"En temas de sanidad, escuela o impuestos, la Iglesia no tiene un sistema propio"
Pregunta. Desde la altura de ese medio siglo que lleva usted haciendo teolog¨ªa, ?c¨®mo ve la situaci¨®n actual?Respuesta. En comparaci¨®n con la teolog¨ªa escol¨¢stica que domin¨® buena parte del siglo pasado y la primera de ¨¦ste, salvo raras excepciones, las cosas han cambiado mucho. Hoy es m¨¢s b¨ªblica y m¨¢s pluralista: existe una teolog¨ªa latinoamericana, africana, asi¨¢tica, adem¨¢s de la europea. Bien es verdad que est¨¢n a¨²n poco desarrolladas, pero se puede prever que el pluralismo ir¨¢ a m¨¢s. El pluralismo no tiene que ser antag¨®nico, sino reflejar distintas metodolog¨ªas, perspectivas y acentos.
P. Hace diez a?os parec¨ªa la teolog¨ªa m¨¢s politizada.
R. Mi amigo Metz no estar¨ªa de acuerdo conmigo si digo que ya han pasado los tiempos de la teolog¨ªa pol¨ªtica. El me arg¨¹ir¨ªa que todav¨ªa no han llegado. Pero son pocos los te¨®logos cat¨®licos que se han dedicado a la teolog¨ªa pol¨ªtica. Metz seguro que piensa que los obispos y el Papa deber¨ªan tener m¨¢s en cuenta la interpelaci¨®n que esa teolog¨ªa hace a la sociedad, desde su propio punto de vista.
Por mi parte, creo que esa teolog¨ªa debe aclararse m¨¢s sobre lo que realmente pretende en cuanto ciencia teol¨®gica. Deber¨ªa ser m¨¢s concreta y explicitar cu¨¢l es su relaci¨®n, por ejemplo, con la doctrina trinitaria, con la mariolog¨ªa o los sacramentos. Si esa teolog¨ªa dice que tales temas no tienen nada que ver con ella, entonces no ser¨ªa una teolog¨ªa cat¨®lica y caer¨ªa en una teor¨ªa sectorial de la doctrina social cristiana, lo que, evidentemente, no quiere ser la teolog¨ªa pol¨ªtica.
P. Baja la actividad teol¨®gica, pero sube el inter¨¦s religioso entre los j¨®venes.
R. Parece que en los ¨²ltimos a?os ha aumentado la necesidad religiosa. Se ve en el auge de los libros de teolog¨ªa en la multiplicaci¨®n de las meditaciones trascendentales. Para valorar debidamente este fen¨®meno habr¨ªa que preguntar a esa irrupci¨®n de la religiosidad si no acaba olvidando aquellos problemas sociales que son importantes para todo hombre y cualquier cristiano. Su fervor religioso, ?se desentiende de la miseria del mundo o alimenta una conversi¨®n radical del hombre hacia los problemas de los dem¨¢s hombres?
P. El fervor popular que despierta Juan Pablo II, ?de qu¨¦ signo es?
R. Me abstengo de hacer un juicio definitivo sobre esos grandes y, en cierto modo, asombrosos viajes del actual Papa. Creo mi deber decir, sin embargo, que esos viajes deber¨ªan concentrar los corazones y la mentalidad de los hombres en Dios y en los pr¨®jimos m¨¢s necesitados; y no en la figura del Papa. No se trata de criticar al Papa, ya que en ese culto a su figura confluyen distintos resortes psicosociales que est¨¢n latentes en la sociedad no dependen de ¨¦l. De ah¨ª que convenga preguntar a esas masas que aclaman al Papa: "?Rez¨¢is cuando, est¨¢is solos?, ?llev¨¢is vuestra cruz en la vida real?, ?pens¨¢is en los pobres de nuestro entorno y en el Tercer Mundo?
