poco capital, al tiempo que aumenta la necesidad de capital. De ese tronco central penden y se descuelgan diversos episodios y consecuencias, cuyo dramatismo no debe ocultarnos el eje principal del problema.Una secuencia larga de tal naturaleza provocar¨¢n sin duda, una remodelizaci¨®n sustancial del sistema, y la sociedad que no sea capaz de ajustarse a un nuevo modelo de relaciones econ¨®micas saldr¨¢ perdedora de la crisis. No se puede afrontar una era de cambios -inevitable, como son casi siempre las cosas de la tecnolog¨ªa- sin una m¨ªnima predisposici¨®n a aceptarlos. De ah¨ª que resulte grotesca la pol¨¦mica del modelo de sociedad que desde la derecha se provoca: en las actuales circunstancias todos los modelos de sociedad est¨¢n en crisis, y lo que hace falta es, precisamente, disponer de la suficiente libertad intelectual como para ir construyendo el modelo de relaciones econ¨®micas que mayor tasa de bienestar produzca al conjunto de los ciudadanos.

El per¨ªodo de cambio requiere, ante todo, un conjunto de predisposiciones o actitudes, que yo resumir¨ªa en tres categor¨ªas:

a) Tensi¨®n. Los cambios que se avecinan requieren un ¨¢nimo atento y dispuesto a asumir experiencias distintas. De un per¨ªodo de certidumbres / seguridades se pasa, inevitablemente, a un per¨ªodo de incertidumbres / inseguridades (ya dec¨ªa que todos los modelos est¨¢n en crisis). La sociedad con mayor capacidad para vivir en paz con un alto coeficiente de incertidumbre dispondr¨¢ de ventajas relativas en el tr¨¢nsito.

b) Sacrificio. De la etapa de cambio resultar¨¢ un mapa econ¨®mico sustancialmente distinto, aunque los puntos nodales sean los mismos. El grado de sacrificio, entendido como disminuci¨®n transitoria de la tasa de bienestar material, que una sociedad est¨¢ dispuesta a asumir ser¨¢ el principal factor condicionante de su papel en el futuro. A mayor sacrificio, mejor posici¨®n relativa en el nuevo mapa.

c) Paciencia. No estamos ante una crisis, sino en el interior de una crisis-era, que persistir¨¢, expresada en distintos episodios, durante muchos a?os. Nadie espera, si no es aplicando un sobreesfuerzo para provocar un momento de tir¨®n, que la tasa media anual de crecimiento del PIB a lo largo de lo que resta de esta d¨¦cada supere ampliamente el 3% o el 3,5%. Pues, bien, la tasa de crecimiento neutral, es decir, la que no provoca un aumento del n¨²mero de empleos, pero tampoco su disminuci¨®n, puede estimarse, a la vista de los estudios disponibles, pr¨®xima al 5% anual. De estos datos es obligado extraer una conclusi¨®n: el verdadero ajuste general del sistema exigir¨¢ importantes cambios en la contingentaci¨®n y distribu_ci¨®n de la fuerza de trabajo que el funcionamiento del propio sistema requiere, o, para ser m¨¢s coherentes, en el reparto del ocio generado. Ese ajuste ser¨¢ tarea de toda una generaci¨®n.

El marco general

Desde actitudes del orden de las sugeridas es posible construir un marco general de ideas. Si la crisis afecta a algunos de los presupuestos b¨¢sicos del sistema, no se lograr¨¢ superarla mientras no se definan unos nuevos presupuestos. Ese marco viene configurado, en mi opini¨®n, por cuatro ideas, f¨®rmulas, objetivos o prioridades:

1. Colaboraci¨®n. Las fragmentaciones e incompatibilidades latentes en nuestra sociedad constituyen deseconom¨ªas. Aminorar esas incompatibilidades y sustituir paulatinamente los nudos de controversia por ¨¢mbitos de colaboraci¨®n debe constituir un objetivo prioritario, especialmente en los siguientes campos pol¨¦micos:

a) Entre el sector p¨²blico y el sector privado de la econom¨ªa. El punto de mira no debe ser el tama?o de uno y otro sector, sino su eficiencia, contemplada esta desde una perspectiva econ¨®mica y social. ?D¨®nde es m¨¢s eficiente una peseta que se asigne, es decir, d¨®nde redunda en mayor beneficio a los intereses generales?

