Evocaci¨®n espa?ola de Jos¨¦ Mart¨ª
?Por qu¨¦ escribir hoy estas l¨ªneas sobre Mart¨ª? Lisa y llanamente, porque la coyuntura pol¨ªtica planetaria que nos ha tocado vivir hace que muchos -tal vez la mayor¨ªa- de nuestros compatriotas tengan de Jos¨¦ Mart¨ª la idea de que fue un agitador y organizador que labor¨® y muri¨® por la independencia naciente de su patria; otros lo incluyen entre los primeros poetas del modernismo en la lengua castellana. Y eso es todo. Adem¨¢s, queda el regusto de que Mart¨ª, por las circunstancias de su lucha pol¨ªtica y su muerte, era algo antiespa?ol. Y ese regusto es lo primero que yo quisiera disipar.Mart¨ª, hijo de una modesta familia espa?ola (de un valenciano, sargento de Artiller¨ªa, que luego obtendr¨¢ un puesto de celador y terminar¨¢ de cesante; y de una inmigrada canaria), no ha cumplido todav¨ªa diecis¨¦is a?os y est¨¢ terminando el bachillerato en la Escuela Superior Municipal, que dirige su maestro Rafael Mar¨ªa Mendive (que tanto influy¨® en su formaci¨®n) cuando C¨¦spedes en la Demajagua inicia la guerra de los diez a?os.
La resistencia (el laborantismo, como le llamaban all¨ª) se extiende por La Habana; en 1869 Mendive es preso y desterrado. Mart¨ª va a madurar como maduran los adolescentes en esas circunstancias tr¨¢gicas; publica el peri¨®dico El Diablo Cojuelo, con Ferm¨ªn Vald¨¦s, y en ¨¦l, su Soneto al 10 de octubre. La polic¨ªa registra la casa de Vald¨¦s y al final tambi¨¦n el joven Mart¨ª es detenido y condenado a trabajos forzados en las canteras, despu¨¦s confinado en mejores condiciones en la finca El Abra, de la Isla de Pinos, y por ¨²ltimo, gracias a las gestiones de su familia, desterrado a Espa?a.
Ah¨ª empiezan los a?os espa?oles de Mart¨ª. En las Universidades de Madrid y Zaragoza se licenciar¨¢ en Filosof¨ªa y Letras y en Derecho; a los quince d¨ªas de cumplir sus veinte a?os se proclama la primera Rep¨²blica espa?ola; pero Mart¨ª se siente esencialmente cubano. La democracia espa?ola ser¨¢ aut¨¦ntica si concede la libertad a Cuba. Entonces publica Mart¨ª dos libritos; uno ya en 1871, El presidio pol¨ªtico en Cuba; el otro, en 1873, La Rep¨²blica espa?ola ante la revoluci¨®n cubana, es el libro de un muchacho de veinte a?os, pero sus planteamientos son meridianos: "La Rep¨²blica", dice, "se levanta en hombros del sufragio universal, de la voluntad un¨¢nime del pueblo. Y Cuba se levanta as¨ª. Su plebiscito es su martirologio. Su sufragio es su revoluci¨®n".
Para Mart¨ª, la ¨¦poca de las reformas -que nunca llegaban- del per¨ªodo isabelino est¨¢ superada si es que hay una verdadera democracia en Espa?a; la ¨²nica soluci¨®n es la independencia. "Los pueblos", escribe, "no se unen sino con lazos de fraternidad y amor". En el fondo es lo que un cuarto de siglo despu¨¦s dir¨ªan tambi¨¦n Pi y Margall y Pablo Iglesias. En 1873, Pi y Margall todav¨ªa no hab¨ªa comprendido la cuesti¨®n as¨ª y ofrec¨ªa a Cuba "toda la autonom¨ªa compatible con la unidad de la Rep¨²blica".
Pi a?ade en su libro La Rep¨²blica de 1873 (presentado en nuestros d¨ªas por el profesor A. Jutglar): "Desgraciadamente, despu¨¦s de mi ca¨ªda hasta se entorpeci¨® en las Cortes el proyecto relativo a las libertades de Cuba...". ?Y m¨¢s todav¨ªa! Recordemos que Pi, como Figueras o como Salmer¨¢n, estuvo en el poder, pero no tuvo el poder; no pudieron hacer aplicar sus decisiones por los aparatos del Estado. Tampoco el republicano-conservador Castelar; bajo su mandato se apresa en aguas inglesas la fragata Virginius y se fusila en grupos a 53 personas (entre ellas el general Varona, Pedro de C¨¦spedes, varios adolescentes, etc¨¦tera) por orden del gobernador militar de Santiago, brigadier Burriel, siendo capit¨¢n general Jovellar (que en 1875 har¨¢ de jefe de Gobierno restaurador, teleguiado por C¨¢novas para hacer las elecciones); todo ello, contra las ¨®rdenes expresas de Castelar, jefe del poder ejecutivo. Que los que hoy llaman poderes f¨¢cticos las gastaban as¨ª.
