El programa del PSOE / y 2
EL PROGRAMA econ¨®mico del PSOE trata claramente de huir del modelo nacionalizador de la Internacional Socialista, inaplicable en nuestro pa¨ªs tanto por la estructura interna heredada del pasado como por los nuevos desaf¨ªos de la econom¨ªa internacional. A la realista aceptaci¨®n de que nadie dispone de soluciones milagrosas para encarar una crisis de ¨¢mbito internacional, largo alcance y diagn¨®stico dificil se une probablemente la convicci¨®n de que la pol¨ªtica econ¨®mica posible en Espa?a se halla f¨¦rreamente condicionada por poderosos factores -internos y exteriores- que escapan a la voluntad de los gobernantes. La estrategia de redistribuci¨®n socialdem¨®crata tuvo sus oportunidades de ¨¦xito en ¨¦pocas de crecimiento sostenido pero se enfrenta con enormes dificultades en tiempos de escasez y recesi¨®n. A estas razones hay que a?adir la tierra quemada que deja UCD a sus eventuales sucesores. Casi un bill¨®n de pesetas de d¨¦ficit p¨²blico, tensiones inflacionistas no dominadas, cerca de dos millones de desempleados, un peligroso desequilibro de la balanza exterior y un sector p¨²blico ineficiente y desprestigiado es el inc¨®modo legado que recibir¨ªan los socialistas si alcanzasen el poder el pr¨®ximo 28 de octubre. El fracaso del gobierno de Leopoldo Calvo Sotelo, pese a las facilidades que le dispens¨® el ANE, para imponer una pol¨ªtica de austeridad y saneamiento repercutir¨¢ negativamente en el pr¨®ximo per¨ªodo, hipotecado tanto por los endosos del pasado como por las expectativas de un electorado acosado por el desempleo y la p¨¦rdida de capacidad adquisitiva.El programa socialista o, mejor dicho, el conjunto de medidas no siempre interconectadas que constituye su contenido, se orientan fundamentalmente al aumento de los puestos de trabajo y a una discreta tentativa de redistribuci¨®n de la renta. El gran peligro que encierran esas propuestas, en s¨ª mismas moderadas y no demasiado originales, son las implicaciones negativas que pueden derivarse de su propia din¨¢mica. Pese a las invocaciones del documento al mercado y a la iniciativa privada, la aplicaci¨®n r¨ªgida y poco meditada de algunas de esas medidas podr¨ªan llevar a un aumento disfuncional del intervencionismo estatal y a la completa renuncia a las medidas liberalizadoras introducidas a rega?adientes por los gobiernos de UCD durante los ¨²ltimos a?os. Digamos, de pasada, que el dirigismo arbitrista es una planta muy conocida en la pol¨ªtica econ¨®mica espa?ola, desde los tiempos de la autarqu¨ªa hasta la pintoresca estrategia de reindustrializaci¨®n del ministro Bay¨®n, y que la mala imagen de buena parte de nuestras empresas p¨²blicas espa?olas, corro¨ªdas por la ineficiencia, desangradas por el despilfarro y conectadas con tinglados privados, no puede mejorarse de la noche a la ma?ana.
El programa del PSOE contiene un plan de recuperaci¨®n cuyo objetivo m¨¢s ambicioso es la creaci¨®n de 200.000 puestos de trabajo por a?o. Este crecimiento del empleo se basar¨ªa en una recuperaci¨®n de la inversi¨®n privada y en un aumento notable de la inversi¨®n p¨²blica, impulsada por un fondo de acci¨®n coyuntural que figurar¨ªa en los Presupuestos Generales del Estado. La palanca de las inversiones privadas ser¨ªa una concertaci¨®n con la banca, orientada probablemente a favorecer los cr¨¦ditos para proyectos de inversi¨®n. La calificaci¨®n de las cajas de ahorros como entidades de "utilidad p¨²blica", la moderaci¨®n en la liberalizaci¨®n de coeficientes y el plan de construcci¨®n de viviendas parecen se?alar que el cr¨¦dito destinado a la inversi¨®n disfrutar¨ªa de unas condiciones preferentes.
