Banca Catalana: las implicaciones pol¨ªticas
La primera reflexi¨®n en torno al tema es la consideraci¨®n de la dimensi¨®n pol¨ªtica que se quiere dar a la noticia: algunos bancos, con sede o no en Catalu?a, han entrado en dificultades y el Banco de Espa?a ha actuado en¨¦rgicamente o ha acudido en socorro de los mismos a trav¨¦s del Fondo de Garant¨ªa. La noticia, por regla general, ha sido r¨¢pida, concreta y m¨¢s o menos satisfactoria. El resultado para el ciudadano es de doble ¨ªndole: por una parte, el humano sentimiento de tristeza por los fondos que uno mismo o alg¨²n pariente o amigo pudiera tener comprometidos, como depositante o como accionista, en el banco en cuesti¨®n; por otra parte, la natural preocupaci¨®n por la repercusi¨®n que tal situaci¨®n puede crear en el sistema financiero y, en consecuencia, en la pol¨ªtica econ¨®mica, ya de por s¨ª bastante maltrecha.El planteamiento en torno a la Banca Catalana viene siendo muy distinto: mientras los antiguos administradores de Banca Catalana guardan silencio, se dirige al lector hacia la sospecha de que existen otros planteamientos ocultos ajenos a los netamente financieros. Se crea una tercera preocupaci¨®n al margen de las habituales: ?cu¨¢l es el motivo de que el tema se trate sin dar m¨¢s que noticias oficiosas, datos confusos y sugerencias negativas? ?Por qu¨¦ es un tema que surge, se acalla, se dispara, se desmiente y, por ¨²ltimo, se confirma? ?Por qu¨¦ se entremezcla en el trasfondo de una campa?a pol¨ªtica de elecciones generales?
Al ciudadano le preocupa tanto misterio, tanta sugerencia no desvelada, tanta reserva por parte de las autoridades, que efect¨²an, no obstante, manifestaciones confusas al respecto. Si se trata de asimilar el tratamiento de un tema como ¨¦ste a la reserva de los graves temas pol¨ªticos o auton¨®micos, si lo procedente es pensar en Catalu?a cuando se habla del mismo, ?acaso entonces debemos aguardar imp¨¢vidos a que la divina providencia se sirva insuflar, a quien corresponda, las medidas definitivas que conduzcan a la callada soluci¨®n de un problema cuyo planteamiento ha generado una pol¨¦mica de posibilidades y sucesos? ?Es que ello no supone fomentar la situaci¨®n de abandono de accionistas y trabajadores o el miedo de las personas directamente afectadas por haber confiado sus dep¨®sitos?
Las invocaciones nacionalistas
Naturalmente, creemos que es preciso afirmar: primero, que Banca Catalana no es sin¨®nimo ni bandera de Catalu?a, y en segundo lugar, que si el trasfondo sugerido en este asunto ha sido capitalizado por algunas formaciones pol¨ªticas, ¨¦stas tienen la obligaci¨®n de aclarar al ciudadano de este pa¨ªs el por qu¨¦ lo han hecho y hasta d¨®nde llega su compromiso.
No es preciso recurrir al t¨®pico tan en desuso de considerar que el ciudadano de Catalu?a cuida su dinero por encima de todo, para entender claramente que los ahorros que una persona puede ir reuniendo a lo largo de su trabajo son colocados en las instituciones financieras con arreglo a criterios de confianza y solidez del depositario. Implicar motivaciones nacionalistas en este sentido no parece justificado, pues ello, aparte de no ser l¨®gico, nos llevar¨ªa a afirmar que un acto de dep¨®sito de dinero en determinada instituci¨®n ser¨ªa un acto de afirmaci¨®n o definici¨®n nacionalista. Del mismo modo que el mal funcionamiento de Banca Catalana no pone ni tiene por qu¨¦ poner en cuesti¨®n la identidad nacional de Catalu?a. ?Por qu¨¦ las inversiones de los grandes bancos en Catalu?a no son reconocidas como actos de afirmaci¨®n voluntarista hacia Catalu?a y s¨ª lo han de ser los de Banca Catalana? ?Por qu¨¦ no deben ser considerados tan catalanes como el que m¨¢s quienes conf¨ªan la administraci¨®n de sus ahorros a una entidad no nacida en Catalu?a? ?Es que acaso las sociedades mercantiles tienen filiaci¨®n autonomista?
Los diferentes partidos que han efectuado actos electorales en Catalu?a han tratado, de pasada, el tema de Banca Catalana: no para explicar qu¨¦ suced¨ªa y cu¨¢l era la soluci¨®n que cada uno propon¨ªa sino tan s¨®lo con la vaga promesa de enfrentarse, cuando llegase el momento, al problema. Pues bien, los partidos tienen ahora el deber moral de enfrentarse al mismo, empezando por explicar o exigir que se explique p¨²blicamente sus dimensiones. Cualquier aplazamiento podr¨ªa resultar culpable. No es v¨¢lido plantear dudas importantes al ciudadano votante para dejarle luego olvidado y con esas dudas sin resolver.
Transparencia informativa
Estamos esperando la aplicaci¨®n de esa nueva forma de hacer pol¨ªtica, de ejercer las funciones de gobierno con un estilo distinto, primando la idea del soplo de aire renovador y purificante, y con arreglo a ello no puede quedar oculta la sombra de tantos comentarios desmentidos. El ciudadano tiene derecho a conocer los problemas que se le imponen como pol¨ªticos, porque, en buena medida, la forma de solucionarlos define la capacidad de las personas que los asumen; porque la transparencia en la informaci¨®n, en el juego de la funci¨®n p¨²blica, exige que no queden sin explicaci¨®n los temas presentados a la opini¨®n de todos como trascendentales y de general inter¨¦s; porque si la clase pol¨ªtica considera que cualquier cuesti¨®n en torno a la Banca Catalana tiene una trascendencia auton¨®mica importante, tiene el deber de darle un tratamiento p¨²blico de igual ¨ªndole.
A Catalu?a se la sirve mucho mejor si se aprende a efectuar un tratamiento de los temas sin particularismos ni comentarios equ¨ªvocos, considerando que es de todos aquello que a todos -afecta, explicando, quien pueda y deba, las situaciones y circunstancias con total honestidad y sin complejos. Y, evidentemente, quien podr¨¢ y deber¨¢ hacerlo es el futuro Gobierno, del mismo modo que quienes pod¨ªan y deb¨ªan facilitar tales explicaciones eran los actuales Gobiernos central y auton¨®mico. Explicaciones que hubiesen podido y debido llegar, incluso, a comunicar las cantidades que el Banco de Espa?a fue aportando, tan generosamente, a Banca Catalana; el motivo, pol¨ªtico o no, de las mismas, y con qu¨¦ calendario. El pragmatismo que tanto se atribuye a Catalu?a supone tambi¨¦n el riesgo de la autocr¨ªtica, si ello es necesario; la exigencia de responsabilidades y el sano derecho a conocer toda la verdad. S¨®lo con estos planteamientos se garantiza el camino de la democracia, de la autonom¨ªa y del servicio p¨²blico concebido como un deber a la comunidad.
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