Espa?a merece la esperanza
Hace unos d¨ªas, en un programa de televisi¨®n, un periodista me interrogaba sobre el contenido del cambio que los socialistas vamos a realizar desde el Gobierno. La pregunta se prestaba a una larga exposici¨®n de las medidas que nos proponemos tomar en cada campo, y que figuran en nuestro programa. Sin embargo, prefer¨ª responder con una sola frase que, a mi juicio, refleja exactamente la dimensi¨®n hist¨®rica del paso que vamos a dar el 28 de octubre: el cambio es hacer que Espa?a funcione.Esta formulaci¨®n puede parecer a algunos poco ambiciosa, lo que me parece una cr¨ªtica superficial. Es posible que plantear como objetivo que el pa¨ªs funcione no tenga una especial significaci¨®n en naciones en las que los mecanismos sociales e institucionales tienen un rodaje de muchos a?os, y su funcionamiento b¨¢sico est¨¢ garantizado cualquiera que sea la orientaci¨®n pol¨ªtica del Gobierno. En Espa?a, sin embargo, a estas alturas del siglo XX, a¨²n no hemos superado problemas elementales de funcionamiento del sistema socio-pol¨ªtico que otros pa¨ªses de nuestro entorno tienen resueltos desde hace decenios, y la causa de ese retraso est¨¢, a mi juicio, en el ego¨ªsmo y la absoluta carencia de sentido del Estado que hist¨®ricamente ha caracterizado a la derecha espa?ola, que ha renunciado desde siempre a realizar la tarea de modernizaci¨®n que en los pa¨ªses europeos han llevado a cabo hace ya tiempo las clases dirigentes.
Alguna vez he dicho, al ser interrogado sobre el tema de las nacionalizaciones, que lo primero que hay que hacer en Espa?a es nacionalizar el propio Estado. Y hacerlo en un doble sentido: por una parte, hacer que el Estado sea considerado por los ciudadanos como algo propio y de todos, no como un poder an¨®nimo y ajeno frente al que se siente recelo y desconfianza. En segundo lugar, lograr que quienes dirigen el aparato del Estado por delegaci¨®n del pueblo no se comporten como si estuviesen en un predio personal donde cualquier desm¨¢n es posible sin que nadie se escandalice por ello.
Creo que no exagero al decir que Espa?a no funciona, entre otras cosas, porque las viejas e ineficaces estructuras de la Administraci¨®n han permanecido intocadas, haciendo bald¨ªo el esfuerzo de muchos de los que en ella trabajan, lo que ha permitido que nuestra Administraci¨®n p¨²blica siga siendo una trinchera de privilegios y prebendas, un aparato hostil a los ciudadanos y a los contribuyentes, porque sectores decisivos como la Seguridad Social y la empresa p¨²blica est¨¢n. presididos por el derrroche y la ineficacia como criterios de actuaci¨®n; porque el ego¨ªsmo corporativo de ciertos sectores privilegiados est¨¢ minando constantemente el impulso de solidaridad que nuestra sociedad necesita para salir adelante, y porque los niveles de moralidad p¨²blica est¨¢n bajo m¨ªnimos desde hace demasiado tiempo.
Hay muchas cosas que cambiar en Espa?a, evidentemente. Pero lo primero es cambiar los comportamientos, modificar profundamente el estilo con el que se ha dirigido el pa¨ªs hasta hoy, y simult¨¢neamente poner a punto la herramienta, conseguir unos aparatos p¨²blicos que cumplan sus cometidos bajo los principios de la eficacia y de la sana administraci¨®n de los fondos de todos. Ello har¨¢ que los responsables de la gobernaci¨®n del pa¨ªs tengan credibilidad y autoridad moral, sin las cuales la colaboraci¨®n ciudadana es una entelequia. La llegada de los socialistas al Gobierno ha de traer consigo un impulso de regeneraci¨®n p¨²blica y de esperanza colectiva, sobre las que se van a sustentar nuestras realizaciones de gobierno: la lucha contra el paro, la superaci¨®n de las desigualdades, el desarrollo de la Constituci¨®n, la pol¨ªtica internacional, etc.
Detener el retroceso
Espa?a es hoy como un veh¨ªculo situado en una pendiente y caminando marcha atr¨¢s. Hace falta detener el retroceso, meter la primera y hacer que el veh¨ªculo avance. Los conductores que hemos tenido hasta ahora han demostrado su falta de pericia; el 28 de octubre tenemos una nueva oportunidad de hacer que Espa?a funcione. El conseguirlo va a depender en buena medida de la voluntad no s¨®lo del partido socialista, sino del conjunto del pueblo. Por eso decimos que el cambio no es patrimonio del PSOE, sino que ¨¦ste no es sino un instrumento -parece que el ¨²nico instrumento v¨¢lido en estos momentos-, cuya misi¨®n ser¨¢ articular pol¨ªticamente la mayor¨ªa social que va a apoyar el cambio en las urnas y lo va a llevar adelante, con la colaboraci¨®n de todos, despu¨¦s de esa fecha.
Al veh¨ªculo del progreso s¨®lo se le conoce una direcci¨®n: hacia adelante, hacia la modernidad y la justicia. Esta es precisamente la direcci¨®n que quiere tomar la mayor¨ªa de los espa?oles, y por eso el cambio es un objetivo nacional por encima de la opini¨®n que cada uno pueda tener sobre tal o cual medida, o sobre el ritmo que hay que imprimir a la marcha. La convicci¨®n general de esta necesidad y la realidad de que hoy es posible conseguirlo ser¨¢, sin duda, un elemento fundamental de juicio para muchos espa?oles que van a contribuir con su voto el 28 de octubre a decidir en qu¨¦ sentido vamos a caminar durante los pr¨®ximos a?os.
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