En el autob¨²s
"Para m¨ª es dif¨ªcil imaginar que me tengan odio; yo no hago pol¨ªtica contra nadie y, en consecuencia, no me siento amenazado". En su habitual contacto con la Prensa en el autob¨²s, Felipe Gonz¨¢lez contesta as¨ª, acaso con un deje de tristeza, al periodista anglosaj¨®n que le inquiere sobre su seguridad personal y las posibilidades de un atentado. En cualquier caso, las medidas precautorias en rededor del caballo socialista son notables, por m¨¢s que discretas. La seguridad interna del PSOE se emple¨® a fondo en Le¨®n, para mayor disgusto de seguidores y simpatizantes.Periodistas extranjeros, tambi¨¦n, embarcados en el autob¨²s, no acaban de comprender este invento rodante, fuera de la cauci¨®n de evitar avionetas o helic¨®pteros particulares. Aun as¨ª, estimo que Felipe Gonz¨¢lez ha optado por el bus antes por las posibilidades de oficina rodante que le ofrece que por sus dudosas condiciones de seguridad. En su parte trasera, el bus tiene instalada una cama y un ¨¢rea de despacho, veladas de mi radas exteriores por lonetas des cendentes. El bus de los periodistas avanza detr¨¢s, aprovechando todos la m¨¢s m¨ªnima recta para perge?ar una entradilla. Entre ambos, o delante, o atr¨¢s, siempre serpenteantes, el Peugeot gris azulado, blindado, de Felipe, conducido por sus fieles Juanito Alarc¨®n (Johnny Falcone) o el Galleta, monitor de esqu¨ª, m¨¢s otros dos autos con escoltas. Junto a Carmen Romero revolotea, circunspecta, una mujer con una pistola en el bolso: su escolta gubernativa. Nada aparatoso ni que a¨ªsle al l¨ªder socialista de su peripat¨¦tico entorno natural.
Los dos bus se comunican, llega do el caso, mediante radiotel¨¦fonos y siempre que es necesario, Felipe, acompa?ado de Julio Feo -jefe de la campa?a-, sube al autob¨²s de la Prensa. Felipe toma el micro, y medio incorporado sobre uno de los asientos delanteros, como un azafato de viaje, va contestando a los periodistas mientras la caravana prosigue su curso a marcha reducida para facilitar la filmaci¨®n de las televisiones. "Las Fuerzas Armadas", dice, "quieren, como todo el mundo, un Gobierno que sea capaz de gobernar. No creo que una Administraci¨®n socialista propicie un nuevo golpe de Estado. La democracia se consolida con la alternancia en el poder. Pero, sea como fuere, no me parece posible que este Gobierno investigue hasta sus ¨²ltimas consecuencias las intentonas de asonada. La verdadera investigaci¨®n se producir¨¢ a partir del pr¨®ximo 28 de octubre, porque los socialistas tenemos, primero, voluntad democr¨¢tica y creemos en verdad que s¨®lo el Estado tiene, el privilegio de la fuerza, y en segundo lugar, por un elemental instinto de conservaci¨®n".
"La democracia tiene derecho a defenderse"
Felipe, pese a las ronqueras, argumenta con un veguero Cohibas entre los dedos, que fuma deficientemente, por cuanto Julio Feo se lo reenciende peri¨®dicamente, a escondidas del paciente m¨¦dico Jos¨¦ Luis Moneo. "La democracia tiene derecho a defenderse, y toda la legitimidad para hacerlo. Que Tejero se presente a estas elecciones no es malo para este pa¨ªs. M¨¢s vale comprobar el rid¨ªculo en el que puede caer y el que tan singular candidato entre por unos caminos de racionalidad, que son los que diferencian a la persona del animal".
