Un desierto de kilovatios
De no mediar la providencia, la ¨²nica actividad econ¨®mica del valle valenciano de Cofrentes ser¨¢ la producci¨®n de electricidad para otros
A los 79 a?os de edad, un campesino cree estar curado de espantos. Y, sin embargo, Gregorio Pardo confiesa que no sale de su asombro ante lo ocurrido en su tierra en los ¨²ltimos tiempos. Para empezar, llegaron unos forasteros y dijeron que iban a construir un reactor y que habr¨ªa trabajo para todos. Luego, cuando lo del reactor ya estaba en marcha, los bosques ardieron por los cuatro costados aquel maldito verano de 1979. Y ahora, cuando los pimpollos rebrotaban de entre las cenizas, el cielo ha enviado tanta agua que Gregorio a¨²n siente la humedad metida bajo su piel. Gregorio Pardo, labrador y vecino de Cortes de Pall¨¢s, ha llegado al ¨ªntimo convencimiento de que el fin del mundo ha de ser muy parecido a los asombrosos sucesos que vive el valle de Cofrentes.El valle de Cofrentes est¨¢ al fondo y a la izquierda de la provincia de Valencia, lindando con la de Albacete. Es una comarca pobre, serrana, con una densidad de poblaci¨®n de once habitantes por kil¨®metro cuadrado, frente a los 164 de media provincial. Para llegar all¨ª, el viajero que sale de la ciudad del Turia debe tomar la carretera nacional de Madrid y desviarse hacia el suroeste en Requena. Comienza entonces lo que los cofrentinos llaman la chichirrana, una estrecha y trepadora serpiente de asfalto que deja atr¨¢s el reino de los vi?edos, se adentra en el de los pinos y, finalmente, cae sobre una amplia hondonada en cuyo centro dos torres de refrigeraci¨®n fara¨®nicas proclaman el nuevo culto del ¨¢tomo y su sorprendente poder energ¨¦tico.
Ha nacido un s¨ªndrome
Ha pasado m¨¢s de un mes desde que el 20 de octubre una apocal¨ªptica tromba de agua se abatiera sobre el valle de Cofrentes, dando al traste con postes, viviendas y puentes, y precipitando al r¨ªo Cabriel un autob¨²s que transportaba trabajadores de la central nuclear, nueve de los cuales a¨²n no han aparecido. Han sido cinco semanas de lucha contra el barro, en las que los 12.000 vecinos de los distintos pueblos de la comarca se han interrogado amargamente acerca de su futuro, sin vislumbrar otro que la producci¨®n de kilovatios ofrecida por Hidroel¨¦ctrica. Y ese discutible porvenir, afirma Manuel Piqueras, alcalde de Ayoras, "nos ha producido una angustia que aqu¨ª nunca hab¨ªamos padecido".
Hace apenas una d¨¦cada, los habitantes del valle viv¨ªan tan aislados como ahora, pero mucho m¨¢s tranquilos. Los recios caserones del pueblo de Cofrentes, coraz¨®n de la comarca, y el se?orial balneario de sus inmediaciones, hablan todav¨ªa el lenguaje de ese cercano pasado en el que mil amas de casa sobreviv¨ªan all¨ª de algunas huertas, reba?os y colmenas, y de los billetes que dejaban los que sub¨ªan desde la capital a tomar las saludables aguas altas del J¨²car y el Cabriel. Hoy, por el contrario, la catedral de la era radiactiva que se levanta a tiro de piedra de la poblaci¨®n domina toda su existencia, y hasta el semiabandonado balneario ha sido comprado por Hidrola a sus propietarios para regal¨¢rselo despu¨¦s al municipio como gesto de buena vecindad.
Fue por el a?o 1975 cuando empezaron a cambiar las cosas en Cofrentes y en todo el valle, justo con el comienzo de las obras de una central nuclear, cuyo emplazamiento hab¨ªa sido estrat¨¦gica mente escogido por Hidroel¨¦ctrica, su propietaria. Cofrentes era el centro de una comarca interior, arruinada y escasamente poblada que acoger¨ªa cualquier tipo de iniciativa empresarial con entusiasmo. Se trataba, adem¨¢s, de una zona situada a menos de cien kil¨®metros de los grandes n¨²cleos de consumo industrial y dom¨¦stico del Mediterr¨¢neo valenciano, y en la que no faltaba agua para enfriar un reactor, porque all¨ª discurren los primeros pasos del J¨²car, que riega m¨¢s abajo las f¨¦rtiles huertas, arrozales y naranjales de la ribera, tras superar, eso s¨ª, la presa de Tous.
