Santiago Carrillo protagoniz¨® la normalizaci¨®n pol¨ªtica del PCE y su descalabro electoral en 1982
Santiago Carrillo Solares, gijon¨¦s, de 67 a?os de edad, de profesi¨®n pol¨ªtico, tip¨®grafo y periodista, secretario general del Partido Comunista de Espa?a desde 1960, es el hombre que consigui¨® que los comunistas espa?oles fueran aceptados en la normalidad pol¨ªtica tras la muerte de Franco, y quien, a los cinco a?os de funcionamiento de la democracia, ha dirigido a un partido que se queda con s¨®lo cuatro diputados,en el Congreso y algo m¨¢s de 700.000 votos.
Carrillo ya hab¨ªa dimitido el pasado 9 de junio de 1982, ante la reuni¨®n del Comit¨¦ Central que deb¨ªa dar una soluci¨®n a la crisis que ven¨ªa arrastrando el partido desde el nacimiento del movimiento renovador, en el X Congreso, en 1981. Pero el Comit¨¦ Central, fielmente carrillista, rechaz¨® la dimisi¨®n, y al final, el que dimiti¨® fue Nicol¨¢s Sartorius, el hombre considerado puente entre el aparato y los renovadores, te¨®rico n¨²mero dos del partido desde el d¨¦cimo y ¨²ltimo congreso. Carrillo, enfrentado a los comunistas sovi¨¦ticos desde que en 1968 fuera el primero en condenar la invasi¨®n de Checoslovaquia por las tropas del Pacto de Varsovia, ha sabido resistir siempre los ataques de los dogm¨¢ticos y las numeros¨ªsimas escisiones que su posici¨®n eurocomunista ha acarreado al PCE.La imagen del secretario general del PCE cambi¨® radicalmente desde que el 22 de diciembre de 1976 fue detenido en Madrid, disfrazado con su famosa peluca. Cuando sali¨® en libertad, una semana despu¨¦s de su detenci¨®n, dirigi¨® un movimiento de salida a la luz p¨²blica de su partido, que culmin¨® en primavera, cuando el 9 de abril de 1977, S¨¢bado de Gloria, fue legalizado su partido.
Cuando a¨²n el PSOE manten¨ªa durante la discusi¨®n de la Constituci¨®n, hasta 1978, su famosa enmienda republicana, Carrillo hizo el gesto p¨²blico de aceptar la Monarqu¨ªa, la bandera nacional -amarilla y roja- y, en definitiva, el nuevo r¨¦gimen surgido de la reforma. La bandera y la Monarqu¨ªa son los s¨ªmbolos del empe?o comunista de hacerse aceptar en la sociedad y en la pol¨ªtica. El empe?o dio un fruto relativo y en las elecciones generales de 1977, el PCE obtuvo veinte diputados, que ampli¨® a veinticuatro en 1979.
Pero estos resultados electorales no fueron suficientes. Tras haber sido pr¨¢cticamente la ¨²nica oposici¨®n decidida al franquismo, cuando el PCE se dispuso a recoger los frutos de esa tarea se encontr¨® con que el PSOE recogi¨® la aceptaci¨®n mayoritaria de la izquierda. A partir de aqu¨ª empez¨® a quebrar una estrategia pol¨ªtica alimentada de reconciliaci¨®n nacional desde 1956.
De las Juventudes Socialistas al PCE
Carrillo empez¨® en pol¨ªtica con las Juventudes Socialistas (JJ SS) y la UGT, organizaciones a las que lleg¨® cuando, a los trece a?os, comenz¨® a trabajar como tip¨®grafo en Madrid. La familia Carrillo se hab¨ªa trasladado a la capital cuando Wenceslao, el padre, socialista de convicciones profundas, comenz¨® a trabajar como redactor de El Socialista, en 1923.En 1934, Carrillo fue designado secretario general de las JJ SS. Poco despu¨¦s de las elecciones de 1936, desde su puesto de secretario general de las JJ SS, la fusi¨®n con las Juventudes Comunistas en las Juventudes Socialistas Unificadas, tal vez la organizaci¨®n de masas m¨¢s poderosa de la Rep¨²blica, con 500.000 afiliados. En noviembre de ese a?o se pas¨® con la organizaci¨®n unificada al PCE.
