El compl¨® contra la dictadura
El nombre de Valerio Zurlini va ligado, para muchos de nosotros, a unos a?os de peque?as audacias y de grandes recuerdos. Eran los a?os finales de los cincuenta y principios de los sesenta, en que se estrenaron dos pel¨ªculas firmadas por el director italiano: La chica con la maleta y Cr¨®nica familiar, adobadas con un modesto pero apreciable esc¨¢ndalo en la semana del cine en color, donde Zurlini protest¨® p¨²blicamente contra la censura, que hab¨ªa mutilado sus dos creaciones.
La chica con la maleta era lo que en aquellos a?os se calificaba con adem¨¢n grave de entendido de pel¨ªcula fuerte, en la que las aparentes discontinuidades en la acci¨®n eran r¨¢pidamente interpretadas como atentados contra la libertad de expresi¨®n, que no porque faltaran eran todos menos imaginarios que reales. Cada fundido en la pantalla que no nos explic¨¢bamos suficientemente provocaba en nosotros, espectadores preocupados e ingenuos, una c¨®moda indignaci¨®n, que los m¨¢s optimistas hac¨ªan pasar ante s¨ª mismos por sentimiento resistente. Cr¨®nica familiar, menos buc¨®lica, atacaba por v¨ªa, aunque levemente, indirecta la dictadura de Mussolini, la actualidad candente del franquismo, y, para colmo de implicaciones, alud¨ªa a la guerra de Espa?a, de la que s¨®lo hab¨ªamos conocido la hagiograf¨ªa del cine patri¨®tico. Del leer entre l¨ªneas hab¨ªamos pasado a la referencia directa del antifascismo italiano a la razzia de los camisas negras al servicio de Franco. Tan s¨®lo unas frases, un breve episodio en el que el protagonista, Marcelo Mastroianni, escucha en la radio de un bar un parte de la guerra de Espa?a nos pon¨ªa a todos en el secreto c¨®mplice de sus omisiones, porque la imaginaci¨®n rellenaba con largueza los vac¨ªos con intenciones que el autor no habr¨ªa, posiblemente, so?ado tan siquiera. La obra mutilada se convert¨ªa en un panfleto mucho m¨¢s eficaz que podr¨ªa haberlo sido contemplada sin abreviaciones. Zurlini nos hizo entonces el servicio de permitir que nos sinti¨¦ramos parte de un inocente compl¨® para acabar con la dictadura tanto moral como pol¨ªtica. Su honorable, aunque escasamente suicida, actitud en la semana del cine en color de Barcelona nos confirmaba que no nos equivoc¨¢bamos; que Europa segu¨ªa existiendo m¨¢s all¨¢ de los Pirineos, y que, pese a que no se tratara m¨¢s que de un gui?o, no est¨¢bamos solos en la complaciente batalla que libr¨¢bamos en la oscuridad de las salas cinematogr¨¢ficas.
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