El centro, necesario
Ante las pr¨®ximas elecciones del 28 de octubre los ciudadanos espa?oles deber¨ªamos plantearnos una sefie de cuestiones fundamentales para hacer un uso lo m¨¢s correcto y adecuado posible de nuestro derecho al voto.En la era de la imagen, los grandes medios de comunicaci¨®n y el imperio de la publicidad, no siempre lo m¨¢s esencial e importante es lo que llega con m¨¢s fuerza ante el elector ni lo que se dirige con mayor insistencia a sus posibles dudas, perplejidades o incertidumbres. Muchas veces llegan m¨¢s fuertemente a la opini¨®n p¨²blica multitud de mensajes, planteamientos y solicitudes que, sin dejar de ser reales y atendibles, no pueden constituir los elementos de juicio fundamentales para tomar conciencia de la situaci¨®n real del pa¨ªs y sus conveniencias pol¨ªticas.
Una meditaci¨®n serena incluye la necesidad de mirar un momento atr¨¢s y hacia el futuro m¨¢s inmediato. Nuestro desarrollo pol¨ªtico no est¨¢ acabado ni es todav¨ªa perfecto, y hay que contemplarlo como algo din¨¢mico, apoyado en el ayer y proyectado hacia el ma?ana. La mayor parte de los espa?oles nos pregunt¨¢bamos no hace mucho, hace tan s¨®lo ocho a?os (y una d¨¦cada, en pol¨ªtica, a la luz de la historia, es apenas el inicio de un cap¨ªtulo), qu¨¦ iba a ser de nuestro pa¨ªs y de nosotros a la muerte de Franco.
Todos o casi todos intu¨ªamos o sab¨ªamos que era necesario un cambio, un cambio hacia la democracia, y que esto no era f¨¢cil despu¨¦s de cuarenta a?os de mantenimiento de otro sistema pol¨ªtico alejado de las pr¨¢cticas y las esencias de la democracia. Todos aspir¨¢bamos al cambio, y todos, de alguna manera, tem¨ªamos el cambio. El cambio era necesario, pero era m¨¢s necesario hacerlo en paz. Ten¨ªamos que traer la democracia, pero hab¨ªa que traerla sin la violencia que la hiciera, desde el comienzo, imposible o arriesgada. La historia nos tiene ense?ado tristemente que en nuestro pueblo los cambios se presentan con dolorosa frecuencia te?idos de violencia, de radicalismos y de revancha. Quer¨ªamos cambio, pero paz; democracia, pero reforma; f¨®rmulas urgentes, pero progresivas. Ni las fuerzas entonces en el poder ni tampoco la oposici¨®n, entonces clandestina, ayudaban mucho. Pero en aquella ocasi¨®n, la gran mayor¨ªa de espa?oles, la gran mayor¨ªa hasta entonces silenciosa, elegimos y pudimos elegir a medida de nuestros deseos: una reforma en¨¦rgica, pero pac¨ªfica, y una sociedad libre, democr¨¢tica, occidental. El pueblo espa?ol facilit¨® con su voto que se cumpliera en Espa?a lo que parec¨ªa una utop¨ªa sue?o: el paso de una dictadura una democracia sin guerras, sin conflictos, sin violencia.
Hoy, a la hora de acudir nuevamente a las urnas, deber¨ªamos pensar con justicia en ese grupo de hombres y de mujeres que tuvieron fe en ese empe?o, que se pusieron a construir esa empresa, que convocaron a los espa?oles para que la protagonizaran y que la cumplieron paso a paso. Vamos a tener nuevas elecciones generales, y ya casi nadie se acuerda de aquellos temores y de aquellas dificultad¨¦s. Es natural, porque de lo que sale bien se olvida uno pronto. Lo que sucedi¨® apenas hace cinco a?os ya se ha convertido en pasado, y en pasado casi lejano. Quiere decir que ha quedado felizmente superado. Ahora podemos sentirnos satisfechos de que el mundo entero quedase sorprendido de nuestra sensatez pol¨ªtica. Se equivocaron los que sospechaban que como siempre, como casi siempre los espa?oles nos enzarzar¨ªamos de nuevo en otra guerra civil, o nos desplegar¨ªamos en posiciones pol¨ªticas enfrentadas; a muerte, o volver¨ªamos a desangrar nuestras fuerzas y nuestro. esp¨ªritu en las contradicciones de siempre: clericalismo-anticlericalismo, nacionalismo-estatalismo, catolicismo-marxismo, izquierdas-derechas monarqu¨ªa-rep¨²blica, obrerismo-capitalismo...
