El temor a las urnas y el miedo a la libertad
LA OFENSIVA terrorista desencadenada en la recta final de la campa?a electoral no puede por menos de producir un comprensible temor en amplios sectores de la sociedad civil, directamente amenazada por esa irracional apelaci¨®n a la destrucci¨®n, a la sangre y a la violencia que pretende impedir u obstaculizar la capacidad de la soberan¨ªa popular para designar, mediante sufragio universal, libre, igual, directo y secreto, a sus gobernantes. Los atentados de las ¨²ltimas 48 horas han escogido como escenario el Pa¨ªs Vasco, Madrid, Navarra, Asturias, la Rioja, Galicia, Valencia y Andaluc¨ªa, en un siniestro intento de remedar la diseminaci¨®n territorial de los m¨ªtines y actos organizados por los partidos que presentan candidaturas a las Cortes Generales. Sin necesidad de aguardar a las reivindicaciones de rigor para saber cu¨¢l de las ramas de ETA -los milis, los octavos o los Comandos Aut¨®nomos- se jacta bellacamente del ametrallamiento del cuartel de la Guardia Civil de Arr¨®niz y de las voladuras de transformadores el¨¦ctricos, o qu¨¦ bombas son propiedad criminal de los oscuros GRAPO, o c¨®mo se denomina la organizaci¨®n que ha realizado el atentado contra la sede del PSOE en Logro?o, hay fundamentos suficientes para concluir que los extremistas de cualquier signo, superficialmente diferenciados entre s¨ª por el color de sus banderas pero emparentados carnalmente por su odio al pluralismo, a la libertad y las instituciones democr¨¢ticas, convergen en ese embate para dificultar que los espa?oles acudan a los comicios el 28 de octubre.Ser¨ªa una arrogancia inconvincente negar que la ofensiva terrorista y la conjura golpista para el 27 de octubre, procedente la una de ETA o de los GRAPO y preparada la otra por sectores agazapados dentro del propio aparato del Estado, pueden cosechar, aunque s¨®lo sea parcialmente, los frutos intimidatorios que se proponen. Los aficionados al cine tienen ocasi¨®n, en estos d¨ªas, de contemplar en las pantallas espa?olas dos pel¨ªculas - Missing y La Colmena, basada ¨¦sta en la novela de Camilo Jos¨¦ Cela- que suscitan el horror ante la visualizaci¨®n del golpe de Estado victorioso en Chile y ante el recuerdo de los s¨®rdidos a?os que siguieron a nuestra guerra civil. Las salvajadas de los etarras y los discursos de Herri Batasuna, por un lado, y la barbarie de una conspiraci¨®n permanente que aflora como el Guadiana -operaci¨®n Galaxia, 23 de febrero, v¨ªsperas de San Juan, 27 de octubre- y la desveng¨¹enza provocadora de Solidaridad Espa?ola, por otro, no pueden ser desde?adas mediante simulaciones de serenidad, sino que deben ser afrontadas como peligros concretos y tangibles que exigen el rearme moral de la sociedad, la r¨¦plica pol¨ªtica de los partidos y la utilizaci¨®n por el Gobierno de los instrumentos que las leyes democr¨¢ticas, consustanciales con el respeto de los derechos humanos de todos los ciudadanos, conceden a un poder leg¨ªtimo.
En cualquier caso, los enemigos de nuestras libertades, con independencia de que alimenten su tesorer¨ªa b¨¦lica mediante extorsiones mafiosas (llamados por los ide¨®logos del gansterismo impuestos revolucionarios) o fondos de servicios secretos exteriores, o que financien sus planes subversivos con sueldos pagados por los contribuyentes o con donaciones realizadas por instituciones o empresas legales, pueden enorgullecerse, en sus infiernos fan¨¢ticos, de estar sembrando el amedrentamiento en sectores sociales que s¨®lo desean vivir en paz, tener la capacidad para designar a los gobernantes y hallarse al resguardo de los abusos y caprichos de un poder puesto al servicio de una ¨ªnfima minor¨ªa. Ahora bien, ante ese polimorfo despliegue de la ofensiva antidemocr¨¢tica -terrorista o golpista- contra la normalidad electoral, la inmensa mayor¨ªa de la sociedad espa?ola debe tambi¨¦n ser consciente de que una de las motivaciones b¨¢sicas de esos amedrentadores es precisamente su propio miedo.
El miedo a la libertad, ese s¨ªndrome que tiene sus causas mediatas en las dislocaciones de una sociedad sometida a profundos cambios y en la rigidez ideol¨®gica que eleva a la condici¨®n de categor¨ªa universal las m¨ªseras conveniencias particulares de un grupo o un estamento, es vivido por los fan¨¢ticos y autoritarios como una compulsiva intolerancia orientada a impedir que la gente sienta, piense, hable, escriba y decida por su cuenta, sin atenerse a mas criterios que sus opiniones, sus gustos y sus intereses. La autonom¨ªa no s¨®lo ofende, sino que adem¨¢s atemoriza a esos violentos dependientes y heter¨®nomos, que necesitan de caudillos que decidan por ellos, de libros sagrados o de manuales que les descarguen de la tarea de reflexionar por su cuenta, de grandes palabras abstractas que justifiquen su pat¨¦tica incapacidad para disfrutar de la vida y su morbosa atracci¨®n por la muerte. La libertad, por definici¨®n, implica la posibilidad de escoger, de forma tal que el ¨¢mbito de la libertad crece a medida que aumentan las opciones disponibles para ejercerla. Por esa raz¨®n, el miedo a las urnas, el temor al espect¨¢culo de millones de hombres y mujeres eligiendo en un clima de libertad y serenidad entre las ofertas que los partidos les someten, se enrosca en los m¨¢s rec¨®nditos pliegues de esos grotescos bravucones, cuya cobard¨ªa moral les impide asumir su condici¨®n humana y les impulsa a arrebat¨¢rsela a sus cong¨¦neres.
Resulta comprensible o disculpable que todos sintamos el remusguillo del temor cuando la Prensa o la radio anuncian las nuevas y siempre iguales tropel¨ªas de quienes no tienen otro lenguaje de comunicaci¨®n con sus semejantes que el crimen, la bomba o el asalto armado al Estado. Debemos, sin embargo, tener siempre presentes dos cosas. De un lado, que el objetivo estrat¨¦gico del terrorismo y de las conspiraciones golpistas es precisamente sembrar el temor ante el futuro, a fin de desmoralizar a la sociedad, sembrar la ciza?a del derrotismo y quebrar el esp¨ªritu c¨ªvico de resistencia ante los proyectos de usurpaci¨®n del poder por unas minor¨ªas. De otro, que los grupos que intentan atemorizarnos viven, a su vez, dominados por el miedo m¨¢s devastador y menos controlable que imaginar quepa: el miedo a la libertad, el miedo a que los hombres y mujeres puedan decidir su presente y su futuro mediante la peri¨®dica elecci¨®n en las urnas de sus representantes y gobernantes, sin que sanguinarios y rid¨ªculos salvadores, monoman¨ªacos lectores de un solo libro y monotem¨¢ticos portavoces de s¨®lo una idea les arrebaten su dignidad humana, su capacidad de escoger y su derecho a razonar.
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