La nobleza de un Vasconcellos e Souza d'Andrade
Plaza de Las Ventas. 17 de octubre.Novillos de Antonio Ballesteros, bien presentados, mansos y con dificultades. Quinto, sobrero de Jos¨¦ Luis de Vasconcellos, con trap¨ªo, manso y noble.
Manolo Mart¨ªn. Tres pinchazos y estocada baja (silencio). Estocada baj¨ªsima (silencio). Pedro Santiponce. Estocada atravesada que asoma y dos descabellos (vuelta por su cuenta). Ocho pinchazos y siete descabellos: la presidencia le perdon¨® un aviso (divisi¨®n cuando saluda). S¨¢nchez Marcos. Metisaca, tres pinchazos, siete descabellos -aviso- y tres descabellos m¨¢s (silencio). Pinchazo, media, pinchazo hondo delantero y dos descabellos (silencio).
Parte facultativo. El banderrillero Manuel Villalva fue asistido de contusiones en brazo, regi¨®n sacra y gl¨²teos, con probable fractura de coxis. Pron¨®stico reservado.
Trajeron, para que la lidiaran tres espadas no muy expertos, una novillada tremenda: seria, cuajada, cornalona y, por si fuera poco, con dificultades. Por fortuna, el segundo, que renqueaba, fue devuelto al corral, se corri¨® turno, y en quinto lugar sali¨® un precioso ejemplar de Jos¨¦ Luis de Vasconcellos e Souza D'Andrade, portugu¨¦s como su propio nombre indica, nacido en la Heredade de Font'Alva, de Barbacena-Elvas, el cual era noble como tambi¨¦n su propio nombre indica. Excelente embestida exhib¨ªa el ilustre animal.
El de Vasconcellos e Souza D'Andrade hu¨ªa en varas, pero en el ¨²ltimo tercio le embarg¨® la dulzura del fado. Lo entonaba con tal cadencia que nos enternec¨ªa el alma y al propio torero le perl¨® el rostro de l¨¢grimas como garbanzos. Ese torero, que para la liturgia taurina se hace llamar Pedro Santiponce, tuvo en la arrobadora melod¨ªa del de Vasconcellos e Souza D'Andrade la posibilidad inmediata de salir a hombros por la puerta grande.
Y se puso a torear. A tal fin muchos pases di¨®. No eran pases buenos, ni pocos, pues no parece gozar de especial sensibilidad art¨ªstica, ni de continencia muleteril, pero los ligaba y adem¨¢s imprimi¨® variaci¨®n a la faena, de manera que hasta por afarolados se pas¨® al dije de Vasconcellos e Souza D'Andrade. Y m¨¢s hubo: por ejemplo, un cambio de mano suav¨ªsimo -la muleta baja, el portugu¨¦s embebido en los vuelos de la franela, largo el recorrido-, ligado con el de pecho, que instrument¨® a ritmo, de cabeza a rabo, como no se podr¨ªa pedir m¨¢s. El trasteo interminable pudo haber tenido premio, pero en el manejo del acero Santiponce estuvo fatal.
Su primer novillo, en cambio, derribaba y cog¨ªa. De trap¨ªo, armamento, fuerza y muchos pies, se par¨® ante Santiponce, que le esperaba de rodillas a porta gayola, lo revolc¨® y luego le perdon¨® la vida, pues no hizo por ¨¦l cuando lo ten¨ªa a su merced. A continuaci¨®n volte¨® brutalmente al pe¨®n Manuel Villalva. Derrib¨® con estr¨¦pito al picador, y cuando escapaba del desaguisado, arroll¨® de mala manera a Periquito, que hab¨ªa acudido al quite. Manso y escasamente picado, se fue arriba en banderillas y durante la faena de muleta pareci¨® manejable, a pesar de lo cual atrap¨® tres veces a Santiponce, que no daba la distancia adecuada, le tir¨® derrotes por todos lados y le volvi¨® a perdonar la vida. La violencia de las cogidas hizo temer lo peor, pero sucedi¨® lo mejor; es decir, que el torero, valiente a carta cabal, continu¨® la lidia sin acusar los sustos y las magulladuras.
Los dem¨¢s pupilos. de Ballesteros (hierro Fern¨¢ndez Palacios), todos con cuajo de toros, presentaron dificultades que los diestros no acertaban a resolver. Manolo Mart¨ªn lance¨® con gusto a la ver¨®nica al que abri¨® plaza y le hizo una faena decorosilla. Al cuarto, que no ten¨ªa fijeza, le peg¨® pases por todo el ruedo. A ese novillo, poco picado, le prendi¨® dos emocionantes pares cuadrando en la cara Rafaelillo, que salud¨® montera en mano. Tampoco ten¨ªan fijeza los de S¨¢nchez Marcos el cual traste¨® voluntarioso y s¨®lo eso. Mat¨® mal, como todos. Hab¨ªa "demasiado toro" para los escasos recursos de los toreros. A salvo, naturalmente, la ilustre nobleza del de Vasconcellos e Souza D'Andrade, que val¨ªa un potos¨ª.
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