'Occidente debe alinearse en el desarme'
P. Los te¨®logos cat¨®licos apelan constantemente a unas actitudes b¨¢sicas cristianas. ?Pueden cristalizar en una determinada forma pol¨ªtica?R. Es evidente que se pueden plantear a la Iglesia cuestiones con marcada carga pol¨ªtica. Se puede, por ejemplo, increpar a la Iglesia, en nombre del Vaticano II, porque no condena con suficiente contundencia la inmoralidad del armamento at¨®mico.
Lo que no se puede perder de vista es que, como reconoc¨ªa el ¨²ltimo concilio, existe una leg¨ªtima diversidad de opiniones sobre asuntos sociales y pol¨ªticos que debe ser respetada en la Iglesia y dirimida en la sociedad. Yo. pienso, por ejemplo, de acuerdo con mi conciencia cristiana, que Occidente debe alinearse en el desarme; m¨¢s claramente a¨²n, yo pienso que hasta se puede exigir, en nombre del Evangelio, que Occidente d¨¦ el primer paso. Pero concedo igualmente que otros cristianos, con no menor inteligencia y sentido ¨¦tico que el m¨ªo, me contradigan.
Por eso yo no me rasgo las vestiduras si sobre estos asuntos el Papa tiene una postura digamos que m¨¢s neutral y prudente. Aqu¨ª se da una diversidad de opiniones. Pero hay que ser consecuentes hasta el final. Porque si a m¨ª alguien me pregunta si fue necesario que Pablo VI hiciera p¨²blica la doctrina de la Humanae Vitae, yo dir¨ªa que no, que un buen cristiano tiene derecho a decir que mejor hubiera sido guardar mayor neutralidad en ese punto. Al contrario, si me preguntan qu¨¦ pienso de la actitud de P¨ªo XII respecto al antisemitismo de los nazis, responder¨ªa que deber¨ªa haber sido menos neutral y condenar m¨¢s claramente el antisemitismo.
P. Se oye decir que la Iglesia debe cambiar a la sociedad, y los que as¨ª hablan esperan que el Estado tome nota.
R. Yo digo que los cristianos son quienes deben cambiar a la sociedad, porque ¨¦sta necesita el cambio. Luego habr¨ªa que entenderse obre las competencias del Estado de la sociedad. Seg¨²n la doctrina social cat¨®lica, el Estado no puede ni debe ejercer todas las funciones que se dan en la sociedad. Se debe mantener la distinci¨®n entre Estado y sociedad para no caer en un Estado totalitario. Tras esa distinci¨®n, cabe preguntarse qu¨¦ es lo que conviene cambiar en la sociedad y cu¨¢l es el papel del Estado. Por ejemplo, en el caso del divorcio. Yo estimo que el divorcio es un mal y la sociedad no lo puede considerar como algo evidente.
P. ?Cu¨¢l es el papel de la Iglesia de cara al cambio social?
R. Seg¨²n el Vaticano II, la Iglesia no tiene la posibilidad ni la funci¨®n de ofertar un modelo concreto de estructura estatal. Un cat¨®lico espa?ol puede ser mon¨¢rquico o republicano. En temas de sanidad o escuela se pueden desarrollar diferentes modelos y la Iglesia no puede pronunciarse sobre cu¨¢l es el correcto ni tener un modelo propio. La Iglesia puede decir que los impuestos deben ser justos, solidarios y que tengan en cuenta a los m¨¢s pobres, pero no puede proponer un sistema fiscal. La Iglesia puede y, de hecho, apoya en determinados pa¨ªses con fuerza el movimiento pacifista.
P. En Alemania la religi¨®n juega un papel cultural desconocido en otras ¨¢reas. En Espa?a ser¨ªa impensable una facultad de Teolog¨ªa en una universidad civil. Y aqu¨ª es la norma.