Todos se aproximan
A estas alturas de la transici¨®n pol¨ªtica, estas posiciones radicales se han suavizado hasta casi des aparecer. La izquierda se. acerca al centro izquierda; la derecha se aproxima al centro derecha. Ambas declaran su fe democr¨¢tica, su aceptaci¨®n a la Corona, su con fianza en la negociaci¨®n, en el di¨¢logo, en el pacto. Y esto, ser¨ªa gran injusticia no reconocerlo u olvidarlo, ha sido posible gracias a la creaci¨®n de un espacio pol¨ªtico en el que se pudieron encontrar y ver se reflejados fielmente la gran mayor¨ªa de los espa?oles conscientes el centro.
Los hombres, y mujeres que hicieron y levantaron el centro se en frentaron y resolvieron los graves problemas de aquel tiempo, y aceptaron la responsabilidad de adoptar medidas que a veces desagradaban a unos por la derecha y a veces enfadaban a otros por la izquierda. Pero, pasado ya aquel per¨ªodo, podemos pensar con serenidad en lo que habr¨ªa sido del pa¨ªs y de nosotros si no se hubiese tenido la firmeza de legalizar todos los partidos, incluido el partido comunista; si no se hubiese logrado el acuerdo para que todas las fuerzas pol¨ªticas aceptasen la Corona y la Monarqu¨ªa; si se hubiese facilitado la exasperaci¨®n de los regionalismos y nacionalismos hacia la separaci¨®n y la independencia; si no se laubiese logrado sentar a sindicatos y empresarios en una mesa de negociaci¨®n. De seguro que hoy no podr¨ªamos disponernos a cele brar unas elecciones generales, en libertad, en paz, incluso en la concordia de las posiciones mucho m¨¢s afines que enfrentadas, sobre todo en los-preceptos fundamentales de la Constituci¨®n.
Uni¨®n de Centro Democr¨¢tico ha contribuido de manera fundamental a estos logros que parec¨ªan ut¨®picos. Tambi¨¦n han contribui do, en mayor o menor medida otras fuerzas pol¨ªticas. Pero al centro le corresponde la responsa bilidad, el m¨¦rito y tambi¨¦n el deterioro pol¨ªtico de haber sido e iniciador y el convocante a esta ta rea. En la din¨¢rnica natur¨¢l de la pol¨¦mica pol¨ªtica hemos llegado a un punto en que, parad¨®jicamente, todos intentan descalificar al centro, mientras se acercan al centro, se hacen centro, quieren ocupar el espacio pol¨ªtico de centro.
Pero los viejos h¨¢bitos no desaparecen tan pronto. Las fuerzas pol¨ªticas, en estas elecciones, se moderan y se hacen centristas, por un ala, mientras que, por la otra, mantienen la vieja pol¨¦mica funlesta izquierda-derecha. Se han beneficiado en estos a?os de una pol¨ªtica alejada de uno y otro radicalismo; de una pol¨ªtica que buscaba el entendimiento y la justicia, mucho antes que la adulaci¨®n, el halago o la satisfacci¨®n plena de un electorado radical. Y adem¨¢s no se han desgastado desde el Gobierno de la naci¨®n en una etapa de especial dificultad: una etapa de iransici¨®n y de cambio en lo interno, y de crisis y graves problemas econ¨®micos en lo exterior. Es verdad que durante la transici¨®n salvamos a Espa?a de caer en la violencia, pero hemos tenido que sufrir lo m¨ªnimo previsible: la terquedad terrorista, de un lado, y la tentaci¨®n, la vieja tentaci¨®n golpista, de otro. Y quienes ofrec¨ªan, desde uno u otro lado, soluciones desacreditadas o fracasadas, nos exig¨ªan al tiempo que nos invent¨¢ramos y que experiment¨¢ramos f¨®rmulas m¨¢gicas para acabar, al mismo tiempo y en un plazo brev¨ªsimo, con todos los males, viejos y nuevos, heredados o reci¨¦n nacidos. Ya estamos, ya vivimos en una democracia. Pero esta democracia sigue necesitando reformas y moderaci¨®n en las reformas; soluciones, pero prudencia en las soluciones; viveza en la pol¨¦mica pol¨ªtica, pero serenidad en el debate. Y sobre todo, justicia para todos, incluso para aquellos que no hayan votado al partido que ocupe el poder. Y esto es algo de lo que ofrece el centro. El centro, que, por tantas y tantas razones, sigue siendo necesario. No s¨®lo por gratitud, sino por instinto de conservaci¨®n, tanto como de progreso.
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