Espa?a, en la crisis financiera mundial / y 2
La deuda externa espa?ola ha crecido de manera vertiginosa durante los ¨²ltimos a?os: desde unos 3.500 millones de d¨®lares a finales de 1973 hasta unos 27.200 a finales de 1981, importe que equivale a cerca de un 15% del PIB y que nos sit¨²a entre las doce o quince primeras potencias deudoras.A la vista de ello, no dejar¨ªa de plantearse la pregunta de para qu¨¦ y c¨®mo nos hemos endeudado tan de prisa. La pol¨ªtica espa?ola de endeudamiento externo, si ha existido, constituye un secreto de Estado muy bien guardado; o bien habr¨ªa que considerarla como una de las asignaturas m¨¢s pendientes de nuestra pol¨ªtica econ¨®mica. Una simple inspecci¨®n de la informaci¨®n publicada sobre prestatarios -que han sido, en su amplia mayor¨ªa, el sector p¨²blico y empresas como la Compa?¨ªa Telef¨®nica y las el¨¦ctricas que, de hecho, forman parte de ¨¦l o casi- llevar¨ªa a la conclusi¨®n -caricaturizando, pero no mucho- de que Espa?a ha debido estar endeud¨¢ndose sobre todo para seguir pagando n¨®minas p¨²blicas y privadas y seguir atendiendo costes financieros resultantes de la deuda ya contra¨ªda.
La contrapartida m¨¢s deseable del endeudamiento consiste en la inversi¨®n productiva, y en Espa?a, aqu¨¦l ha aumentado mientras ¨¦sta descend¨ªa.
Todo ello, no obstante, conviene subrayar -y con trazo grueso- que la deuda externa espa?ola figura claramente por ahora entre las que hay que calificar de soportables e incluso entre las comparativamente muy soportables. No alcanza todav¨ªa nuestra deuda ninguna de las cotas que se suelen empezar a considerar se?ales de alarma, alarma todav¨ªa leve. Queda todav¨ªa bastante por debajo del valor de las exportaciones anuales de bienes y servicios; la carga de su servicio sobre estos ingresos corrientes debe estar a¨²n en tomo a un tolerable 20% las reservas brutas (contabilizando el oro a 42 d¨®lares la onza) constitu¨ªan a finales de 1981 dos quintos de la deuda total, proporci¨®n esta ¨²ltima muy alta.
Que esta soportable, manejable y encajable deuda externa espa?ola contin¨²e siendo tal parece que constituye el objetivo m¨¢s prioritario de todos -por importantes que sean otros pendientes- en la materia. No va a ser ello tan simple, en la complicada situaci¨®n financiera internacional actual. Cualquier accidente, cualquier torpeza -que, por ejemplo, provoque o propicie una oleada especulativa contra la peseta- podr¨ªa ahora f¨¢cilmente agigantar sus repercusiones, a trav¨¦s de la puesta en duda de nuestra solvencia. El arte de gobierno de nuestra balanza de pagos ha de ejercerse en el futuro pr¨®ximo con gran finura, para que no nos sorprenda el gran toro que forman esos casi 30.000 millones de d¨®lares que debemos.
Nuestra posici¨®n acreedora
La posici¨®n acreedora de Espa?a es mucho m¨¢s modesta o menos inmodesta, pero tiene tambi¨¦n su significaci¨®n. Su componente fundamental viene dado por el cr¨¦dito a la exportaci¨®n asegurado por CESCE (aunque hay cr¨¦ditos al exterior no asegurados, y cr¨¦ditos oficiales procedentes del Fondo de Ayuda al Desarrollo). El capital que sumaban las operaciones aseguradas por CESCE, deducidas las salidas de riesgo ya registradas, alcanzaba, a finales del. ¨²ltimo a?o, unos 630.000 millones de pesetas, cifra ciertamente muy importante (aunque en ella se incluye un alto porcentaje de operaciones en curso de ejecuci¨®n que todav¨ªa no han dado origen a deudas propiamente dichas o no han entrado en fase de amortizaci¨®n). Los vencimientos que tienen lugar en cada ejercicio representan s¨®lo una fracci¨®n de este gran total que se acaba de mencionar: se proyectan en unos 80.000 millones de pesetas para el presente a?o.