R. Ese es un hecho que cabe interpretar de muchas maneras. Vista la situaci¨®n espa?ola desde aqu¨ª, parece que ya no existe esa virulencia antielerical que asol¨® Espa?a en el siglo pasado y durante la guerra civil. Ah¨ª tambi¨¦n se apunta una tendencia hacia una pac¨ªfica simbiosis entre cultura civil, con su correspondiente libertad religiosa, y la vida religiosa. Pero si en Espa?a no hay facultades civiles de Teolog¨ªa, s¨ª existe una universidad cat¨®lica en Navarra, del Opus Dei; esto hay que reconocerlo, aunque yo no soy ning¨²n entusiasta del Opus.
La cultura secular arrastra consigo un conocido desinter¨¦s por las cosas de Dios. Pero ser¨ªa un error considerar la secularidad como un mal, como pecado. Ese mundo poscristiano ofrece, por el contrario, condiciones para un desarrollo positivo de la Revelaci¨®n le Dios que nosotros todav¨ªa no somos capaces de reconocer.
P. Esa actitud positiva respecto 3, la secularidad contrasta con tesis hasta hace poco oficiales que sacralizaban el nacionalcatolicismo.
R. Ustedes, en Espa?a, saben mucho de esto. Yo recuerdo un n¨²mero de la revista de los jesuitas Raz¨®n y Fe, editado poco despu¨¦s de la victoria de Franco, diciendo que el Estado deb¨ªa promocionar la verdad y que el Estado bolchevique era malo no porque aplicaba la violencia, sino porque defend¨ªa el error y no la verdad. El Vaticano II ha puesto fin a ese tipo de doctrinas, colocando el fundamento de la legitimaci¨®n del Estado en la defensa de la libertad y no en la exigencia de la verdad.
'Pablo VI fue un gran Papa'
P. Usted fue amigo de Pablo VI. ?Qu¨¦ le parece esa opini¨®n de que con Juan Pablo II se ha inaugurado una marcha atr¨¢s de la Iglesia?R. Cada Papa tiene derecho a ser Papa seg¨²n su propia mentalidad y hasta identidad nacional. No se pueden marginar los condicionantes biol¨®gicos y etnol¨®gicos. Tambi¨¦n tengo que a?adir que no siempre estuve de acuerdo con todo lo que dijo e hizo Pablo VI. Pero, en conjunto, fue un gran Papa. Su estilo prudente, como a tientas, y a veces hasta remiso, era el que conven¨ªa a aquella ¨¦poca posconcillar en la que hab¨ªa que andar un camino nuevo. La falta de teatralidad y espectaculiradad no significa que renunciara a grandes innovaciones: inici¨® los grandes viajes, habl¨® en la ONU, estableci¨® nuevas relaciones con los ortodoxos. Hasta plane¨® retirarse en vida de su pontificado.
P. ?Y Juan Pablo II?
R. Me pregunto si no estamos hoy en presencia de una nueva forma de restauracionismo o conservadurismo. Nosotros decimos que "el Diablo y Dios se esconden en los detalles". No tiene sentido calificar globalmente a una persona como progresista o conservadora.
Dicho esto, s¨ª se puede a?adir que, en algunos aspectos, se observa una tal tendencia restauracionista. Por ejemplo, Roma no otorga a las Iglesias de Asia, Am¨¦rica Latina o Africa espacio suficiente para su propio desarrollo. Tambi¨¦n creo que se pod¨ªa hacer m¨¢s de lo que se hace con el ecumenismo. Hay aspectos restaurativos, de todas formas, que s¨ª habr¨ªa que recuperar, como la precisi¨®n de la vieja teolog¨ªa escol¨¢stica o un mayor conocimiento de la patr¨ªstica. Esta necesidad de conservar aspectos del pasado es tanto mayor cuanto que el per¨ªodo progresista tambi¨¦n ha tenido errores. Todo esto sea dicho sin ¨¢nimo de renunciar a lo nuevo. Y ah¨ª s¨ª se?alo mi temor de que la Iglesia, bajo el actual Papa, se est¨¢ comportando de un modo excesivamente conservador y restauracionista".
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