Balance presidencial
LA DESCRIPCI?N y la valoraci¨®n del trabajo realizado por cada uno de los diferentes departamentos ministeriales a lo largo de la primera legislatura constitucional pueden ser tomadas como las piezas de un rompecabezas que, al ajustarse entre s¨ª, ofrecen la visi¨®n global del estado de la naci¨®n en v¨ªsperas de los pr¨®ximos comicios. Para completar el dibujo falta el elemento que dinamiza y da sentido a los diversos componentes del mismo: el Presidente del Gobierno.El nombramiento del jefe del ejecutivo, investido por los diputados, introduce una mediaci¨®n de considerable eficacia entre los votos de los ciudadanos en las urnas y la designaci¨®n parlamentaria del Presidente. Aqu¨ª radica una de las m¨¢s notables diferencias -el distinto grado de respaldo popular de uno y otro- entre los dos presidentes del gobierno que ocuparon el cargo durante la concluida legislatura. Adolfo Su¨¢rez empalm¨® su anterior mandato, obtenido al encabezar como l¨ªder las candidaturas de UCD en 1977, con una ratificaci¨®n de su nombramiento por el Congreso en marzo de 1979, tras la nueva victoria electoral de las listas centristas asociadas con su figura. Pese a que el sistema constitucional de la Monarqu¨ªa parlamentaria descart¨® con coherencia la elecci¨®n directa del presidente del gobierno por los ciudadanos, la personalizaci¨®n del liderazgo de UCD en Adolfo Su¨¢rez implicaba unas relaciones entre el jefe del Ejecutivo y la sociedad parcialmente independientes de la mediaci¨®n partidista. Un fen¨®meno de semejantes caracter¨ªsticas est¨¢ ocurriendo, en esta campa?a, con Felipe Gonz¨¢lez que es, al tiempo, el candidato que encabeza las listas del PSOE y un l¨ªder pol¨ªtico con dimensi¨®n personal propia. En cambio, Calvo Sotelo no alcanz¨® la presidencia del gobierno a impulsos de un respaldo popular personal sino como consecuencia de la operaci¨®n de acoso y derribo de Su¨¢rez, resultado de las maniobras de pasillo puestas en pr¨¢ctica por facciones centristas, en particular la tendencia conservadora capitaneada por Miguel Herrero -que terminar¨ªa pas¨¢ndose a Alianza Popular- y el grupo democristiano encabezado por Oscar Alzaga -que pactar¨ªa la coalici¨®n con Fraga.
Pero en la comparaci¨®n entre Su¨¢rez y Calvo Sotelo no cabe olvidar que los equipos ministeriales de ambos presidentes del Gobierno han sido practicamente id¨¦nticos y que han existido fuertes elementos de continuidad en campos tan importantes como la pol¨ªtica econ¨®mica, la incapacidad para reformar la Administraci¨®n P¨²blica y la Seguridad Social y otros muchos aspectos de las estrategias del Poder Ejecutivo. En lo que concierne a la modernizaci¨®n y secularizaci¨®n de la sociedad espa?ola, la ley de divorcio iniciada por Su¨¢rez fue llevada al Bolet¨ªn Oficial del Estado por Calvo Sotelo. Y si ¨¦ste termin¨® cediendo a las presiones corporativistas y conservadoras al retirar el proyecto de la LAU, su antecesor impuso, sin previa negociaci¨®n con la oposici¨®n socialista, una ley org¨¢nica tan importante como el Estatuto de Centros. Fue Su¨¢rez quien confi¨® la direcci¨®n de la pol¨ªtica econ¨®mica, cuatro meses antes de su dimisi¨®n, al propio Leopoldo Calvo Sotelo, a quien el mismo Su¨¢rez propuso como sucesor suyo. En materia aut¨®nomica, es muy posible que Su¨¢rez no hubiera incurrido en la falta de tacto del actual jefe de gobierno para imponer la LOAPA sin pactarla con los partidos nacionalistas vasco y catal¨¢n; pero tambi¨¦n es cierto que durante su mandato se produjeron los conflictos con los Estatutos de Galicia y Andaluc¨ªa, el retraso de las transferencias y la ocupaci¨®n por Mart¨ªn Villa del ministerio de Administraci¨®n Territorial. En sentido inverso, los ¨¦xitos, poco espectaculares pero decisivos, de la lucha contra la violencia etarra, ¨¦xitos que se apunta el actual presidente del gobierno, fueron sembrados por Adolfo Su¨¢rez y Juan Jos¨¦ Ros¨®n antes del 25 de febrero de 1981.
Todo esto nos habla de que las diferencias entre los dos mandatos, son bastante menos espectaculares de lo que suaristas y leopoldistas afirman de ordinario en su propio beneficio. Lo que no quiere decir que no se aprecien en algunos terrenos claras distinciones de rumbo y actitud entre ambos periodos. En primer lugar la conexi¨®n con los ciudadanos, de la que en principio hablabamos, se deterior¨® con la llegada al poder de Calvo Sotelo, cuya pol¨ªtica de gestos -nada m¨¢s iniciar su mandato- se revel¨® in¨²til en este terreno. Calvo Sotelo ha sido de otra parte m¨¢s prudente y circunspecto en sus actos de gobierno, si bien su car¨¢cter indeciso y su tendencia a encomendar al transcurso del tiempo la soluci¨®n de los problemas no parecen las mejores f¨®rmulas para ¨¦pocas de crisis. Adolfo Su¨¢rez, mucho m¨¢s audaz e intuitivo, comprometi¨® en cambio su vida entera en el ejercicio de su cargo y no vacil¨® en apostar sobre los rumbos a seguir en una navegaci¨®n por aguas desconocidas en la que no pocas veces naufrag¨® con da?o ajeno.