Ni esto ni las ¨®rdenes de Jovellar de "en lo sucesivo no hacer prisioneros", no eran de naturaleza, sino para que el joven Mart¨ª se afianzase en su independentismo. Pero desde muy joven distingui¨® el Estado espa?ol y sus ¨®rganos coactivos, de Espa?a y los espa?oles. Ah¨ª est¨¢n de prueba sus a?os mozos en Espa?a, sobre todo en Zaragoza, donde, como dice en uno de sus Versos sencillos, escritos mucho despu¨¦s: "... Que all¨ª tuve un buen amigo. / Que all¨ª quise a una mujer".
Los hombres y los pueblos pueden ser para ¨¦l amigos:
"Estimo a quien de un rev¨¦s echa por tierra a un tirano. / Lo estimo, si es un cubano; / lo estimo si aragon¨¦s". "Amo la tierra florida, / musulmana o espa?ola, / donde rompi¨® su corola / la poca flor de mi vida".
El destino de Mart¨ª le llev¨® a M¨¦xico en 1875, luego a Guatemala y, tras la firma del pacto del Zanj¨®n, de nuevo a Cuba, donde altern¨® su trabajo en los bufetes de Nicol¨¢s Azc¨¢rate y de Miguel Viondi, con sus actividades conspirativas en tiempo de la llamada guerra chiquita. Esto le vali¨® ser de nuevo deportado a la Pen¨ªnsula, en septiembre de 1879, aunque prestamente se las arregl¨® para estar ya en Nueva York al despuntar el nuevo a?o. Empezaba otro largo exilio para Mart¨ª, en el que, a pesar de sus m¨²ltiples dificultades personales, emprendi¨® una obra creadora de primer orden, y m¨¢s tarde, desde 1891, la organizaci¨®n del partido revolucionario cubano.
Durante diez a?os escribi¨® sus poemas ("Estos son mis versos. Son como son. A nadie los ped¨ª prestados") y a golpes con la vida, gan¨¢ndose el pan cada d¨ªa escribi¨®, si no el gran libro que proyectaba ("mi tiempo: f¨¢bricas, industrias, males y grandezas peculiares: transformaci¨®n del mundo antiguo y preparaci¨®n del nuevo mundo. Grandes y nuevas corrientes; no monasterios, cortes y campamentos, sino talleres, organizaciones de las clases nuevas; extensi¨®n a los siervos del derecho de los caballeros...") porque no tuvo tiempo, s¨ª, en cambio, esa epopeya cotidiana en el peri¨®dico, como acertadamente se?ala Retamar, siguiendo a Marinello. Pues bien, ese Jos¨¦ Mart¨ª, organizador de la liberaci¨®n frente a lo que quedaba del imperio hisp¨¢nico, no fue nunca un antiespa?ol. Rasgo que vale la pena destacar no s¨®lo por su jerarqu¨ªa emotiva, sino porque durante mucho tiempo los que hicieron derivar la guerra de liberaci¨®n cubana en guerra hispano-norteamericana (para alzarse con el santo y la limosna) pretendieron desviar el patriotismo cubano hacia algo tan ajeno a Cuba como el antiespa?olismo. Todav¨ªa hace un a?o me comentaba el profesor Le Riverend aquella ense?anza de la Rep¨²blica dependiente -como ¨¦l la llama- de cuando era joven, en que se cultivaba ese g¨¦nero para desviar la atenci¨®n del aut¨¦ntico colonialismo de nuestro siglo.