En la guerra fue consejero de Orden P¨²blico de Madrid, cargo en el que se vio mezclado en el fusilamiento en Paracuellos del Jarama de personas detenidas por adscripci¨®n al bando franquista. En 1937 entr¨® en el Comit¨¦ Central del PCE. Al terminar la contienda vivi¨® en la Uni¨®n Sovi¨¦tica, Estados Unidos y Paraguay. Con un pasaporte de este pa¨ªs, que le identificaba como Hip¨®lito G¨®mez de As¨ªs, industrial conservero, viaj¨® en 1942 a Portugal, donde sus camaradas comunistas le facilitaron la entrada en Espa?a.
En 1944 se instal¨® definitivamente en Par¨ªs, donde de hecho dirigi¨® la pol¨ªtica del PCE, hasta que la direcci¨®n dispersa se fue reagrupando. Tras el estrecho dogmatismo de los a?os cuarenta y la guerra fr¨ªa, Carrillo inici¨® a la muerte de Stalin el movimiento renovador, aliado con Fernando Claud¨ªn. Consigui¨®, con el apoyo de Dolores Ib¨¢rruri, imponer sus tesis y desplazar a sus adversarios. En 1956 se lanz¨® a la pol¨ªtica de reconciliaci¨®n nacional, con la tesis de que era necesario buscar una salida democr¨¢tica, pactada por todas las fuerzas espa?olas, al r¨¦gimen de Franco.
En 1960, el IV Congreso le nombr¨® secretario general. El partido ten¨ªa tres componentes fundamentales: en el interior, los intelectuales y la militancia obrera, y en el exilio, el aparato. En 1964 se produjo una quiebra con los primeros: Claud¨ªn y Sempr¨²n -"intelectuales cabezas de chorlito", dijo Dolores Ib¨¢rruri- fueron expulsados del Ejecutivo.
La invasi¨®n de Checoslovaquia, en 1968, se?al¨® la ruptura formal del PCE con la URSS, contestada desde el interior del partido con la aparici¨®n del movimiento prosovi¨¦tico. Tras la vuelta a Espa?a y la legalizaci¨®n, Carrillo y el viejo aparato del exilio retomaron la direcci¨®n de la pol¨ªtica interna.
La ¨²ltima crisis
Una decisi¨®n capital estuvo en el origen de la crisis que, ya en el per¨ªodo democr¨¢tico, protagonizaron los renovadores: la disoluci¨®n de las organizaciones de profesionales y su integraci¨®n en las agrupaciones territoriales. Pero entonces Carrillo era incontestable. Hab¨ªa llevado al PCE a la legalidad y le hab¨ªa dado una veintena de parlamentarios en 1977.Sin embargo, en las elecciones de 1979, el PCE creci¨® un poco, pero no lo suficiente como para albergar esperanzas de desbancar al PSOE en la hegemon¨ªa de la izquierda. Este hecho determin¨® las condiciones para que la contestaci¨®n, antes larvada, se hiciera patente. Ante el X Congreso, en 1981, se organiz¨® el movimiento renovador, al que Carrillo derrot¨®.
Los renovadores no abandonaron su empe?o y protagonizaron en el Pa¨ªs Vasco la fusi¨®n de un sector del partido con Euskadiko Ezkerra. Las muestras de apoyo en Madrid y otros puntos desataron una oleada de represi¨®n que culmin¨® en la expulsi¨®n de cinco miembros del Comit¨¦ Central y se ramific¨® en otra crisis en el Ayuntamiento de Madrid -un equipo comunista prestigioso fue expulsado- y otros abandonos y expulsiones en toda Espa?a. Las elecciones han arrojado un juicio tremendamente negativo sobre esta crisis y han terminado con el prestigio que Carrillo trajo del exilio y, sobre todo, consigui¨® en la democracia.
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