Tambi¨¦n el cr¨¦dito espa?ol a la exportaci¨®n ha estado creciendo muy r¨¢pidamente, bastante m¨¢s, de hecho, que la exportaci¨®n misma. Tambi¨¦n respecto a ¨¦l hay algunos interrogantes que se podr¨ªan considerar muy pendientes. No hay m¨¢s remedio que financiar la exportaci¨®n, pero la experiencia general y tambi¨¦n la nuestra nos dicen que cuando las ventas al exterior se ultrafinancian, lo que se acaba fomentando sobre todo es la exportaci¨®n... de cr¨¦dito a la exportaci¨®n. Se vende lo mismo que ya se iba probablemente a vender, o poco m¨¢s, pero a plazos m¨¢s largos, en condiciones m¨¢s blandas y asumiendo riesgos mayores. Liberalidad menos defendible cuando el pa¨ªs que concede el cr¨¦dito tiene que endeudarse a su vez, y en condiciones nada blandas ni concesionarias.
Pero -dejando aparte consideraciones como las anteriores- el problema urgente que tienen hoy planteado el cr¨¦dito a la exportaci¨®n y su seguro es el intenso aumento en la siniestralidad que est¨¢ generando la presente crisis. Si el futuro inmediato repite el pasado tambi¨¦n inmediato y su excepcional siniestralidad, entra dentro de lo posible que el seguro de cr¨¦dito a la exportaci¨®n agote las reservas constituidas y haya de recurrir a los mecanismos y procedimientos extraordinarios -por otra parte, ya previstos en la ley- que le permitan incrementar sus recursos para hacer frente a una situaci¨®n ciertamente extraordinaria. El que ello ocurra -si as¨ª acaba ocurriendo- no ser¨¢ desde luego motivo para que nadie se felicite, y s¨ª ocasi¨®n justificada para lamentar que se hayan tomado ciertos riesgos que desde el principio parec¨ªan malos y eran evitables. Con todo, conviene subrayar que un per¨ªodo de d¨¦ficit no equivale a una quiebra del sistema. Es m¨¢s bien consecuencia de su funcionamiento. El seguro de cr¨¦dito a la exportaci¨®n se ha inventado para que acumule excedentes de primas sobre indemnizaciones en per¨ªodos m¨¢s o menos normales (lo que ha hecho CESCE desde el comienzo de sus actividades en 1972 hasta 1981, decenio durante el cual las indemnizaciones equivalieron a s¨®lo un 37% de las primas). Tales excedentes acumulados est¨¢n destinados a desacumularse y desaparecer durante los per¨ªodos de siniestralidad intensa, y si ¨¦sta es excepcional, habr¨¢n de complementarse con aportaciones asimismo excepcionales. Seg¨²n lo que hoy cabe prever, por lo dem¨¢s, estas aportaciones no sobrepasar¨ªan en el caso espa?ol algunos miles de millones de pesetas (no decenas de miles) por ejercicio durante algunos a?os, cifra encajable cuando los gastos e ingresos p¨²blicos se miden en billones de pesetas (y el d¨¦ficit entre unos y otros, tambi¨¦n, por desgracia).
Por otra parte, el pago de indemnizaciones ser¨¢, en lo sustancial, la contrapartida de las operaciones de salvamento -o refinanciaciones en el seno del Club de Par¨ªs- en que participe Espa?a juntamente con otros pa¨ªses; es decir, de nuestra contribuci¨®n a la estabilizaci¨®n o reestabilizaci¨®n del sistema financiero internacional.
Hay todav¨ªa otro componente muy singular de lo que cabe entender -en sentido muy amplio- posici¨®n acreedora espa?ola. Se trata de los cr¨¦ditos que la banca espa?ola que act¨²a en el mercado de eurod¨®lares haya concedido con cargo a los dep¨®sitos en ¨¦l recogidos y, en especial, de los que est¨¦n otorgados a pa¨ªses con problemas de solvencia. Da la impresi¨®n de que puede tratarse de nuevo de miles de millones, y esta vez de d¨®lares, pero la falta de informaci¨®n (en todo caso, la del, autor de estas l¨ªneas) no permite aqu¨ª comentarios. Sin embargo, es seguro que resultar¨¢ m¨¢s barato para Espa?a y nuestros intereses ayudar y refinanciar aquellos bancos que puedan verse en dificultades que permitir que sus dificultades se conviertan en insuperables. Tambi¨¦n en este sector, lo primero que hay que hacer al o¨ªr la se?al de alarma es no asustarse.
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