El Papa se despide de Espa?a con un llamamiento a la unidad de Europa en torn¨® a su alma cristiana
"Yo, Juan Pablo II, hijo de la naci¨®n polaca, que se ha considerado siempre europea, te lanzo, vieja Europa, un grito lleno de amor: vuelve a encontrarte. S¨¦ t¨² misma. Descubre tus or¨ªgenes. Avive tus ra¨ªces. Revive aquellos valores aut¨¦nticos que hicieron gloriosa tu historia. Reconstruye tu unidad espiritual". Con esta vibrante llamada a la unidad de Europa en torno a su alma cristiana se cerraba en la catedral de Santiago, con la presencia de los Reyes de Espa?a, conferencias episcopales europeas y diversos organismos europe¨ªstas, el largo periplo de la visita de Juan Pablo II a Espa?a.
El Papa present¨® durante la jornada de ayer signos visibles de agotamiento y apenas logr¨® sacar fuerzas de flaqueza para imprimir energ¨ªa a su llamamiento para que Europa vuelva a encontrarse, para que sea ella misma. A un obispo gallego que le coment¨® su aspecto cansado, el papa Wojtyla respondi¨®: "Para m¨ª, cada d¨ªa es nuevo".
Resulta dif¨ªcil calcular el n¨²mero de peregrinos que acudieron a Compostela para ganar el jubileo junto a Juan Pablo II, pero eran muchos. A la multitud que particip¨® en la misa celebrada por la ma?ana en el aeropuerto de Labacolla sucedieron los grupos que esperaban al Papa camino de la capital gallega. Juan Pablo II efectu¨® el recorrido en uno de los caracter¨ªsticos autom¨®viles blindados y se dirigi¨® hacia la catedral, donde penetr¨® a las 13.45 horas, con un ligero retraso sobre el horario previsto, por la puerta de la Azabacher¨ªa. All¨ª, donde quer¨ªa efectuar una visita privada, fue recibido por el cabildo catedralicio, que le acompa?¨® procesionalmente en su recorrido por el templo. El Papa se detuvo a adorar el Santo Sacramento y despu¨¦s admir¨® el P¨®rtico de la Gloria, sobre cuyo origen y significaci¨®n fue informado. Inmediatamente se dirigi¨® por la nave central hacia el altar. Varios centenares de personas, empleados de la catedral y sus familias, aplaudieron al Romano Pont¨ªfice, que se introdujo solo en la cripta y rez¨® durante unos segundos ante el sepulcro de Santiago.
El Papa se retir¨® a almorzar y descans¨® hasta las 16.30 horas en el palacio arzobispal. Varios miles de personas se hab¨ªan congregado entre tanto en la plaza del Obradoiro, donde la Polic¨ªa Nacional controlaba estrictamente el acceso, que s¨®lo era posible mediante invitaciones distribuidas por las cofrad¨ªas de pescadores y parroquias del litoral gallego. El p¨²blico aguard¨® con paciencia durante varias horas. Se entonaron c¨¢nticos y se ensayaron los gritos de rigor, en este caso con sabor local: "Juan Pablo, amigo, la mar est¨¢ contigo" y "T¨² eres Pedro".
Alfombra de flores
El baldaquino colocado sobre la peque?a tribuna desde la que iba a hablar el Papa tambi¨¦n alud¨ªa a un pasaje del Evangelio relacionado con el mar: "Ser¨¢s pescador de hombres".
Entre las banderas vaticanas y espa?olas —con alguna gallega entremezclada—, las pancartas y los carteles que indicaban la presencia de alguna determinada parroquia destacaba en el centro de la plaza el homenaje rendido al Papa por los habitantes de la villa pontevedresa de Ponte¨¢reas, que pasaron la madrugada confeccionando con p¨¦talos de flores, recogidas por toda la regi¨®n, una alfombra multicolor de m¨¢s de treinta metros de longitud. El motivo central era la cruz de Santiago, orlada con los escudos de las cinco di¨®cesis gallegas, los de las provincias de la comunidad aut¨®noma y los de Asturias, Santander y el Vaticano.
El Papa lleg¨® a la plaza en autom¨®vil y provoc¨®, una vez m¨¢s, la reacci¨®n entusiasta del p¨²blico que se encontraba en el lugar y del que hubo de seguir el acto desde las calles vecinas. Recibi¨® las llaves de oro de la ciudad al pie del palacio de Rajoi.
Luego, sobre la alfombra confeccionada expresamente para ¨¦l, que impregnaba: el Obradoiro de un perfume campestre, Karol Wojtyla se dirigi¨® a la tribuna, blanca, muy modesta. El encuentro con los hombres del mar, como se denominaba oficialmente el acto, aunque la mayor¨ªa de los participantes eran mujeres, discurri¨® con id¨¦ntico tono.
Jose Cervi?o, obispo de Tuy Vigo, agradeci¨® la presencia del Pont¨ªfice de Roma y dijo que "los que han venido aqu¨ª son apenas un grupo representativo de los millares de marinos espa?oles que en estos momentos se encuentran dispersos por todos los mares del mundo". La mayor parte de ese contingente es, precisamente, gallega. Alrededor de 60.000 faenan en la flota pesquera y otros 25.000 prestan sus servicios en la Marina mercante, sin contar los marineros de la Armada, que ayer estaban numerosamente representados en el Obradoiro por grupos de la Academia de Mar¨ªn.