b) Entre el sector financiero y el sector real de la econom¨ªa. ?Es posible reconstruir, sobre nuevas bases, un compromiso del sistema financiero. con la industria espa?ola, con sus nuevos proyectos y campos de actividad? Desde el comienzo de la crisis los intermediarios financieros se han ido saliendo paulatinamente del sector industrial. No se pide su regreso, porque los banqueros son, tal vez, los , peores empresarios industria les, sino una nueva entrada como financiadores (no como socios).

c) Entre empresarios y trabajadores. La defensa de los intereses de clase no se concreta necesariamente en la confrontaci¨®n, y, en el reverso, la cooperaci¨®n no es un fen¨®meno que requiere identidad de intereses, basta con que haya acuerdo respecto de detern¨²nados objetivos. Sin claudicaciones, la sociedad que logre articular un modelo sindical de colaboraci¨®n (no de colaboracionismo) dispone de obvias ventajas relativas, pero para logr¨¢rlo hace falta tambi¨¦n que aparezca de verdad un patronalismo dispuesto a cooperar.

d) Entre las regiones o ?acionalidadet y el Estado central. Duplicar actividades p¨²blicas es malversar recursos de todos, y no coordinarias, disminuir su eficiencia global. La minoraci¨®n de las rec¨ªprocas desconfianzas requiere un importante cambio de mentalidad en el Estado central, consistente en abandonar la idea de que el r¨¦gimen de autonom¨ªas es antiecon¨®mic¨®. Muy al contrario, las Autonom¨ªas pueden convertirse en el factor clave para que en sus ¨¢mbitos puedan urdirse tramas de colaboraciones como las expuestas en los, ep¨ªgrafes precedentes. La reorganizaci¨®n de los recursos se desplazar¨¢ en buena medida a los ¨¢mbitos auton¨®micos, pro vistos de elementos de cohesi¨®n e identidad social, cultural y de convivencia que son marco imprescindible de la colaboraci¨®n.

2. Capitalizaci¨®n. En el conjunto del per¨ªodo 1974-1081 la formaci¨®n bruta de capital fijo exhibi¨® tasas de crecimiento negativas, y la tendencia ¨²nicamente comenz¨® a rectificarse a lo largo de los a?os 1980-1981 con unas tenues tasas positivas. El fen¨®meno de la descapitalizaci¨®n tiene que ver, por supuesto, con la inhibici¨®n inversora, pero tambi¨¦n con el evidente descenso de la capacidad del s¨ªstema para liberar recursos susceptibles de ser invertidos, es decir, con la menor acumulaci¨®n. La capitalizaci¨®n del pa¨ªs debe ser, en los pr¨®ximos a?os, el presupuesto de cualquier pol¨ªtica econ¨®mica e industrial, y este prop¨®sito se disgrega en dos objetivos: generar acumulaci¨®n y fijarla en inversi¨®n. La clave principal reside en reconstruir la capacidad de autofinanciaci¨®n de las empresas reduciendo su dependencia del sistema financiero, es decir, sorteando el apa lancamiento que los elevados tipos de inter¨¦s provocan. La tasa anual de autofinanciaci¨®n (porcentaje de autofinanciaci¨®n sobre inversi¨®n en inmobilizado) se redujo del 47,76%, en 1972, al 29,4%, en 1978. Los pa¨ªses con mayor capa cidad para resistir la crisis, e incluso para agravar la de los dem¨¢s en su propio beneficio, son aquellos en que las estructuras financieras de las empresas presentan m¨¢s alto porcentaje de fondos propios sobre recursos ajenos (EE UU, 58,5% ; Rep¨²blica Federal de Alemania 37,2%), salvo que compen sen la mayor dependencia y costes financieros con una brutal produc tividad de los recursos (Jap¨®n, 12,8%). Bajo la idea de que la acu mulaci¨®n de capital no es de derechas ni de izquierdas -lo que es de derechas o de izquierdas es el control del proceso y del capital generado-, ?ser¨¢ posible arbitrar pactos de inversi¨®n en los que la Contrapartida de una mayor acumulaci¨®n sea el efectivo destino en inversi¨®n?

