El para¨ªso perdido de Milton Friedman
Hasta ahora cre¨ªamos que la econom¨ªa era una ciencia controvertida y en gestaci¨®n, sometida a interpretaciones de diversa escol¨¢stica seg¨²n los momentos hist¨®ricos, seg¨²n las circunstancias geopol¨ªticas y en funci¨®n de las ideolog¨ªas imperantes. As¨ª, por ejemplo, supimos que el mercantilismo sucumbi¨® estrepitosamente porque la acumulaci¨®n de metales preciosos conllev¨® la inflaci¨®n y, con ella, la ruina de la industria, como en la Castilla del siglo XVI. La fisiocracia, a su vez, muri¨® v¨ªctima de su candor a manos de la expansi¨®n comercial y de la intermediaci¨®n financiera, y el capitalismo de Adam. Smith sufri¨® embates furibundos porque la llamada mano invisible pareci¨® a muchos no tan invisible, por lo que el panorama hubo de recomponerse, ya entrado nuestro siglo, tras el estallido sonoro de la crisis m¨¢s importante de todos los tiempos, con el reformismo keynesiano y la econom¨ªa del pleno empleo.Pero los avatares de las doctrinas econ¨®micas parecen hoy a los ojos sagaces de algunos nuevos pont¨ªfices ligerezas atrevidas producto de una moda desenfadada, porque la ra¨ªz de todos los males, seg¨²n ellos, puede ser explicada tan s¨®lo como una especie de elixir de Fierabr¨¢s que posee una nueva doctrina econ¨®mica, elevada, por obra y gracia de algunos sacerdotes, al rango de ideolog¨ªa: el monetarismo.
El orden econ¨®mico vuelve por sus fueros no ya con la pureza cl¨¢sica, sino con una simplicidad renovada. La causa de todas las frustraciones reside, al parecer, en un puro hecho f¨ªsico: el exceso de la masa monetaria. Esta verdad, al parecer, multiforme lo explica y lo aclara todo: la inflaci¨®n, el paro, el estancamiento, los intereses elevados, los d¨¦ficit presupuestarios. Esta doctrina desentra?a todos los misterios de la vida econ¨®mica, salvo uno que estos profetas actuales no sienten la necesidad de tomarse la molestia de aclarar, y que es, precisamente, el de por qu¨¦ se produce el exceso de la masa monetaria. Poco importa si la fiebre de un organismo es un s¨ªntoma o es una causa. Para los nuevos doctores el exceso de dinero produce inflaci¨®n, y esto, que a muchos puede parecer una perogrullada, es el basamento del pensamiento del flamante premio Nobel Milton Friedman.
El dinero y la inflaci¨®n
La pol¨ªtica de rentas y salarios no altera los t¨¦rminos del problema porque transfiere la masa monetaria de los trabajadores al empresario, pero la mantiene al mismo nivel. As¨ª no parecen entrar en juego en este orden de ideas los factores keynesianos de propensi¨®n al consumo y del ahorro. El dinero molesta y es causa de inflaci¨®n en cualquier sitio en que se encuentre: en el bolsillo del obrero, en la cuenta corriente del capitalista, en la caja de ahorros o en las arcas del Estado. Todo este instrumento de intercambio no produce m¨¢s que un solo efecto y es para ¨¦l la ¨²nica causa de la inflaci¨®n.
Pero lo que tendr¨ªamos que preguntar a Friedman, que ¨¦l parece no cuestionarse, ya que todo parece estar resuelto en su pensamiento, es, a nuestro entender, el punto m¨¢s importante del problema: ?por qu¨¦ se produce ese exceso de dinero? ?Es este proceso resultado exclusivo de la voluntad de los gobernantes o es consecuencia de factores ex¨®genos o, por el contrario, resultante de un conjunto de fuerzas confluyentes? ?Son las demandas sociales resultado de la abundancia de dinero, o surge el exceso de dinero como resultante de las demandas sociales? Bien es cierto que los keynesianos, que no Keynes, se hab¨ªan olvidado de este elemento fundamental de la vida econ¨®mica que es el dinero, pero para los monetaristas el dinero se ha convertido en el Pan de los griegos, en el t¨®tem de la humanidad, en la panacea universal. Las convulsiones pol¨ªticas, ideol¨®gicas, nacionales, internacionales, raciales y religiosas, las demandas sindicales, profesionales son para ellos puras abstracciones algebraicas, teoremas matem¨¢ticos, que tan s¨®lo cobran significaci¨®n como fen¨®menos econ¨®micos si est¨¢n determinados por la codicia inflacionaria de gobernantes desaprensivos que utilizan la m¨¢quina de imprimir a su guisa, sin m¨¢s consideraci¨®n que la de salir adelante, lo que constituir¨ªa una suerte de azar seguido, eso s¨ª, a continuaci¨®n, de leyes econ¨®micas inexorables.