Luego, mitin tras mitin. Felipe, d¨ªa tras d¨ªa, con los mismos pantalones de franela gris, camisa celeste y jersei azul arremangado. Tras un arengario, a la izquierda de una mesa corrida en la que toman asiento los l¨ªderes locales. Y el invariable tel¨®n de fondo con el "por el cambio", m¨¢s el emblema partidario. "No se piden debates al presidente del Gobierno, me los piden a m¨ª, como si yo hubiera estado gobernando Espa?a. Me da la impresi¨®n de que se est¨¢n peleando entre ellos por ver qui¨¦n va a ser el segundo, no por ganar estas elecciones. "Yo no s¨¦ si nosotros vamos a ganar, pero me parece bastante probable que los dem¨¢s no van a triunfar. Pues que se acostumbren a vivir como ciudadanos normales, en la oposici¨®n. Y si no, los insolidarios se van a encontrar con el art¨ªculo nueve de la Constituci¨®n. Nos critican lo que podemos hacer en el futuro y olvidan que no se puede hacer peor lo que ellos han hecho. Nos dicen que no estamos maduros, cuando ellos est¨¢n podridos. Atacan nuestro programa cuando ellos llevan cien a?os sin programa. Nos acusan de querer intervenir la econom¨ªa; me he pasado el verano ha blando con empresarios y trabaja dores que me ped¨ªan la intervenci¨®n del Estado en sus empresas para salvarlas. Ojal¨¢ no tuvi¨¦ramos que intervenir en estas empresas que necesitan del dinero de todos para sobrevivir".No hay, ambiente de campa?a
Por lo dem¨¢s, la campa?a est¨¢ pr¨¢cticamente hecha de antemano, empedrada sobre los errores, insolidaridades y ego¨ªsmos de una derecha que, como el escorpi¨®n ante el peligro, se ha terminado envenenando a s¨ª misma. 'Pero si Oscar Alzaga ha estado trabajando de asesor de Calvo Sotelo hasta poco antes de marchar en socorro del partido de Fraga..." Tal como est¨¢n las cosas, es dudoso el ejercicio intelectual de los ciudadanos inclinados trabajosamente sobre programas electorales. Las grandes opciones pol¨ªticas fueron echadas al tablero ya antes del 23 de febrero, y ni la mejor y m¨¢s esforzada de las campa?as Landelino, Fraga- las va a enderezar. Nos dec¨ªa Felipe, y con raz¨®n, a la salida de una ciudad gallega en la que los altavoces de AP con la cancioncilla de Mar¨ªa Ostiz nos hab¨ªan retumbado los o¨ªdos machaconamente cuando en el hotel cada uno quer¨ªa trabajar: "Yo esto se lo prohibo a mi partido, que saturen y molesten a los ciudadanos".
As¨ª las cosas, Felipe, probablemente con raz¨®n, se siente ganador y trabaja su dise?o de Estado. Siempre que los horarios y el trazado de las carreteras lo toleran, regresa a Madrid, por m¨¢s que s¨®lo pueda pasar unas horas reunido con su cuartel general. En el parador de Ribadeo -feudo de Calvo Sotelo- almuerza la comitiva, casi deliberadamente, mientras el actual presidente inaugura su participaci¨®n en la campa?a visitando un asilo de ancianos. Felipe se coloca la gorra hanse¨¢tica de Helmut Schmidt. "Solidaridad' con los vencidos", comenta ante las fotos. O con los traicionados, se le aduce. Luego, contra las barandas sobre la r¨ªa, posamos todos para que nos vean nuestras mam¨¢s en televisi¨®n.
Y r¨¢pidos, al bus, para seguir cruzando pueblos adormecidos en una campa?a -la socialista- que pr¨¢cticamente ni siquiera reclama el voto, sino ese atrayente y dif¨ªcil pacto nacional entre el partido socialista y la sociedad. No hay ambiente electoral, es verdad, acaso porque todo se tiene ya resuelto de antemano. Pero dos autobuses mareantes y obsesivos recorren Espa?a como un fantasma moralizante y vindicativo. Como no vivimos en el futuro no somos contempor¨¢neos del presente e ignoramos -todav¨ªa- el cambio socialista que viene rodando dentro de estos autobuses. Algunos. socialistas ut¨®picos se frotan las manos -"este pa¨ªs, en cuatro a?os, no lo va a reconocer nadie"-. Otros, m¨¢s hist¨®ricos, estiman que lo van a sacudir como a una alfombra. Me parece que la actual direcci¨®n socialista se dar¨¢ con un canto en los dientes si le puede quitar el polvo y eliminar a las polillas.
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