Miljanic, un rayo de esperanza para el Valencia
Con una deuda galopante desde hace diez temporadas, superior a los cuatrocientos millones de pesetas, y una situaci¨®n deportiva in¨¦dita en sus casi sesenta a?os de existencia, el Valencia atraviesa el momento m¨¢s cr¨ªtico de su historia. Devaluaci¨®n deportiva, descapitalizaci¨®n econ¨®mica y desilusi¨®n social configuran el panorama actual de un club que ocupa el decimoquinto lugar en la tabla de clasificaci¨®n, lo que constituye una alarmante y singular situaci¨®n que la entidad nunca ha conocido desde su fundaci¨®n. En Ostrava, al eliminar al Banik, el Valencia encontr¨® una botella de ox¨ªgeno para los ahogos que viene sufriendo. El domingo abandon¨® el pen¨²ltimo puesto, al vencer al Espa?ol.
Miljan Miljanic, viejo gato escaldado, trata de atar todos los enrevesados hilos que ha vislumbrado en los ¨²ltimos d¨ªas. Durante el breve tiempo que ha permanecido en contacto con el Valencia, el yugoslavo se ha dedicado a analizar, estudiar, hablar y averiguar en torno a los entresijos y estamentos del club. Y ha acabado aturdido por la compleja trama que envuelve al equipo.En Valencia ya hablan los aficionados del "milagro Miljanic". Primero se dijo que el yugoslavo era gafe, porque su llegada un mi¨¦rcoles coincidi¨® con la avalancha de lluvias que anegaron las comarcas de medio Pa¨ªs Valenciano. Luego, para acabarlo de arreglar, vino el odis¨ªaco viaje a Checoslovaquia con Miljanic otra vez de por medio. Pero en Ostrava el nuevo entrenador ya tom¨® las riendas del equipo y algo cambi¨® en un conjunto hasta ese momento roto y desilusionado. El Valencia limita ahora al norte con Miljanic, aunque el domingo volvi¨® a diluviar nada m¨¢s comenzar el partido.
El nuevo t¨¦cnico se ha plantado y ha cortado por lo sano con todos los privilegios y cambalaches que se interpon¨ªan en la labor de su antecesor Manolo Mestre. Sin ir m¨¢s lejos, la pasada semana Mestre ten¨ªa pensado y decidido que el meta Manzanedo jugara en el estadio Calder¨®n ante el Atl¨¦tico de Madrid. As¨ª se lo comunic¨® al jugador y as¨ª figuraba en la lista que el viernes antes de partir hacia Madrid entreg¨® en el club. El s¨¢bado, Manzanedo no s¨®lo hab¨ªa desaparecido de la alineaci¨®n, sino que ni siquiera viaj¨®. Alguien con mando y poder hab¨ªa ordenado que no se contara con este jugador. ?Man¨ªa persecutoria? ?Posibilidad de un inmediato traslado? No se sabe. Lo cierto es que ni al jugador ni al entrenador se les dieron explicaciones por tan sorprendente veto. Con Miljanic esto no va a pasar. La inusitada fiebre de valencianizar sin ton ni son al equipo que les ha entrado a algunos altos dirigentes valencianistas desde hace algunos meses, deber¨¢ pasar ahora por el tamiz del yugoslavo. Porque, de repente, sin que se sepa por qu¨¦, la directiva de Ramos Costa, de ser una de las que m¨¢s dinero hab¨ªa invertido en fichajes millonarios de extranjeros, pas¨® sin soluci¨®n de continuidad a una pol¨ªtica de implantar a toda costa en las alineaciones a jugadores de la cantera, estuvieran en condiciones o no de actuar en Primera Divisi¨®n.
Pegas, psicolog¨ªa y concentraci¨®n
Miljanic ha hablado ya con todos los jugadores apoyando a los hasta ahora marginados y poniendo firmes a quienes hab¨ªan disfrutado de mimos y situaciones privilegiadas. El t¨¦cnico yugoslavo ha implantado ya el uso de las pesas, por ejemplo, en los entrenamientos; ha alargado el tiempo de las concentraciones, que se prolongar¨¢n incluso despu¨¦s de los partidos y paralelamente su trabajo psicol¨®gico con la plantilla es intenso.Una situaci¨®n econ¨®mica similar a la actual y una clasificaci¨®n liguera no tan profunda como la que ahora ostenta el Valencia, le costaron el cargo a Ros Casares, antecesor de Ramos Costa en la presidencia. Ramos encabezaba entonces una encarnizada oposici¨®n a Ros. Durante sus seis a?os de mandato, el actual presidente ha disfrutado de la privilegiada situaci¨®n de no contar con oposici¨®n organizada. Ahora es cuando comienza a surgir alg¨²n nombre como alternativa de poder. Por Valencia se dice que Ramos Costa, con los directivos de Ros, hubiera formado una junta de gobierno ideal. Lo cierto es que los bandazos econ¨®micos del actual consejo rector valencianista han sido considerables hasta llegar a la situaci¨®n presente en la que el club arrastra una deuda superior a los cuatrocientos millones de pesetas, parte de los cuales hered¨® ya de la anterior directiva. Esa r¨¦mora no ha podido ser mitigada con el triunfalismo de traspasos de figuras de primera fila del f¨²tbol que aqu¨ª no acabaron de cuajar: Bonhof, Morena, Rep, Diarte, Planelles, Tirapu, Juan Carlos, Gim¨¦nez, Pereira, Basauri...
