D¨¢maso Alonso: "No volver¨¦ a la Academia hasta que nombren nuevo director"
"Despu¨¦s del d¨ªa 2, s¨ª", dice, "despu¨¦s del d¨ªa 2, que es cuando se celebra la elecci¨®n, volver¨¦ a las sesiones normales de la Academia". Como siempre, D¨¢maso Alonso debe tener alguna carta bajo la manga del bat¨ªn oscuro, casi un abrigo, sobre el impecable traje azul marino con que nos recibe en su biblioteca m¨¢gica. "No tengo ning¨²n candidato para sucederme, y si lo tuviera tampoco se lo podr¨ªa decir". Es una de las veces, a lo largo de esta entrevista, en que el acad¨¦mico sonr¨ªe. "Me voy por la edad. Es que tengo 84 a?os, y la edad le llena a uno de complicaciones. Adem¨¢s llevo una temporada muy larga de director, catorce a?os, y creo que ya ha llegado la hora de que me sustituya otra l¨ªnea de direcci¨®n".
En alguna publicaci¨®n madrile?a se ha dicho que D¨¢maso Alonso estaba molesto por los movimientos que se producen en la Academia cada vez que pasa algo y sobre todo cuando hay que cubrir las vacantes de acad¨¦micos, momentos en que seg¨²n el diario madrile?o la direcci¨®n de la Academia suele recibir presiones de grupos a los que gustar¨ªa que fulano o mengano fueran acad¨¦micos... D¨¢maso Alonso desmiente todo. "Como director", dice, "no me he metido nunca en la divergencia de criterios en el seno de la Academia. Naturalmente que hay siempre movimientos para buscar nuevos acad¨¦micos y supongo que ahora los habr¨¢ para buscar un nuevo director, pero yo me he mantenido y me sigo manteniendo al margen".
Hace entonces D¨¢maso Alonso un balance de urgencia de los catorce a?os de direcci¨®n de la Academia. "En este tiempo", dice, "creo que he logrado bastantes cosas y en primer lugar una que me parece muy importante: he tra¨ªdo a los mejores ling¨¹istas del pa¨ªs. En eso s¨ª que me empe?¨¦ y lo logr¨¦. Est¨¢n en la Academia los ling¨¹istas espa?oles, que son estupendos, que han adquirido fama internacional, que colaboran en revistas internacionales important¨ªsimas, esos ling¨¹istas que tiene Espa?a casi como ning¨²n otro pa¨ªs. Unos ya estaban, como Emilio Garc¨ªa G¨®mez. Otros han entrado, como Antonio Tovar, Manuel Alvar, Emilio Alarcos, Alonso Zamora Vicente, Rafael Lapesa, Manuel Seco y Emilio Lorenzo".
"Son", dice, "los ¨²nicos nombres de acad¨¦micos que le voy a dar, por pertenecer a la ling¨¹¨ªstica y por ser absolutamente necesario que en la Academia est¨¦n los mejores ling¨¹istas del pa¨ªs". Y efectivamente no dar¨¢ "m¨¢s nombres el presidente-director de la Espa?ola, y el que quiera entender, entienda.
Pero sigue su balance este hombre que se ha prestado gustoso a esta entrevista, y que charla con la gracia y la vivacidad que le han caracterizado siempre. Luego, cuando nos muestra su colecci¨®n de antig¨¹edades precolombinas y sus cer¨¢micas antiguas de impresionante belleza, se mueve r¨¢pido por los recovecos de su impresionante biblioteca. "Me vuelven loco los libros", dice. "No s¨¦ d¨®nde ponerlos ya". Y va cantando suavemente, de vitrina en vitrina, buscando los intermitentes de la luz de cada una de ellas, para que podamos ver las figuras, los barros, alguna talla espa?ola graciosa y barroca, o los cuadros que penden en las escasas paredes que no han sido habitadas por los libros. "Tambi¨¦n quise que aumentara la investigaci¨®n del l¨¦xico y lo primero que hice fue lograr que hubiera comisiones especiales para distintas clases ling¨¹¨ªsticas. Exist¨ªa ya la comisi¨®n de diccionarios, pero consegu¨ª la de vocabulario t¨¦cnico y otra de cienci¨¢s humanas. Con todo esto sucede que la Espa?ola es, creo, la ¨²nica academia del mundo que tiene tantas sesiones de trabajo. Antes", explica, "ten¨ªa una sesi¨®n semanal. Ahora tiene dos. Y las comisiones tienen sus propias reuniones semanales. Desde luego puedo asegurar que no hay ninguna otra academia de la lengua en la que se trabaje tanto"..
"Discutimos de voces"
Y pasa orgullosamente a los frutos de su gesti¨®n "con todo este trabajo", dice, "se ha logrado tener dispuesta una nueva edici¨®n del diccionario, que ya est¨¢ completa y lista para la imprenta, aunque tardar¨¢ en salir un par de a?os. Tambi¨¦n se est¨¢ trabajando en un diccionario m¨¢s popular que ya est¨¢ m¨¢s avanzado".
Cuando se le pregunta sobre qu¨¦ le va a aconsejar a su sucesor y c¨®mo va a hacer la transmisi¨®n de poderes, D¨¢maso r¨ªe de nuevo. "En la Academia", dice, "no hay cajones que abrir. Los documentos est¨¢n a su disposici¨®n, como lo estuvieron a la m¨ªa y a la de todos los directores".
Y cuando uno se pregunta qu¨¦ hacen los acad¨¦micos y qu¨¦ es eso de ser acad¨¦mico en la pr¨¢ctica, D¨¢maso Alonso dice: "Discutimos de voces". Es decir, que discuten de palabra todo el tiempo. "En cada sesi¨®n", explica, "se presentan una serie de palabras a incorporar en el diccionario, palabras nuevas o nuevos sentidos de palabras viejas. Se presentan en hojas a m¨¢quina y todos los acad¨¦micos tienen el derecho a criticar esos sentidos si lo creen necesario... Se forman", dice, "unas discusiones muy entretenidas". Seguramente en la vida cotidiana suena un poco raro el que la gente se pelee por estar en una instituci¨®n como la Academia, o por dirigirla, una instituci¨®n que trata s¨®lo de palabras. Pero a lo mejor todo, todo en esta vida, trata exactamente de eso: de palabras.
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