En nombre de todos ellos se dirigi¨® al Papa Jes¨²s Paciano, un marinero de Panx¨®n (Vigo). Le dijo que ¨¦l es el sucesor de Pedro, a quien Cristo confi¨® la barca de la Iglesia. Y a?adi¨® un repaso por los riesgos e incertidumbres de la vida en el mar, agravados por la crisis econ¨®mica, que pone en peligro muchos puestos de trabajo; las dificultades de la convivencia a bordo; la marginaci¨®n social de los marineros, casi siempre alejados de su familia; la progresiva contaminaci¨®n del mar y la cada vez m¨¢s escasa holgura que la extensi¨®n de los l¨ªmites territoriales permita a los pescadores.
El Papa comenz¨® sus palabras, que extendi¨® casi media hora, exaltando el esp¨ªritu de cooperaci¨®n y fraternidad "que distingue a cuantos hab¨¦is hecho del mar el escenario habitual de vuestra existencia. Abund¨® en el uso metaf¨®rico que los Evangelios hacen de la profesi¨®n del pescador y en las escenas que se desarrollan junto al mar Tiber¨ªades. "Los primeros amigos de Jes¨²s, sus predilectos, eran de vuestra familia", les dijo a los marineros, y les pidi¨® que recen cuando se vean invadidos por el desaliento o cuando se haga mas densa "la neblina que cubre la fe".
Luego el Papa se refiri¨® a la dignidad del trabajo humano y a "su primac¨ªa sobre las cosas que produce", y enumer¨® los problemas profesionales con que se encuentran los hombres del mar: el aislamiento, los obst¨¢culos para la defensa de sus derechos en el campo profesional y laboral, la peligrosidad de sus faenas, el choque con ambientes de otras culturas.
Juan Pablo II pidi¨® para los marineros "m¨¢s amplias facilidades para la elevaci¨®n cultural y profesional, mejores condiciones de trabajo y de vida a bordo, mejores garant¨ªas de seguridad e higiene en los barcos, m¨¢s equitativa distribuci¨®n de las ganancias, adecuadas vacaciones que faciliten el contacto con la familia, la sociedad y la comunidad eclesial, mayores posibilidades para el ejercicio de los derechos laborales y c¨ªvicos".
Karol Wojtyla finaliz¨® sus palabras en gallego, que para muchos ha sido el gran ausente de la jornada compostelana. Apenas se emple¨® para una de las lecturas de la misa del peregrino, por la ma?ana; en los actos de la tarde, s¨®lo el marinero que se dirigi¨® al Romano Pont¨ªfice y el propio Papa emplearon la lengua reconocida oficial en Galicia, junto al castellano, por el Estatuto, a diferencia de lo que ocurri¨® en otras etapas del viaje por la geograf¨ªa auton¨®mica. Las palabras de Juan Pablo II en el idioma que empleara Alfonso X, llamado El Sabio, para componer sus Cantigas a Santa Mar¨ªa fueron subrayadas por una de las ovaciones de gala de la tarde.
Sin un minuto de respiro, a tono con la febril actividad que el programa ha impuesto al Papa, Wojtyla recibi¨® ofrendas significativas del mundo de los trabajadores y las trabajadoras del mar y presenci¨® una exhibici¨®n folkl¨®rica,
El acto europe¨ªsta dio comienzo a las seis de la tarde. Juan Pablo II fue ovacionado por los invitados, entre los que se encontraban el presidente del Gobierno en funciones, Leopoldo Calvo Sotelo; los ministros de Justicia, P¨ªo Cabanillas; de Educaci¨®n, Federico Mayor, y el de Asuntos Exteriores, Jos¨¦ Pedro P¨¦rez-Llorca; el presidente de la Xunta de Galicia, Gerardo Fern¨¢ndez Albor; los rectores de las universidades de Viena, Praga, Toulouse y Laterana de Roma, adem¨¢s de comisiones procedentes de todas las universidades espa?olas, reales academias y fundaciones privadas, as¨ª como representaciones episcopales de Francia, Finlandia, Suecia, Escocia, Irlanda, Malta, Austria, Hungr¨ªa, Alemania Occidental y Portugal.
El discurso del Papa fue subrayado por los aplausos en nueve ocasiones. El llamamiento a Europa para qu¨¦ reencuentre sus ra¨ªces, la referencia al peligro de un holocausto nuclear y la alusi¨®n velada a Polonia ("aquella presencia del cristianismo entre los pueblos eslavos, que permanece todav¨ªa hoy insuprimible, a pesar de las actuales vicisitudes contingentes") recogieron las ovaciones m¨¢s prolongadas, en alg¨²n caso de m¨¢s de un minuto.
Al finalizar la ceremonia, el rey Juan Carlos I pidi¨® al Pap¨¢ que saludara a los tiraboleiros, los hombres cuya habilidad mece el botafumeiro de extremo a crucero de la catedral sin que se desv¨ªe de su trayectoria. La danza del enorme incensario, que hab¨ªa cargado ¨¦l mismo, fue otro de los contados momentos en que el Papa dejo relajarse ayer el gesto de'c¨¢?s¨¢ncio 'y agotamiento.
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