Dicho esto, se?alemos que la pol¨ªtica militar y la pol¨ªtica exterior, y en menor medida la pol¨ªtica auton¨®mica, son los terrenos en los que resultan m¨¢s visibles los cambios entre uno y otro mandato. El golpe de Estado frustrado del 23 de febrero, aut¨¦ntica divisoria de aguas de la etapa de la transici¨®n, se superpone a la cr¨ªtica de las dos presidencias. Calvo Sotelo no ha sabido dar r¨¦plica suficiente a las secuelas del golpe de Mil¨¢ns y Tejero -cuyo juicio no obstante se vio en condiciones suficientes de aceptabilidad-, pese a las dificultades que comportaba-. Por otra parte el propio golpe se produjo cuando todav¨ªa -por pocos minutos- Adolfo Su¨¢rez era el jefe del Ejecutivo.
Quiz¨¢s la mayor cr¨ªtica que se pueda hacer ahora de Adolfo Su¨¢rez es su abandono de las responsabilidades del gobierno en una maniobra que hoy no tiene ya m¨¢s explicaci¨®n que una peligrosa finta personal, de cuya tentaci¨®n debe estar ausente todo el que sea jefe de gobierno. Calvo Sotelo por su parte desaprovech¨® la resaca del 23-F para emprender algunas reformas urgentes que le hubieran permitido garantizar con mayor br¨ªo la gobernaci¨®n del pa¨ªs hasta las elecciones. Sin duda alguna su mayor fracaso viene de su incapacidad para contener la destrucci¨®n interna de la UCD. Su aceptaci¨®n de un lugar subalterno en las listas electorales nos habla de una humildad personal sorprendente detr¨¢s de su reputada fama de altivez, pero tambi¨¦n de la escasa confianza que el partido tiene en el actual jefe de gobierno o del escaso apoyo que este recibe desde la UCD.
Uno y otro, Su¨¢rez y Calvo Sotelo, han sido v¨ªctimas del propio juguete que inventaron -y Landelino Lavilla padece hoy similar abordaje-. Tratar de sugerir que el estado,de desesperanza en que la UCD llega a estas elecciones es responsabilidad exclusiva de sus dos presidentes del gobierno no ser¨ªa justo. Tratar de olvidar que la transici¨®n, al fin y al cabo, ha sido gobernada por ellos y que, en el balance de la Historia no han ido tan mal las cosas, tampoco. Pero es ingenuo suponer que este an¨¢lisis, bastante intelectual y nada pol¨ªtico, puede conmover el ¨¢nimo del electorado. Calvo Sotelo y Su¨¢rez, Su¨¢rez y Calvo Sotelo, representan, en la perspectiva m¨¢s ambiciosa, un entendimiento de la gobernaci¨®n del pa¨ªs desde la tecnocracia o la burocracia pol¨ªtica -seg¨²n quien lo protagonice-. Esas dos cosan han nucleado el ser y la nada de la Uni¨®n de Centro Democr¨¢tico durante las dos primeras legislaturas democr¨¢ticas. Y en el intento de mantener un esquema as¨ª, de dif¨ªcil conexi¨®n con la nueva realidad espa?ola, es en el que han provocado la divisi¨®n y el naufragio de su partido.
En resumidas cuentas el Estado de la Naci¨®n que legar¨¢n al pr¨®ximo gobierno constitucional no es tan ca¨®tico ni deleznable como en el fragor de la campa?a electoral sus oponentes pueden sugerir. Es verdad, sin embargo, que se pod¨ªa haber progresado m¨¢s en el uso de las libertades. Es dudoso que la respuesta a la crisis econ¨®mica mejore en el futuro en mucho a la que en el pasado ha sido. La gran laguna en las ofertas de los dos partidos de centro -UCD y CDS- que representar¨¢n este legado en la compet¨ªci¨®n del 28 de febrero ha sido sin embargo la reforma de la Administraci¨®n y la democratizaci¨®n del Estado. Y ninguna de las grandes demandas que en materia de servicios -Sanidad, Educaci¨®n, Comunicaciones- tiene este pa¨ªs podr¨¢ tener respuesta v¨¢lida sin emprender esa reforma. De la incapacidad de los dos equipos sucesivos de la UCD para hacerlo da la historia muestra. Y por eso se explica que siendo el mayor ¨¦xito de estos dos gobernantes -Su¨¢rez y Calvo Sotelo- poder decir al pueblo que al fin y al cabo el pueblo podr¨¢ votar seg¨²n parece el pr¨®ximo 28 de octubre, sea el mayor fracaso dec¨ªrselo teniendo que aceptar de antemano una inevitable y clamorosa derrota electoral.
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