Los boxeadores tambi¨¦n hacen el amor en el 'ring'
La artista belga Marie-Jo Lafontaine (nacida en Amberes, hace 35 a?os) ha elegido un t¨ªtulo en lengua extranjera, Round around the ring (Round alrededor del ring) para su instalaci¨®n de v¨ªdeo, una de las m¨¢s interesantes y originales de las presentadas en el festival. Quiz¨¢ se deba a la belleza euf¨®nica que provoca en quien va rumiando el t¨ªtulo en ingl¨¦s. Quiz¨¢ sea porque esas tres palabras, en un cinta, sinf¨ªn, son la mejor onomatopeya del flotar de los cuerpos en el cuadril¨¢tero, del constante circular de las im¨¢genes entre cinco monitores.Las im¨¢genes van como rizos y ondas de uno a otro monitor, reproduciendo "el alarde del cuerpo y de la imagen de ese cuerpo, la parodia de la violencia, cara a cara; el continuo desaf¨ªo lanzado al adversario", como escribe la autora en un poema que adjunta con las cintas.
Los artistas, como Lafontaine, extraen de la realidad impresiones y sensaciones poco menos que inimaginables para los dem¨¢s. As¨ª, Lafontaine ve en el boxeo un juego latente de sensualidad y de erotismo entre los cuerpos de los dos p¨²giles.
Amor y no s¨®lo violencia en las miradas, en las entregas al abrazo. Los boxeadores tienen el volante en los ojos, y la persecuci¨®n de las miradas es el ¨¢rbol de transmisi¨®n de todos los movimientos.
Round around the ring es una instalaci¨®n o escultura en v¨ªdeo. Cinco cintas de v¨ªdeo de siete minutos de duraci¨®n son reproducidas por cinco magnetoscopios en otros tantos monitores alineados en realidad en un mismo plano horizontal. Las cinco cintas reproducen en realidad una sola imagen: planos cerrados muy cortos y comprimidos contra el fondo, que condensan en siete minutos un combate de boxeo desde el precalentamiento hasta avanzado el duelo. Los monitores uno, tres y cinco est¨¢n sincronizados independientemente de los monitores dos y cuatro, que tienen un desfase de algunas d¨¦cimas de segundo. Las im¨¢genes se contemplan simult¨¢neamente en las cinco pantallas y el espect¨¢culo total tiene una duraci¨®n de veintiocho minutos: cuatro pases ininterrumpidos de siete minutos cada uno y a cada pase un desfase mayor en el sincronismo de las cinco im¨¢genes.
Son este desfase y visi¨®n m¨²ltiple los que provocan la sensaci¨®n de flotaci¨®n y de im¨¢genes rizadas. S¨®lo con el paso del tiempo el espectador se percata de que los boxeadores son diferentes: dos pesos medios y dos pesados.
La banda sonora contribuye a crear un clima id¨ªlico o violento de la lucha, seg¨²n el momento en que se contemple: obras de Bela Bartok, de Leo Redlonne, la canci¨®n polaca Varsoviana y la alemana Wunderbaar, de Zarah Leander, la canci¨®n preferida del padre de los nazis: Hitler.
M¨²sicas que parecen tan inconciliables como el erotismo y la muerte en el acto de boxear, como la ternura y la violencia de este espect¨¢culo, que a la autora se le antoja como la fiesta de una parada callejera. "Eleg¨ª la canci¨®n preferida de Hitler porque soy jud¨ªa. Por eso, cuando se transmite la sensaci¨®n de violencia s¨®lo aparece la espalda de los boxeadores dando golpes bajos y ocultos, quiz¨¢ de muerte", dice Marie-Jo, con la alegr¨ªa de una superviviente de la matanza, con parecido estupor al del palestino de Beirut al o¨ªr el himno nacional de Beguin, de su ministro de Defensa y de sus ej¨¦rcitos. Una inyecci¨®n de orgasmo a la sangre al comp¨¢s del Wunderbaar.
La instalaci¨®n se realiz¨® en un a?o de trabajo, con un presupuesto de 1.500.000 pesetas -seg¨²n palabras de la autora-, prueba evidente de que el v¨ªdeo no es tan barato como se hace creer, y fue financiada, en parte, por el Centro Pompidou.
Babelia
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