Nuestros miserables ricos
Se pod¨ªa temer que una tercera entrega de las pat¨¦ticas aventuras del marqu¨¦s de Leguineche exprimir¨ªan tanto el acierto de La escopeta nacional que no quedara ya jugo alguno. Sobre todo porque Luis G. Berlanga y Rafael Azcona no hab¨ªan encontrado en su segunda parte -Patrimonio nacional- los aciertos de la primera: la inaudita cacer¨ªa de ministros y ministrables en tiempos de la dictadura de Francisco Franco, que La escopeta nacional sintetiz¨® como el dato m¨¢s representativo de aquel r¨¦gimen, se transform¨® en Patrimonio nacional en un sainete bufo que caricaturizaba las desventuras de una aristocracia trasnochada dispuesta a subirse al tren de la corte real pero extrapolando sus t¨¦rminos con excesos que, a mi juicio, imped¨ªan la complicidad total con el espectador.Berlanga sigue mostrando a un marqu¨¦s desconocedor de la realidad, habituado a viejos privilegios, venal, hipocrit¨®n y reaccionario, cuya trasnochada picaresca despierta, sin embargo, algunas simpat¨ªas en el autor. Nacional III no ha mantenido vivos m¨¢s que a los personajes que necesitaba de las pel¨ªculas anteriores, y esa libertad permite un nuevo vuelo.
Nacional III
Director: Luis Garc¨ªa Berlanga. Gui¨®n: Rafael Azcona y Luis Garc¨ªa Berlanga. Fotograf¨ªa: Carlos Su¨¢rez. Int¨¦rpretes: Luis Escobar, Jos¨¦ Luis L¨®pez V¨¢zquez, Amparo Soler Leal, Luis Ciges, Chus Lampreave. Comedia. Espa?ola, 1982. Locales de estreno: Proyecciones, Real Cinema y Carlton.
Simpat¨ªa por la trasnochada picaresca
Berlanga y Azcona se r¨ªen del miserabilismo de Leguineche, que hasta para evadir capitales utiliza f¨®rmulas caducas, s¨ªmbolos, santos y estrategias que hablan m¨¢s de sus mentiras pasadas que de la realidad del momento.
Explotador, sinverg¨¹enza, trepa e ingenuo, no deja por ello de acertar en su meta y evade millones con el mismo ¨¦xito de sus contempor¨¢neos menos grotescos.
La saga ha dibujado en sus tres pel¨ªculas una parte de nuestra historia que podr¨¢ ser tomada en cuenta por quienes dentro de varios a?os intenten saber por qu¨¦ ¨¦ramos tan desgraciados los espa?oles del franquismo.
Nacional III se inicia cuando Tejero entr¨® en armas en el Parlamento. Una secuela franquista que fracasa y que alarma al marqu¨¦s de Leguineche y sus secuaces: ese hijo bobo que s¨®lo sue?a con pel¨ªculas porno, ese cura tridentino que acaba de criado fingi¨¦ndose capell¨¢n, esa nuera ambigua que a la chita callando hereda una fortuna amasada en latifundios...
El objetivo distorsionado de la farsa
?Qu¨¦ miserables son cuando Berlanga les acerca el objetivo distorsionado de la farsa! ?Cu¨¢nta vileza, que barbaridad! ?Y pensar que esa mujeres ladinas que se casan por dinero y esos hombres que mienten y enga?an forman parte de quienes nos dicen lo que debemos hacer! Berlanga conduce la acci¨®n por secuencias delirantes: su ingenio se derrocha en situaciones muy divertidas, m¨¢s frecuentes en la segunda parte, cuando Leguineche y los suyos pretenden evadir sus millones fingi¨¦ndose enfermos de Lourdes, que en la primera, donde se preparan los acontecimientos que les har¨¢n de nuevo ricos.
En todo caso, es una comedia excelente cuyo ¨¦xito comercial alegrar¨ªa a quienes entendemos que el cine de humor no puede limitarse a esas bazofias, no por improvisadas menos viejas, con las que se nos quiere enga?ar tan a menudo.
El director de Pl¨¢cido, El verdugo y Vivan los novios sigue siendo el cronista incisivo de una sociedad que le horroriza pero de la que destaca un primitivismo chapucero tan espantoso que acaba provocando carcajadas.
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