3. Innovaci¨®n tecnol¨®gica. La gran apuesta de futuro es la que se realice en ideas / ciencia/ tecnolog¨ªa / t¨¦cnica. Esta apuesta debe ser redobladamente sustanciosa en un pa¨ªs que se encuentra a la cola de los pa¨ªses desarrollados. en gastos en investigaci¨®n y desarrollo (0,4% del PIB) y que, por consecuencia exhib¨ªa en 1980 un d¨¦ficit de m¨¢s de 33.000 millones de pesetas en su balance de pagos e ingresos por asistencia t¨¦cnica y royalties. En las actuales circunstancias, y con la cultura empresarial vigente, este es un campo en que la iniciativa principal deber¨¢ provenir del sector p¨²blico, apto para operar con una visi¨®n a m¨¢s largo plazo que el que normalmente se utiliza por los empresarios para establecer la tasa de recuperaci¨®n de las inversiones. Del sector p¨²blico debe partir el impulso que ponga en marcha f¨®rmulas institucionalizadas de colaboraci¨®n entre los propios organismos de la Administraci¨®n, las empresas y los centros de investigaci¨®n de las universidades, y tambi¨¦n la financia ci¨®n de una parte significativa de los programas. La acumulaci¨®n tecnol¨®gica debe ser b¨¢sicamente una acumulaci¨®n de Estado.

4. Exportaci¨®n. Si hablamos de capitalizar la econom¨ªa espa?ola, forzosamente habremos de pensar en un mercado. interior de bienes de consumo escasamente expansivo. Una parte de esa falta de expansividad del consumo interior tal vez pueda compensarse con una pol¨ªtica inteligente de sustituci¨®n de importaciones; pero el gran reto de la econom¨ªa de nuestro pa¨ªs, verdadero indicador de su eficiencia real, ser¨¢ la apertura positiva al mercado exterior. En estos momentos asistimos a una cierta euforia sobre la marcha de nuestro sector exterior; no faltan, ciertamente, razones para un leve optimismo -la participaci¨®n de las exportaciones espa?olas en el conjunto de las m5ndiales pas¨® de un 0,85%, en 1970, a un 1,13%, en 1980-, pero analizando la com posici¨®n cualitativa de las expor taciones se advierte que el auge descansa en buena medida sobre ciertos bienes intermedios (cemento, productos sider¨²rgicos), mientras no, se aprecia, igual dinamismo en las exportaciones de los bienes de capital m¨¢s significativos. La proporci¨®n de las ventas espa?olas al exterior sobre el PIB es adem¨¢s una de las m¨¢s bajas de los pa¨ªses desarrollados (9,9%), lo que a un tiempo expresa la modes tia de nuestro papel y la potencialidad de crecimiento..

Prioridades coherentes

No es posible concebir pol¨ªticas concretas si no se dispone de un conjunto elemental de prioridades y si ¨¦stas no son coherentes e interactuantes entre s¨ª. La quinta idea ser¨ªa, pues, el adecuado ensamblaje de las cuatro restantes, su aptitud para impulsarse rec¨ªprocamente. La capitalizaci¨®n de nuestro pa¨ªs requiere un marco colabo rativo de relaciones econ¨®micas, pero ese esfuerzo provocar¨¢ una mayor depresi¨®n si no se consigue ensanchar el mercad , o exterior.

Cualquier proyecto reindustrializador ser¨¢ pura literatura pol¨ªtica si no descansa sobre uri conjunto de presupuestos elementales del orden de los enunciados. En ¨²ltima instancia, reindustrializar consiste en generar capital, producir ideas y arbitrar los mecanismos para que el capital, se utilice en realizarlas.