El complemento de esta acci¨®n ser¨ªa una pol¨ªtica de rentas basada en una moderaci¨®n de los costes salariales y la reducci¨®n en seis puntos en las cuotas de la seguridad social que pagan los empresarios. La solidaridad de la poblaci¨®n empleada y el aligeramiento del mercado de trabajo gracias a la reducci¨®n de la edad de jubilaci¨®n y a la disminuci¨®n de la jornada laboral contribuir¨ªan, as¨ª, a la creaci¨®n de esos 200.000 empleos anuales. Las dimensiones del proyecto socialista adquieren todo su relieve al recordar que entre 1979 y 1981 se han perdido cerca de 980.000 puestos de trabajo. Ahora bien, para conseguir la creaci¨®n de esos nuevos empleos, nuestra producci¨®n de bienes y servicios tendr¨ªa que crecer a un ritmo equivalente al de los a?os anteriores a la crisis, lo que lleva impl¨ªcito el riesgo de desatar fuertes alzas en los precios y de comprometer el equilibrio de los intercambios con el exterior. No es seguro que las defensas previstas por el programa socialista para hacer frente a esos peligros -un mayor control de precios, una revisi¨®n de la estructura arancelaria y el complemento del cr¨¦dito exterior, que apoyar¨ªa la cotizaci¨®n de la peseta- fueran suficientes o no engendraran problemas aun mayores.
De a?adidura, el reforzamiento de la pol¨ªtica de coeficientes obligatorios de inversi¨®n, el aumento de los con troles de precios (y presumiblemente de los tipos de inter¨¦s), la intervenci¨®n directa en la asignaci¨®n del cr¨¦dito (mediante la regionalizaci¨®n de las cajas de ahorro) y la fijaci¨®n de circuitos privilegiados de cr¨¦dito podr¨ªan desembocar en un aluvi¨®n de controles muy negativos para el funcionamiento de nuestra econom¨ªa. De otra lado, el cumplimiento de los objetivos generales del programa socialista, tanto en sus aspectos econ¨®micos como en sus dimensiones sociales, podr¨ªa ejercer una fuerte presi¨®n sobre el gasto p¨²blico y aumentar la magnitud del d¨¦ficit. La pol¨ªtica educativa, la mejora de los servicios p¨²blicos, los subsidios de desempleo, las jubilaciones anticipadas y los restantes renglones del proyecto del PSOE deber¨¢n ser cuidadosamente cuantificados y sumados para comprobar si cuadran con las cifras de ingresos previstos. En resumen, el PSOE se propone seguir la senda de la recuperaci¨®n mediante el est¨ªmulo de la demanda interna. Pero la voluntad de crecimiento, que se perfila como el ariete del cambio econ¨®mico, implica el serio riesgo de eliminar esas positivas medidas de disciplina monetaria y de flexibilidad econ¨®mica que apenas han ido calando en la intervenida econom¨ªa espa?ola. En tal caso, las perspectivas de que la escalada del d¨¦ficit p¨²blico acelerase la inflaci¨®n y el desequilibrio de la balanza de pagos ser¨ªa m¨¢s que preocupante. Por lo dem¨¢s, cualquier pol¨ªtica econ¨®mica se enmarca en el cuadro general de las instituciones pol¨ªticas y sociales y debe tomar en cuenta las expectativas de los agentes econ¨®micos. Los socialistas, si alcanzasen el poder, tendr¨ªan que ganarse la con fianza de los peque?os y medianos empresarios, en cuyas manos est¨¢n las llaves de un aumento del empleo, conseguir de los sindicatos mayoritarios unos t¨¦rminos de negociaci¨®n al menos tan razonables como el ANE y plantearse la negociaci¨®n de los precios agr¨ªcolas del pr¨®ximo a?o. En esa perspectiva, el programa de los socialistas ser¨ªa papel mojado si su capacidad para reformar la Administraci¨®n P¨²blica, sanear las empresas estatales, gestionar honestamente los recursos de los contribuyentes y manejar con prudencia la pol¨ªtica econ¨®mica del d¨ªa a d¨ªa nos les concediera ese margen de cr¨¦dito sin en que ninguna estrategia econ¨®mica a medio o largo plazo es factible.
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