En el tablero de ajedrez
A¨²n Franco en el poder, Felipe, entonces mero abogado laboralista, sube las escaleras de un piso clandestino que el PSOE tiene en Sevilla. Lleva al hombro una vietnamita, una de las multicopistas entonces al uso y de ralativo f¨¢cil transporte. Es de madrugada y no se debe hacer ruido y despertar a los vecinos. Comete el error de llevar un pitillo encendido en la boca. Una brasilla le prende la camisa sobre un hombro, se va quemando, no puede quejarse, y ah¨ª vemos a Felipe Gonz¨¢lez corriendo escaleras arriba, sujetando el silencio, con bastantes kilos sobre un omoplato y mordi¨¦ndose la lengua para no aullar bajo una quemadura. Todav¨ªa guarda aquella camisa quemada de recuerdo del susto que padeci¨®.Peque?as an¨¦cdotas
Son las peque?as an¨¦cdotas que te van desgranando sus m¨¢s fieles seguidores en este seguimiento itinerante del autob¨²s. Historias m¨ªnimas -que jam¨¢s contar¨¢ el caballo a un periodista- pero que revelan el carisma, con tintes amorosos, que el candidato despierta entre su gente. La clandestinidad, en este pa¨ªs, fue, por supuesto, mucho m¨¢s dura que todo eso, y aqu¨ª alguna gente, y no precisamente del PSOE, se ha jugado cosas m¨¢s importantes que una quemadura en la camisa. Pero de esa peque?a injusticia hist¨®rica tampoco es culpable el candidato, que entiende por lo dem¨¢s la mitificaci¨®n por los suyos, por m¨¢s que no le agrade.
Y comentas con su equipo de campa?a otra an¨¦cdota de aquella clandestinidad tan lejana y tan pr¨®xima: una c¨¦lula de un partido de izquierda, cuya identidad no hace electoralmente al caso, se viene reuniendo noche tras noche para discutir los documentos que su partido remite desde Par¨ªs. Los militantes, sin domir, se restregan los parpados buscando nuevas y mejores interconexiones entre sus neuronas. Desde hace semanas ha sido necesario desarrollar toda la parafernalia de citas previas, seguimiento de otros camaradas hasta el punto de reuni¨®n, repaso a la lista de todos los edificios de tu ciudad con doble entrada y salida, interminables caf¨¦s en los m¨¢s populosos bares de la urbe, para discutir madrugada a madrugada y en un continuo peloteo de citas de Lenin -algunas inventadas- la cuadratura del c¨ªrculo de la nueva sociedad que todos busc¨¢bamos. Todo ello hasta que, ojerosos, recib¨ªamos la visita de un paracaidista -un responsable que bajaba desde la direcci¨®n partidaria a una c¨¦lula de base, para recordarnos que tanta discusi¨®n pol¨ªtica sobre los documentos del partido deb¨ªa hacerse r¨ªo para hacer correcciones o sugerencias sino para aprend¨¦rselos, mejor.
Esto es lo que Felipe nunca podr¨ªa tolerar y lo que le aporta ese plus innegable de credibilidad.
Tal como Aristides Briand, quien tuvo que sacar adelante a la tercera Rep¨²blica francesa amenazada por el asunto Dreyfus y, en general, por un Ej¨¦rcito hostil, Felipe Gonz¨¢lez no se plantea los problemas teol¨®gicos del socialismo. Ayudar¨¢ desde el Gobierno a la reconstrucci¨®n del centro y no me parece a m¨ª que Vaya a tener mucha piedad para con todas las Claudias que han envenenado nuestra derecha democr¨¢tica hasta convertirla en una historia m¨¢s de Robert Graves. Y tampoco, pese al mensaje de moderaci¨®n que va vendiendo por Espa?a, cabr¨ªa incorporar al candidato socialista demasiados perfiles de suavidad. Con el golpismo pretende ser todo lo en¨¦rgico que le permita esa ¨²ltima raya moral que se entiende por raz¨®n de Estado. Y no piensa caer en ninguna debilidad por mero instinto de supervivencia y en el entendimiento de que el pr¨®ximo pulso no ser¨¢ entre el golpismo y un gobierno PSOE sino entre el Estado democr¨¢tico y una minor¨ªa involucionista.
Preocupa el Interregno
Preocupa, obviamente, el interregno de poder que puede abrirse entre un triunfo socialista y la detentaci¨®n real del teclado del poder. Acaso aqu¨ª las cuatro semanas de interregno puedan ser m¨¢s preocupantes por cuanto eso que podr¨ªamos denominar "el Gobierno saliente" carece de autoridad y de moral. El caballo en cualquier caso se siente tranquilo y confiado, pero realista. "No somos tontos. ?C¨®mo no van a intentar algo!" Pero se duele de todo aquello que pueda crear un alarmismo innecesario. Y vende su producto: "S¨®lo los socialistas pueden parar y desarticular la trama del golpe". Un Gobierno en la sombra o paralelo al d¨ªa siguiente de la jornada electoral puede garantizar esta transici¨®n en la transici¨®n.
Pero ser¨ªa faltar a la verdad no relatar la confianza y la seguridad de este candidato.
Se trabaja en el autob¨²s sobre planes a diez a?os, como los referentes a Iberoam¨¦rica, y el caballo, ya tan lejos de aquel "...Capullo, queremos un hijo tuyo..." reparte por las carreteras de Espa?a cambio, seguridad, confianza, esperanza. Cuando en una de las escasas recaladas en Madrid arrastras por una vez tu maleta hasta tu domicilio en vez de hasta el pasillo de un hotel ignoto de una ciudad cuyo nombre equivocas en la marea del viaje, tus conocidos te asaltan con la preocupaci¨®n del golpe pr¨®ximo. No hay tal para la caravana socialista que trabaja en su autobus. Puedo dar fe de que este caballo, cuando en las curvas de las carreteras de este pa¨ªs se contrapean los autobuses y todos nos saludamos con la mano, va garrapateando con sus notas los planes de ayuda a las empresas privadas en crisis.
Porque el golpe existe como existe el c¨¢ncer, pero no podemos vivir todos pensando en las met¨¢stasis aunque resulte conveniente trabajar en el estudio de la reproducci¨®n anormal de las c¨¦lulas. Y, adem¨¢s, ?esto qu¨¦ es?: una partida de ajedrez entre el coronel San Mart¨ªn y el Estado establecido. No da para m¨¢s. Ser¨ªa verdaderamente de tontos dejarse ganar.
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