Los super¨¢vit con que se han cerrado los ejercicios de las ¨²ltimas temporadas se los ha tragado la ampliaci¨®n del estadio, y este a?o, con un presupuesto que se anuncia cercano a los ochocientos millones de pesetas, las flojas recaudaciones hacen temer un d¨¦ficit.
El Valencia tiene la solitaria en su engranaje econ¨®mico, un gusano insaciable que consume diariamente cerca de un mill¨®n de pesetas. Una parte considerable de ese dinero se evapora en gastos dif¨ªcilmente controlables pese a la administraci¨®n mecanizada por ordenadores propios de la que presume el Valencia.
Un club de derechas
Hasta tal punto la sangr¨ªa econ¨®mica es alarmante, que al comienzo de esta temporada se decidi¨® no renovar contratos a los jugadores por m¨¢s de dos a?os, ni pagarles una cifra superior a los ocho millones de ficha. A¨²n as¨ª plantilla y empleados han tardado tres meses en cobrar los tres primeros sueldos de esta campa?a. Al sur, como un pesado lastre que le impide volar con normalidad, el Valencia limita con una calamitosa pol¨ªtica financiera.El Valencia se escora al este. Desde su presidente a su ¨²ltimo directivo, el club es un feudo de las derechas. Pol¨ªticamente el Valencia ha sido siempre un desastre. No ha acertado ni una. Cuando la pol¨¦mica auton¨®mica del Pa¨ªs Valenciano estaba m¨¢s encendida, el Valencia jug¨® claramente la baza reaccionaria aduciendo un est¨²pido y falso apoliticismo. Cuando el anticatalanismo se quem¨® en sus propias hogueras, el Valencia sali¨® en defensa de la "personalidad valenciana" entendida como baza y plataforma de la derecha. Cuando quiso proclamarse el club de f¨²tbol representativo de los valencianos", en un mal disimulado complejo de inferioridad frente al Bar?a, ya nadie se lo crey¨®.
El resultado ha sido que en tres temporadas el club ha perdido diez mil socios por falta de credibilidad.
Riadas y evasi¨®n de capitales
Las convulsiones pol¨ªticas en el seno de la directiva se han traducido en ceses de miembros de la misma considerados, de repente, malditos sin m¨¢s explicaci¨®n. Los fichajes para sustituir a estos proscritos han sido de lo m¨¢s afortunados para los elegidos. Al industrial Luis Su?er, pocos d¨ªas despu¨¦s de nombrarle vicepresidente, las p¨¦rdidas por las riadas le van a costar varios cientos de millones de pesetas. El aval financiero que su presencia en la directiva pod¨ªa suponer de cara a los bancos, dif¨ªcilmente podr¨¢ ser utilizado.Otro vicepresidente, recientemente investido, Antonio Vich, est¨¢ involucrado en una trama de fuga de divisas descubierta por la polic¨ªa en v¨ªsperas de las elecciones generales. ?ltimamente, como se ve, donde Ramos pone el ojo, los funcionarios del Ministerio del Interior han de trabajar horas extras.
El ¨²ltimo lustro de la historia del Valencia est¨¢ marcado para bien y para mal por un nombre: Mario Alberto Kempes. Nada de cuanto le ha ocurrido al club en estos a?os es ajeno al mundialista argentino. Su llegada marc¨® el comienzo de la etapa deportiva m¨¢s brillante del Valencia: con ¨¦l se gan¨® una Copa del Rey, una Recopa europea y la Supercopa. Su declive devalu¨® la continuaci¨®n internacional del equipo que hab¨ªa llegado a cobrar diez millones de pesetas por jugar torneos amistosos. Sin Kempes en forma el Valencia se convirti¨® en un conjunto vulgar. El traspaso al River Plate y la vuelta posterior al hogar, tras la imposibilidad de la instituci¨®n argentina de abonar los trescientos millones de pesetas por el traspaso constituye otro de los misterios del club.
El viejo vaquero que nunca muere
Contra la opini¨®n generalizada de los t¨¦cnicos, Ramos tuvo que aceptar el retorno de un Kempes en baj¨ªsima forma. En teor¨ªa, por la temporada que Kempes estuvo en el River, el Valencia percibi¨® doscientos millones de pesetas. En la pr¨¢ctica este dinero parece que se entreg¨® a los bancos para avalar las cantidades adelantadas por los mismos y al no cobrarse ¨ªntegramente lo inicialmente pactado con el River, ese dinero adelantado por los bancos a cuenta de los trescientos millones ha devaluado las ganancias previstas por el traspaso.Y lo peor es que el Kempes de 1982 no es, de momento, ni sombra del Kempes de 1978. Por el oeste, el Valencia limita con este viejo vaquero Matador, del que se espera que pese a su palidez actual ante el gol, no acabe de morir. Aqu¨ª, otra vez se vuelve a confiar en Miljanic. S¨®lo ¨¦l puede recuperar para el f¨²tbol a este genial jugador que esta temporada, con su contumaz y obligada presencia en las alineaciones, ha arrastrado al resto de sus compa?eros a un juego in¨²til porque los contrarios eran once y el Valencia no ten¨ªa ni diez.
Los futbolistas del Valencia se quejan no sin raz¨®n de que en el club se les da la espalda. Nadie atiende sus quejas, sus peticiones, sus problemas. Ramos Costa en una muestra m¨¢s de su cambiante pol¨ªtica pas¨® de mantener una relaci¨®n paternalista con sus hombres a olvidarles casi por completo. "Con los jugadores no quiero hablar m¨¢s", declaraba hace unos meses el presidente, "en cuanto estoy con ellos s¨®lo saben pedir, pedir y pedir".
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.