Espa?a ecuestre
Dicen las estad¨ªsticas que son 825 las candidaturas para el Congreso y 628 las del Senado. Los candidatos a diputados suman 6.598 y a senadores, 1.562. S¨®lo algo m¨¢s del 5% de ellos ser¨¢n parlamentarios en el Congreso de los Diputados y apenas un 13% en el Senado. Esto es lo que algunos llaman hecatombe electoral, expresi¨®n que ser¨¢ mejor no emplear porque una hecatombe es el sacrificio de cien bueyes y no parece correcto empezar faltando. La cosa es m¨¢s administrativa, m¨¢s sencilla y menos grecolatina: esto es como una oposici¨®n libre que se convoca cada cuatro a?os y donde los electores formamos el tribunal.Aqu¨ª no muere nadie por la v¨ªa del voto. Al menos no muere nadie del todo, pues cualquiera puede resucitar al tercer a?o. Pero tampoco se gana plaza vitalicia. Algo de eso se ventea ya en el ambiente, porque acaso -y por primera vez en muchos a?os- haya personajes que pierdan el coche oficial, s¨ªmbolo del poder al que parec¨ªan tan unidos como el gal¨¢pago a su caparaz¨®n. Durante siglos y siglos los triunfadores iban a caballo. Y no hab¨ªa mayor signo de triunfo en la vida que convertirse en estatua ecuestre despu¨¦s de la muerte. Buena parte de la historia de Espa?a es la historia de la Espa?a ecuestre, que no siempre viene a ser la historia ecuestre de Espa?a. (Hab¨ªa adem¨¢s una historia pedestre y en ocasiones una historia ped¨¢nea.) Y cuando faltaba el caballo en esa historia, la
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imaginaci¨®n lo inventaba. As¨ª naci¨® el caballo de Pav¨ªa, un caballo que nunca existi¨®. Es igual. ?C¨®mo un hecho hist¨®rico tan tremendo iba a suceder sin caballo? ?A ver, que pongan aqu¨ª un caballo, mi reino por un caballo, mi golpe por un caballo, un caballo para el golpe!, etc¨¦tera. De modo que el caballo m¨¢s famoso de nuestra historia naci¨® d¨¦ la imaginaci¨®n, como tambi¨¦n surgi¨® de ella el m¨¢s famoso burro de nuestra literatura: Platero.
?Es el coche oficial el sucesor del caballo? S¨®lo a medias. Porque no hay ning¨²n monumento a un pol¨ªtico contempor¨¢neo donde aqu¨¦l aparezca. Y lo que no est¨¢ en un monumento no est¨¢ en el mundo. Ahora casi todos los pr¨®ceres monumentalizados -pol¨ªticos o no- en vez de caballo llevan agua. Es el signo de los tiempos. No creo que eso venga de una aplicaci¨®n estatuaria de la pol¨ªtica hidr¨¢ulica de Joaqu¨ªn Costa. Con estanque est¨¢ el ex ministro Navarro Rubio en Daroca y entre cascadas el gran doctor Jim¨¦nez D¨ªaz frente a su cl¨ªnica de la Concepci¨®n... Pero el coche oficial jam¨¢s aparece con los pol¨ªticos. Y eso que para algunos la salida de ¨¦l fue casi como para san Pablo la ca¨ªda del caballo en el camino de Damasco.
La aspiraci¨®n del pol¨ªtico profesional (como la de cualquiera en su profesi¨®n) es durar. Y ya que no puede ser eterno, ser por lo menos perpetuo. Y un caballo es siempre un caballo, sea en vivo o sea hecho m¨¢rmol o bronce. El coche lo es cuando se mueve, y al pararse para siempre pasa a ser chatarra. Algunos figuran. en museos, como el Cadillac negro de Dal¨ª, en Figueras, pero nunca en monumentos con pr¨®cer incluido. El duque de Newcastle pudo escribir del antiguo caballo espa?ol que era "el m¨¢s adecuado para un gran monarca que el d¨ªa del triunfo quiera ostentarlo o el d¨ªa de la batalla colocarse a la cabeza de su ej¨¦rcito". Ni siquiera un subsecretario podr¨ªa decir lo mismo de un coche.
Evoluciona la raza de los caballos, mas el caballo del Cid no es tan distinto del caballo de Espartero como el autom¨®vil de Dato del Dodge de Carrero. Montarse en un caballo acaso no sirva para entrar en el Congreso (pues, al menos hasta ahora, todos -desde Pav¨ªa a Tejero- irrumpen a pie), pero para entrar en la gloria monumental y p¨¦trea no hay cosa mejor. El coche es algo perecedero y cambiante: un modelo sustituye pronto a otro y, por tanto, un ministro habilidoso y perdurable puede conocer casi tantas marcas diferentes en su coche oficial como la contraportada de un semanario novedades publicitarias automovil¨ªsticas. ?Calculan ustedes la de modelos que habr¨¢ utilizado ese list¨ªsimo se?or en quien est¨¢n ustedes pensando? Cualquier escultor puede modelar un caballo para que, inm¨®vil, lo cabalgue un pr¨®cer y hacer que represente (el caballo) a, todos los caballos de la historia y no sea ninguno de. ellos en particular. Esculpir un coche que cumpla la misma funci¨®n es imposible: cada coche es hijo de su tiempo y casi de su a?o. Y ocurre que cuando un pr¨®cer es monumentalizado pasa a la eternidad, pero los coches -y muchos de sus ocupantes- son algo demasiado apegados al tiempo como para meterlos dentro de ella.
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