Aranguren: "La fase moral de nuestra cultura, como r¨ªgido c¨®digo de deberes, ha terminado"
"Si se entiende por moral un r¨ªgido c¨®digo de deberes, s¨ª se puede hablar de que la fase moral de nuestra cultura ha terminado", dec¨ªa el profesor de Etica, Jos¨¦ Luis L. Aranguren, en la tercera jornada del ciclo sobre la ¨¦tica en una sociedad democr¨¢tica, organizado por el Hogar del Empleado. Este ocaso de la gran moral, a?ad¨ªa Aranguren, no significa la muerte de toda moral, ya que subsiste la peque?a moral, "entendida como sentido que se da a la existencia y 'modelo' o 'estilo' de vida, inscrito en la cotidianidad misma".
Esta moral es necesariamente plural porque muchos son los sentidos que hoy se da a la vida, incluido el sin-sentido o absurdo de la existencia que pusieron en circulaci¨®n los existencialistas sartrianos; est¨¢n tambi¨¦n la moral cristiana eclesi¨¢stica, la moral cristiana burguesa, la moral del consumismo, la moral juvenil, etc. No es posible llegar por el momento a una s¨ªntesis de todas ellas, aunque s¨ª cabe el di¨¢logo, en el plan te¨®rico y la solidaridad, en el terreno de la acci¨®n. En el campo te¨®rico tan s¨®lo se ha llegado a una meta¨¦tica -an¨¢lisis del discurso moral- y a una sociolog¨ªa de la moralidad. Este nivel descriptivo de lo que se entiende por moralidad no puede sustituir a la b¨²squeda de una nueva teor¨ªa moral.?No habr¨ªa que hablar de una fenomenolog¨ªa de las costumbres, en vez de una fundamentaci¨®n m¨¢s o menos racional de la moral?. Con esta pregunta enlazaba Carlos Thiebaut, tambi¨¦n profesor de ¨¦tica en la Aut¨®noma de Madrid, su discurso sobre la moral. "La moral, como una forma de comprender lo que somos y lo que hacemos, no constituye en la realidad un reino uniforme, por mucho que globalizaciones o instituciones sociales (la familia, la Iglesia o el trabajo), pudieran arrojar esta perspectiva". De una manera gradual se est¨¢n produciendo en los m¨¢rgenes de las instituciones una alteraci¨®n radical de valores, que aunque no lleguen a constituirse en alternativas a esas instituciones, s¨ª que las est¨¢n cambiando de sentido. Thiebaut se refiri¨® a algunas de estas instituciones.
La familia, por ejemplo, ha vaciado de sentido la funci¨®n del padre, con lo que ha entrado en crisis la autoridad paterna. Aunque esos cambios funcionales no supongan el fin de la familia, s¨ª que est¨¢ alterando toda su funci¨®n. Otro tanto ocurre con el consumo de la droga, entendida como modelo de funcionamiento social.
En el cosumidor de droga queda fragmentada la percepci¨®n de la conciencia unitaria: el yo queda troceado en distintas caras, al tiempo que se relativiza lo que normalmente se entiende por coherencia. Aunque no toda la sociedad es drogadicta, conclu¨ªa Thiebaut, "todos nosotros somos ese sujeto moral fragmentado y diferente".
Celia Amor¨®s trat¨® del feminismo y moral. Tras un cr¨ªtico repaso a los discursos cl¨¢sicos, -ejemplificados en la interpretaci¨®n que di¨® Hegel de Ant¨ªgona, la hija de Edipo que enterr¨® a su hermano muerto, desafiando la orden del rey Cre¨®n, siendo castigada por ello-, v¨ªctimas todos ellos de falacias biologistas y naturalistas, la fil¨®sofa Amor¨®s abog¨® por el movimiento feminista "entendido como movimiento emancipatorio de la mujer en tanto que ser humano". De esta guisa, quiso distanciarse del "feminismo de la diferencia", que fundamenta la ¨¦tica feminista en valores femeninos, contrapuestos a los masculinos. Tambi¨¦n critic¨® "el feminismo ilustrado de la igualdad", que de una forma acr¨ªtica mimetiza la ¨¦tica del var¨®n.
La reivindicaci¨®n "del derecho al mal" -expresi¨®n con la que se quiere mostrar la soberan¨ªa moral de la mujer, que hist¨®ricamente se reconoce al hombre- revela un caudal de energ¨ªa moral que tambi¨¦n deber¨ªa ser capaz "de proponer e implantar los nuevos sistemas de valores que hayan podido ser acu?ados en nuestro propio movimiento de lucha".
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