Luisa Fernanda
La desaparici¨®n de Moreno Torroba, el m¨²sico que ha pasado a la gloria menor y madrile?a de lo que el maestro Haro ha llamado aqu¨ª mismo "el Madrid de Chueca", coincide curiosamente, me parece a m¨ª, con el crep¨²sculo de las ideolog¨ªas o pseudoideolog¨ªas (el otro d¨ªa las distingu¨ªamos aqu¨ª de las creencias) que ha profesado durante un par de siglos cierta derecha aplaciente, complaciente y displicente.Con Moreno Torroba muere nada menos que la zarzuela viva, y con la condenaci¨®n de Fraga por LaviIla, muere la utop¨ªa de la gran derecha, una demag¨®gica para ricos, que son las peores. Los ni?os de derechas / izquierdas de mi generaci¨®n. estamos oyendo Luisa Fernanda a nuestras t¨ªas toda la vida, mientras "pasaban un poco el polvo", como dec¨ªan ellas, y esto era suficiente para que odi¨¢semos -el ni?o es un anarquista bajito de izquierdas- a la inc¨®gnita Luisa Fernanda, a nuestras t¨ªas y, sin conocerl¨®, al pobre Moreno Torroba. La primera vez que o¨ª Luisa Fernanda en versi¨®n no dom¨¦stica, me qued¨¦ asombrado, porque era una cosa bonita, sonaba bien y sonaba "nuestra". (Al fin y al cabo, Andr¨¦ Gide se pas¨® la vida tocando -mal- Alb¨¦niz al piano.) Tras la nostalgia cr¨ªtica retrogeneracional y el hacerles justicia a nuestras t¨ªas, vino el comprender que la zarzuela, el g¨¦nero chico, los juegos florales, Campoamor y los nardos apoyaos en la cadera formaban parte de un populismo falso, propiciado por las clases altas para difundir la idea de un pueblo alegre y confiado, feliz y resignado, pobre, pero honrado.
Para difundirla, sobre todo, entre el propio pueblo. Y, de paso, para darse ellos, ellas, las oligarqu¨ªas, un ba?o de casticismo que les tranquilizaba mucho la conciencia de tis¨², ya que el casticismo fue el socialismo al rev¨¦s, un presocialismo invertido.
Adem¨¢s, que las orejas de n¨¢car y espuma (como escrib¨ªan entonces los cronistas de sociedad que hab¨ªan hojeado a Rub¨¦n Dar¨ªo) de las damas y marquesitas, pod¨ªan saltar en trocit¨®s, como tal n¨¢car o porcelana, contra la violencia de un concierto macho de Wagner / Beethoven. Lo dice un famoso romance de Rafael Duy¨®s: "Tanto Beethoven me cansa / Chopin me llega al alma". (Reivindico a nuestras marquesitas utilizando otra vez a Gide, que dice: "Beethoven me da m¨¢s m¨²sica, pero Chopin me da mejor m¨²sica".) O sea, que Gide / Duy¨®s hab¨ªan o¨ªdo pianos y s¨ª sab¨ªan d¨®nde. Se muri¨® do?a Luisa Fernanda como una Dama de las Camelias madriles y de escasos medios, asistida por Tamayo, muere o se dispersa una clase que en vez de una ideolog¨ªa ten¨ªa una zarzuela, y en lugar de un g¨¦nero de vida, un g¨¦nero chico. Ciertos l¨ªderes de cierta derecha, mayormente Fraga, con Alzaga y Alvarez / Alvarez como coadjutores, invocan unas clases medias y altas que el tiempo ha dejado sepia, o que han vendido sus casas de renta antigua a Gonz¨¢lez Brea, para eso de la divisi¨®n horizontal de la propiedad, que a ellos les ha permitido salvar malamente su verticalidad. Una ¨¦poca muere con su musica, y una sociedad tambi¨¦n. La desaparici¨®n, tan lamentable, de Moreno Torroba, nos deja a todos sin el argumento dudosamente electoral de la nostalgia, pero sobre todo a esos l¨ªderes que se dirigen a una derecha que ya no hay o ya no es as¨ª. Aparte los juegos de intereses y poder, tan obvios, a m¨ª me interesa eso que unos y otros llaman el modelo de sociedad, cuando estamos ya en la sociedad de Ips modelos: Mick Jagger o Pl¨¢cido Domingo, Ana Bel¨¦n o Jeannine Mestre, Landelino o Felipe.
Lo que m¨¢s imposibilita a Fraga, como l¨ªder, no es su autoritarismo, su cuarenta?ismo o su facticismo, sino el que todos sabemos que, aunque sin voz y para adentro, canta Luisa Fernanda al afeitarse.
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