El pleno empleo
Carecer¨ªa, pues, de significaci¨®n la creaci¨®n de cr¨¦dito voluntario que hacen lo particulares como resultante de una presi¨®n social o la creaci¨®n de pagar¨¦s, letras de cambio, certificados de dep¨®sito, que ser¨ªan s¨®lo funci¨®n del exceso de dinero, sin que se vislumbren otros, incentivos reales que son precisamente los que producen el desencadenamiento de ese proceso. ?Son los d¨¦ficit presupuestarios en los que incurren los Gobiernos puros resultantes de capricho abusivo de una pol¨ªtica excesivamente flexible, o son resultante de fuertes tensiones pol¨ªticas que los hacen imprescindibles? Los engranajes de la maquinaria econ¨®mica paradis¨ªaca en la que tienen montados sus reales estos te¨®ricos funcionan con unos automatismos llenos de una fr¨ªa precisi¨®n, sin m¨¢s reguladad que las necesidades de mercado y los tipos de inter¨¦s. El pleno empleo no es un ideal friedmaniano. No lo es tampoco el empleo puro y simple. Su objetivo reside en manejar la sociedad como una computadora. Algo as¨ª como lo que est¨¢ haciendo en la actualidad el presidente del Federal Reserve, Volcker, que ha dado como resultado la pol¨ªtica de la Administraci¨®n Reagan, enfrentada ahora a altos tipos de inter¨¦s y al tiempo, sin embargo, o tal vez por ello mismo, a los d¨¦ficit presupuestarios mas grandes de la historia de Estados Unidos.
Excluyendo la pol¨ªtica de precios y salarios y la pol¨ªtica fiscal, s¨®lo nos queda la pol¨ªtica monetaria, que es eficaz contra la inflaci¨®n s¨®lo en la medida en que restringe el gasto de Gobiernos y bancos, pero que en el mundo altamente institucionalizado en que vivimos los efectos de estas restricciones se reflejan, sobre todo, en la producci¨®n y en el empleo, antes, incluso, de afectar a los precios, que se frenan tan s¨®lo a expensas de dejar capacidad industrial improductiva.
La distribuci¨®n de las cargas de la pol¨ªtica monetaria es desigual, ya que afectan en diferente medida a las industrias tradicionalmente autofinanciadas y a las que dependen de fondos prestados. En el campo internacional, la postura monetarista americana ha originado unas pol¨ªticas de defensa de otros pa¨ªses para contraatacar el impacto del dinero caro con repercusiones en todo el occidente industrializado.
Para Friedman, sin embargo, los remedios de la inflaci¨®n son estrictamente nacionales. Lo sorprendente es que hiciese, en el curso de un almuerzo reciente, esta afirmaci¨®n justamente al hacer constar que en Chile las cosas se hab¨ªan empeorado como consecuencia de la baja del cobre y de la subida del d¨®lar. ?C¨®mo puede ser entonces el remedio de la inflaci¨®n, en el caso chileno, estrictamente nacional?
La fiebre monetaria acompa?ada por los economistas supply-siders est¨¢ creando las tensiones actuales en Estados Unidos y fuera de Estados Unidos. El d¨¦ficit presupuestario es resultado de esta pol¨ªtica, juntamente con el aumento de los gastos militares. La pol¨ªtica fiscal, pues, ha de enfrentarse de forma flagrante a los prop¨®sitos ut¨®picos del monetarismo. El Estado, para mantener su pol¨ªtica restrictiva, necesita tomar m¨¢s dinero a pr¨¦stamo, mantener los intereses elevados y, con ello, aumentar el desempleo. Pero despu¨¦s de todo, el para¨ªso de Milton Friedman ser¨ªa un mundo sin inflaci¨®n..., tan s¨®lo con paro.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.