Mart¨ª nunca pens¨® as¨ª. Desde que empieza su campa?a y pronuncia su conferencia Con todos y para el bien de todos (Liceo. Cubano de Tampa, noviembre de 1891), ya dice que no hay que temer al espa?ol, sino -naturalmente- al explotador espa?ol, "al que tiene en el Sardinero o en la Rambla su caudal y se ir¨¢ con su caudal, que es su ¨²nica patria". Pero a?ade:
"?Temer al espa?ol liberal y bueno, a mi padre valenciano, a mi fiador monta?¨¦s, al gaditano que me velaba el sue?o febril, al catal¨¢n que juraba y votaba porque no quer¨ªa el criollo huir con sus vestidos, al malague?o que saca en sus espaldas del hospital al cubano impotente, al gallego que muere en la nieve extranjera al volver de dejar el pan del mes en la casa del general en jefe de la guerra cubana? ?Por la libertad del hombre se pelea en Cuba, y hay muchos espa?oles que aman la libertad! A estos espa?oles los atacar¨¢n otros; yo los amparar¨¦ toda mi vida!".
Y en el peri¨®dico Nuestras Ideas, en su art¨ªculo Patria:
"La guerra no es contra el espa?ol, sino contra la codicia e incapacidad de Espa?a".
Es el tema de La integraci¨®n del espa?ol en la nacionalidad cubana, seg¨²n el historiador cubano Jorge Ibarra en su ¨²ltimo li-
Pasa a la p¨¢gina 12
Viene de la p¨¢gina 11
bro sobre Mart¨ª. "La unidad entre cubanos y espa?oles", dice tambi¨¦n Ibarra, "ser¨¢ uno de los temas fundamentales de la propaganda martiana y constituir¨¢ uno de los puntos b¨¢sicos del Manifiesto de Montecristi (1895, firmado por M¨¢ximo G¨®mez y Mart¨ª, pero redactado por ¨¦ste). En efecto, all¨ª se repite que la guerra no es contra el espa?ol, ni pr¨¢cticamente contra Espa?a, sino "para emancipar de una vez a Cuba de la ineptitud y corrupci¨®n irremediables del Gobierno de Espa?a". Podr¨ªamos precisar nosotros diciendo que era contra aquel Estado de la restauraci¨®n y del caciquismo, cuyo desfavorable saldo har¨ªan entre nosotros Costa, Unamuno y tantos m¨¢s. Pero en el manifiesto hay m¨¢s: la referencia al soldado espa?ol obligado a batirse lejos de su tierra:
"El cubano saluda en la muerte al espa?ol, a quien la crueldad del Ej¨¦rcito forzoso sac¨® de su casa y de su terru?o para venir a asesinar en pechos de hombres la libertad que ¨¦l mismo ans¨ªa. M¨¢s que saludarlo en la muerte, quisiera la revoluci¨®n acogerlo en vida, y la Rep¨²blica ser¨¢ tranquilo hogar para cuantos espa?oles de trabajo y de honor gocen en ella de la libertad y bienes que no han de hallar por largo tiempo a¨²n en la lentitud, desidia y vicios pol¨ªticos de la tierra propia". .
No se concibe el antiespa?ol sino en la Cuba que sigue a Mart¨ª; se ense?a una historia con cr¨ªticas al imperio, al colonialismo, pero no contra Espa?a y los espa?oles. Y no en balde es Cuba el pa¨ªs donde los restos del heroico general Vara del Rey reposan, con los mismos honores, junto a los de los h¨¦roes de la independencia.
Mart¨ª, en suma, basaba su idea de la nacionalidad en la integraci¨®n del blanco y del negro, del espa?ol y el cubano; el criollo, enraizado en lo aut¨®ctono cubano, como el hombre de color va formando la naci¨®n con una base cultural afro-hisp¨¢nica, como en el continente es indoafro-hisp¨¢nica. Esa es la ra¨ªz de las naciones que componen lo que Mart¨ª acert¨® a llamar nuestra Am¨¦rica: "La historia de Am¨¦rica", dice, "de los incas a ac¨¢, ha de ense?arse al dedillo, aunque no se ense?e la de los arcontes de Grecia".
Raz¨®n ten¨ªa, porque entre todos fue haci¨¦ndose el tronco com¨²n, como otro americano, el historiador Enrique Semo ha escrito: "Ni Cuauht¨¦moc ni Cort¨¦s son los padres de la patria, ni los guerreros indios, ni los conquistadores fueron mexicanos. Pero el M¨¦xico moderno es inconcebible sin todos y cada uno de ellos". Todos formaron tambi¨¦n esa Cuba por la cual muri¨® Jos¨¦ Mart¨ª el 19 de mayo de 11195, a los pocos d¨ªas de haber afirmado en la dificil reuni¨®n que tuvo en La Mejorana, con G¨®mez y Maceo, la absoluta necesidad de la supremac¨ªa del poder civil, Que tambi¨¦n en eso debi¨¦ramos sentir a Mart¨ª como algo muy nuestro.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.