Ha sido precisamente la riada que machac¨® esa presa la causante de que se haya abierto una viva pol¨¦mica sobre la nuclear de Cofrentes. En los hechos de octubre han encontrado nuevos argumentos la Uni¨® de Llauradors y las organizaciones ecologistas, que denunciaron en su d¨ªa la potencial amenaza que esa ubicaci¨®n pod¨ªa suponer para una de las zonas agr¨ªcolas m¨¢s importantes de Espa?a. Como todos los de la cuenca mediterr¨¢nea, el J¨²car es un r¨ªo de caudal irregular que sufre per¨ªodos, de desbordamientos con las lluvias del oto?o y la primavera, recuerdan los cr¨ªticos de la planta.
"No se trata ¨²nicamente del peligro de que una nueva riada pueda alcanzar a los dep¨®sitos de uranio y de residuos radiactivos, con la consiguiente contaminaci¨®n de las aguas del J¨²car; sino del simple hecho de que una cat¨¢strofe semejante puede obligar a una parada del funcionamiento de la nuclear, y eso siempre es arriesgado en condiciones adversas", dice Jordi Bigas, portavoz de Acci¨® Ecologista, la m¨¢s importante organizacion de este tipo del Pa¨ªs Valenciano. Los verdes no han sido los ¨²nicos en expresar esos recelos. Emilio Pujalte, candidato al Senado por el CDS valenciano, declar¨® a los pocos d¨ªas de la tragedia que "si la central de Cofrentes hubiera estado en funcionamiento, y sobre todo si llega a tener almacenados en las piscinas, en fase de enfriamiento, elementos combustibles ya irradiados, la cat¨¢strofe provocada por las inundaciones hubiera alcanzado niveles insospechados". Recogiendo preocupaciones procedentes de fuentes tan dispares, el presidente de la Generalitat valenciana, el socialista Joan Lerma, afirmaba a EL PAIS a finales de octubre que el PSOE reconsiderar¨¢ la puesta en marcha de la central de Cofrentes.
Las declaraciones de Manuel Acero, el ingeniero responsable de la planta, asegurando que las lluvias de hace un mes no alcanzaron en ning¨²n momento a las estructuras b¨¢sicas de la central, no han tranquilizado los ¨¢nimos. "Lo cierto es que la instalaci¨®n permaneci¨® completamente aislada durante veinticuatro horas, con 114 toneladas de uranio enriquecido almacenadas dentro. Se cortaron todas las l¨ªneas telef¨®nicas, la luz se apag¨® y el agua empez¨® a asaltar el complejo, y proced¨ªa tanto del r¨ªo desbordado como de la falda de la monta?a", insiste el ecologista independiente Mario Gaviria. Y Graciano Gonz¨¢lvez, alcalde de Jarafuel, llama la atenci¨®n sobre el accidente del autob¨²s que le cost¨® la vida a nueve trabajadores y recuerda que "aqu¨ª, en mi pueblo, tuvimos que albergar durante la noche del diluvio a 1.100 empleados de la nuclear que se quedaron perdidos del todo".
Hay un nuevo s¨ªndrome en el valle de Cofrentes y en la Ribera, y se llama el temor a la contaminaci¨®n at¨®mica. D¨ªas despu¨¦s de las lluvias torrenciales de octubre, Sumac¨¢rcer lo padeci¨® vivamente cuando en su t¨¦rmino municipal aparecieron unas cisternas herm¨¦ticamente selladas, supuestamente arrastradas por el aluvi¨®n desde la central nuclear, situada unos kil¨®metros arriba. El mismo gobernador civil de Valencia tuvo que apresurarse a desmentir lo que el esp¨ªritu inquieto de los damnificados daba ya por cierto: el contenido radiactivo del hallazgo.
