En el autob¨²s
Como en el Metro parisiense, existen en el transporte madrile?o dos clases, aunque no se les llama as¨ª porque no han surgido de una disposici¨®n legislativa, sino de una combinaci¨®n de circunstancias. La clase modesta es la del autob¨²s rojo, a treinta pesetas, rebajadas con el bono-bus, y la elegante es la del microb¨²s, a 35 pesetas: tenemos ya una discriminaci¨®n, porque el p¨²blico se ha dividido a lo largo de' la diferencia de precios. En el autob¨²s viajan m¨¢s el proletario y el joven; en el microb¨²s, el funcionario y el administrativo; son gente de mayor edad. Si se trata, como dicen, de potenciar el transporte p¨²blico, el Ayuntamiento har¨¢ bien en sacar consecuencias de esa posibilidad de atraerse al p¨²blico. A la masa obrera la tiene asegurada. Ahora que hay que convencer a la clase media a base de sillas c¨®modas y servicios exactos para que deje el coche en su casa, beneficiando doblemente a los ediles al reducir su d¨¦ficit y aliviar. sus calles.A m¨ª me gusta el microb¨²s. Procuro subir al principio de l¨ªnea y ocupar el asiento primero de la derecha, con lo que tengo visi¨®n completa del panorama frente a m¨ª. No hay coche particular, por lujoso que sea, con perspectiva semejante. Desde mi sitio veo extenderse ante m¨ª la calle, observo la anarqu¨ªa de los conductores y los. insultos que se prodigan.
Desde este asiento privilegiado veo tambi¨¦n unos carteles en las paredes del autob¨²s. Uno advierte de las 250 pesetas que costar¨¢ al pasajero al ser encontrado sin billete. Otro dice, con m¨¢s energ¨ªa que gram¨¢tica: "No fumar". En alg¨²n caso, ese cartel se lee borrosamente por el humo que sale del cigarro del conductor, y, curiosamente, el ch¨®fer que fuma -son pocos, hay que advertirlo- es el que m¨¢s duramente se niega a abrir la puerta para que suba el acezante y retrasado viajero, aunque el coche est¨¦ medio vac¨ªo. Con su absoluta rigidez en la aplicaci¨®n de esa parte del reglamento parece querer compensar la indiferencia con que trata el otro apartado.
Naturalmente tambi¨¦n veo subir al p¨²blico. A veces quiero contar a quienes, cuando piden el billete, ruegan "por favor". En vano.
No lo dice nadie. La expresi¨®n general es un "?dos!" o un "?uno!", dictatorial y severo, dirigido al conductor-cobrador. En algunos casos, ni siquiera eso. S¨®lo levantan dos dedos conminatorios para indicar el n¨²mero de billetes que desean. Pienso que esta Espa?a nuestra es una Espa?a abrupta y que, de la misma manera que s¨®lo nosotros, en toda la gran familia de lenguas rom¨¢nicas, usamos el sonido ¨¢spero de la j y el silbante de la z, tambi¨¦n somos una excepci¨®n en el vocabulario de la cortes¨ªa. Nosotros tenemos, claro est¨¢, el equivalente del s'il vous plait, del prego, del faz o favor de nuestros hermanos latinos, como lo tenemos del merci, grazie, obrigado; pero ?cu¨¢ndo lo empleamos ... ? ?Cu¨¢ndo decimos "por favor" y "gracias"? ?Ni que fu¨¦ramos maricas, vamos!
Y si no decimos "por favor" ni "gracias", ?c¨®mo vamos a perder el tiempo con un "me permite" al encontrarnos en el pasillo del autob¨²s con alguien que nos impide el paso? Con lo pesado que es eso, el espa?ol -y sobre todo la espa?ola- se traslada a lo largo del veh¨ªculo con una Violencia sorda, lenta, pero constante, la cabeza baja y haciendo esfuerzos sobrehumanos para romper la resistencia f¨ªsica de otros cuerpos sin articular una palabra ni usar siquiera el gru?ido que ser¨ªa propio de esa actitud. Cuando la espa?ola es gorda... parece que un mayor volumen requiere mayor intensidad en el ataque, quiz¨¢ porque siente oscuramente que necesita m¨¢s espacio... A veces ese desplazamiento se ampl¨ªa a ambos lados del cuerpo con bolsas de Galer¨ªas o de El Corte Ingl¨¦s que van golpeando r¨ªtmicamente las caras de los situados junto al pasillo. Cuando esas se?oras se sientan, a su vez, la carne se desparrama por los bordes del asiento y los paquetes caen, chocando con el asiento delantero y las piernas de los pasajeros que quedan en pie. Poco a poco, la se?ora se va incrustando y acaba formando una sola masa con el entorno material y humano que la limita. Por eso le costar¨¢ tanto luego levantarse al llegar a su destino.
... Pero a, m¨ª me gusta ir en autob¨²s.
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