La recta final
Con el agua lleg¨® la pol¨¦mica. Hasta ahora, s¨®lo el accidente de Harrisburg, de 1979, hab¨ªa elevado el tono de las conversaciones en las empinadas y angostas calles de Cofrentes, donde nadie parec¨ªa estar dispuesto a escuchar las voces de los sindicatos y ecologistas agoreros. Todo hac¨ªa prever que la construcci¨®n y puesta en marcha de la nuclear valenciana no iba a suscitar controversias como las de Lem¨®niz, Asc¨® o Almaraz. No lo consigui¨® un informe de la Universidad de Valencia que record¨® el car¨¢cter volc¨¢nico del Valle, ni tampoco la denuncia que, al terminar 1979, realiz¨® un t¨¦cnico de la bilba¨ªna Ibemo, una de las empresas de montaje del complejo. Ese t¨¦cnico, Jos¨¦ Antonio Abascal, dio a la luz p¨²blica un informe donde
se detallaban m¨¢s de quinientas irregularidades en soldaduras de la estructura de contenci¨®n del reactor. Su despido y una pregunta parlamentaria del diputado socialista Javier Sanz cerraron el caso.
En realidad, los habitantes de Cofrentes y las poblaciones vecinas s¨®lo han tenido ojos hasta la fecha para la creaci¨®n de puestos de trabajo que supon¨ªa la empresa, y la inmensa mayor¨ªa se apresur¨® a dejar el instrumental de labranza para engrosar la cola de solicitantes de empleo ante las oficinas que Hidrola mont¨® en el pueblo en 1975. La prosperidad lleg¨® a base de muchas horas extraordinarias en labores de peonaje y se materializ¨® en forma de televisores en color y autom¨®viles de los ¨²ltimos modelos. Incluso se abri¨® a la entrada de Cofrentes un club de alterne.
Pero ahora los trabajos de la central han entrado en su recta final y los cofrentinos miran a su alrededor y descubren que en estos siete ¨²ltimos a?os no se han realizado transformaciones en la agricultura y ganader¨ªa locales y tampoco se han abierto industrias y comercios duraderos. Cuando la central est¨¦ en disposici¨®n de producir sus previstos 975.000 kilovatios a la hora, de las 4.000 personas actualmente empleadas en sus obras apenas unas doscientas seguir¨¢n siendo necesarias. Y eso ocurrir¨¢ a finales de 1983, seg¨²n las previsiones de Hidroel¨¦ctrica. El proyecto energ¨¦tico habr¨¢ costado entonces unos 130.000 millones de pesetas.
Benito Sanz, economista de la Diputaci¨®n de Valencia y autor de un estudio sobre el valle de Cofrentes, asegura que "la planta nuclear no ha creado bases para el desarrollo de la zona donde se asienta. El dinero que aqu¨ª han ganado los trabajadores lo han invertido fuera, comprando pisos o montando negocios en zonas m¨¢s pr¨®speras. La nuclear ni siquiera ha podido detener la emigraci¨®n, que corre incluso el riesgo de acelerarse en un futuro inmediato. Calculo que el paro aumentar¨¢ en la comarca en un 2551. entre 1983 y 1984. Esta tierra es ya s¨®lo un feudo de Hidroel¨¦ctrica".
Un nuevo proyecto hidroel¨¦ctrico
Rodeando el embalse de Embarcadero, dejando atr¨¢s Cofrentes, un sinuoso camino de tierra conduce en quince kil¨®metros a la reserva nacional de caza de Cortes de Pall¨¢s. El tr¨¢nsito por esta pista forestal, casi barrida por el reciente diluvio, hace peligrar la suspensi¨®n de un turismo corriente, y permite a sus ocupantes apreciar un impresionante panorama de riscos y desfiladeros entre los que discurre el r¨ªo J¨²car. No se les ve al primer golpe de vista, pero por las cimas m¨¢s altas corretean algunos ejemplares de cabras hisp¨¢nicas y muflones, dos especies en v¨ªas de extinci¨®n.
Desde la posguerra, la propiedad de estos montes ha ido pasando paulatinamente de la baron¨ªa de Cortes a Icona, cuya actuaci¨®n ha terminado por separar a la poblaci¨®n de su entorno natural", dice Bernardino Carri¨®n, alcalde centrista de la comunidad y empleado de Hidrola. Y se explica: "Pr¨¢cticamente, Icona nos impide cultivar, pastar ganado o recoger le?a en el bosque". Tal vez por eso, cuando el Estado declar¨® reserva nacional de caza en 1973 a la Muela de Cortes, la decisi¨®n no fue acogida con excesivo entusiasmo por los vecinos. La medida se remat¨® seis a?os despu¨¦s, al calificar la Comisi¨®n Provincial de Urbanismo ese terreno como parque natural. "Estas declaraciones formales", contin¨²a el alcalde, "no han servido ni tan siquiera para atraer turistas o excursionistas".
Cortes de Pall¨¢s, un pueblo de seiscientos habitantes, pensionistas en su inmensa mayor¨ªa, es un fiel reflejo de la situaci¨®n del valle de Cofrentes, que ha perdido a sus mejores hijos un un prolongado ¨¦xodo de treinta, a?os. "El d¨ªa de la riada", dice Gregorio Pardo, el campesino de Cortes que ya casi ha visto c¨®mo ser¨¢ el fin de los tiempos, "sentirnos m¨¢s que nunca nuestra soledad
[ y abandono. Permanecimos incomunicados durante un d¨ªa entero. Sin luz ni tel¨¦fono, y con esas carreteruchas cortadas".
Los vecinos de Cortes s¨®lo pueden esperar ahora el comienzo de las obras de la ambiciosa central el¨¦ctrica que el Gobierno Calvo Sotelo aprobar¨¢ a finales del pasado verano; y se debaten entre la esperanza por la previsible creaci¨®n de empleos y el temor de que alg¨²n d¨ªa las presas a construir puedan desbordarse a causa de las lluvias, tal como hizo la de Tous. Estos sentimientos pesan en la aldea serrana m¨¢s que las advertencias del abogado de la Diputaci¨®n valenciana Dionisio Garc¨ªa G¨®mez, que ha recordado recientemente la existencia de normas que protegen a las ¨¢reas catalogadas como parques naturales -y "que debieran hacer simplemente impensables proyectos como el de Cortes, que pueden da?ar irreparablemente el equilibrio forestal y animal de este lugar ¨²nico".
A principios de septiembre, Nicol¨¢s Naval¨®n, director del proyecto que Hidroel¨¦ctrica denomina Cortes II, explicaba que "la nueva presa incrementar¨¢ la producci¨®n el¨¦ctrica valenciana en 750.000 kilovatios a la hora, con una inversi¨®n global que superar¨¢ los 70.000 millones de pesetas". Naval¨®n prometi¨® la creaci¨®n de 2.500 empleos directos y otros tantos indirectos.
La novedad de la empresa prevista sobre los terrenos de la reserva nacional de caza, consiste en su ¨ªntima vinculaci¨®n con la central nuclear de Cofrentes, cuya energ¨ªa excedentaria nocturna ser¨¢ utilizada para bombear en Cortes el agua desde una presa situada al fondo del barranco hasta otra situada en su punto m¨¢s alto.
El l¨ªquido subir¨¢ y bajar¨¢ a trav¨¦s de un complicado circuito, seg¨²n las necesidades puntuales de la demanda. De este modo, el Valle de Cofrentes podr¨¢ producir al final de los ochenta, cuando Hidrola ha previsto que Cortes II se sume a la nuclear, un total de casi dos millones de kilovatios a la hora y se habr¨¢ convertido en uno de los centros de producci¨®n de energ¨ªa el¨¦ctrica m¨¢s importantes de Europa.
En Cortes los sue?os se han disparado, como hace unos a?os ocurriera en Cofrentes, al otro lado de la monta?a. Los vecinos dan vivas a Mister Kilovatio y se aprestan a recibir a los emigrantes y a ganar un dinero f¨¢cil procedente de la venta de sus tierras y de los jornales de las obras. Pero nadie sabe qu¨¦ pasar¨¢ pasado ma?ana. "En esta comarca tenemos mala estrella", se lamenta Bernardino Carri¨®n. "Los actuales ayuntamientos se estrenaron con los graves incendios forestales de 1979, que casi dejaron pelados nuestros montes, y se despiden con las inundaciones peores del siglo; as¨ª que, dure lo que dure, el dinero que nos llegue de Hidroel¨¦ctrica, bueno ser¨¢". El fantasmal espect¨¢culo de una comarca vac¨ªa y desertizada que s¨®lo albergue a dos monumentos de la era nuclear, es, si nadie lo remedia, el ¨²nico futuro cierto del vallle de Cofrentes.
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