Devaluaci¨®n: las lecciones de la historia
y GABRIEL TORTELLALa devaluaci¨®n de la peseta anunciada el s¨¢bado pasado por Miguel Boyer, se produce en unas circunstancias que tienen cierta similitud con las existentes a principios del a?o 1931, cuando otro socialista, Indalecio Prieto, accedi¨® a la cartera de Hacienda. Ahora, al igual que entonces, la econom¨ªa espa?ola y la internacional atravesaban por una fase recesiva caracterizada por una pronunciada crisis industrial y un elevado nivel de desempleo, lo que exig¨ªa que las autoridades dedicasen una atenci¨®n especial a los problemas econ¨®micos. Tambi¨¦n ahora, como en 1931, la cotizaci¨®n de la peseta constituye una de las preocupaciones esenciales de los responsables monetarios no s¨®lo por los perjuicios de todo tipo que origina una moneda sometida a fuertes presiones especulativas, sino tambi¨¦n por la incidencia que ejerce el tipo de cambio sobre la asignaci¨®n de los recursos, el nivel de precios y el poder adquisitivo de los salarios.La evoluci¨®n de la peseta en 1981-1982 y 1930-1931 ofrece un paralelismo . Durante el presente a?o nuestra moneda se ha depreciado con respecto al d¨®lar en un 20%; en los ocho meses anteriores a la llegada del primer Gobierno de la Rep¨²blica, nuestra moneda se devalu¨® en un porcentaje similar. El paralelismo no acaba aqu¨ª, ya que las causas de la desvalorizaci¨®n en uno y otro caso puede afirmarse que fueron las mismas. La p¨¦rdida del valor de la peseta obedeci¨® y obedece a que la tasa de crecimiento de los precios espa?oles se situ¨® claramente por encima de la tasa de crecimiento medio de los precios en la econom¨ªa internacional. La depreciaci¨®n de .1982, como la de 1931, ha venido alimentada por cierta desconfianza en la firmeza del Gobierno para imponer la necesaria disciplina monetaria y en su capacidad para controlar el gasto p¨²blico. Pensamos, adem¨¢s, que ahora, como entonces, las expectativas negativas de los agentes econ¨®micos est¨¢n justificadas, al menos hasta que el Gobierno socialista demuestre que es capaz de desarrollar una pol¨ªtica monetaria estable. Los tres problemas que Miguel Boyer pretende solucionar con la devaluaci¨®n -saldo desfavorable de la balanza de pagos, p¨¦rdida de competitividad de las exportaciones y creciente especulaci¨®n monetaria- tambi¨¦n estaban presentes en la Espa?a de 1931.
Circunstancias diferentes
Las diferencias entre aquella situaci¨®n y ¨¦sta, sin embargo, son muy grandes, tanto que en nuestra opini¨®n sobrepasan ampliamente las similitudes. Para empezar, Boyer ha recurrido a la devaluaci¨®n inmediata, mientras que Prieto se empe?¨® en defender la cotizaci¨®n de la peseta.
En segundo lugar, la crisis mundial actual es diferente de la de entonces, por su origen y, sobre todo, por la panoplia de armas econ¨®micas que los Gobiernos ten¨ªan entonces y tienen ahora. La pol¨ªtica econ¨®mica actual maneja una serie de amortiguadores antic¨ªclicos (subsidio de paro, d¨¦ficit presupuestario, flotaci¨®n de la moneda) que eran desconocidos en aquella ¨¦poca. El empleo de estos instrumentos suaviza las tensiones sociales a costa indudablemente de la estabilidad de precios. En gran parte, este instrumental es resultado de la revoluci¨®n keynesiana en la ciencia econ¨®mica, que ha tra¨ªdo consigo el abandono del fetichismo del oro y la aceptaci¨®n de la devaluaci¨®n monetaria como mal menor. En consecuencia de todo esto, la opini¨®n autorizada en la Espa?a de hoy no tiene la hostilidad y el temor a la devaluaci¨®n que ten¨ªa en 1931.
Una tercera e important¨ªsima diferencia estriba en que la renta por habitante, y, por tanto, el nivel de vida, est¨¢ hoy muy por encima del de entonces. Este elemento da una estabilidad a la vida pol¨ªtica sin precedentes en nuestro pa¨ªs y est¨¢ permitiendo algo que a nadie se le hab¨ªa ocurrido en 1976: la ruptura pol¨ªtica en dos o m¨¢s tiempos, cuyo ¨²ltimo episodio, la derrota-desintegraci¨®n de UCD, ha entra?ado, junto a elementos tragic¨®micos, una dign¨ªsima y esperanzadora transmisi¨®n de poderes.
En cuarto lugar, hay grandes diferencias entre los dos ministros de Hacienda, Prieto y Boyer, que van desde su apariencia f¨ªsica (nada desde?able en pol¨ªtica) hasta su competencia t¨¦cnica. A diferencia de Prieto, Boyer es un economista profesional, respetado en c¨ªrculos financieros p¨²blicos y privados, hombre que sabe medir sus palabras y su tono, frente al colorido y truculento lenguaje de Prieto, de quien Aza?a escrib¨ªa que "con sus palabras m¨¢s que con sus actos, siembra la alarma, y con sus ligerezas se priva de autoridad".
En quinto lugar, el Banco de Espa?a de hoy es muy diferente del de entonces; para empezar, hoy es un organismo p¨²blico y entonces era formalmente privado. Pero, lo que es m¨¢s importante, los miembros de su consejo son hoy m¨¢s competentes que los de entonces, y, a¨²n m¨¢s esencial, hoy a los economistas del banco se les consulta y se les escucha; entonces, no. Hay, sin embargo, un peligro en la situaci¨®n actual: que el Banco de Espa?a no act¨²e con la necesaria independencia con respecto al Ministerio de Hacienda.
Por ¨²ltimo, pero a la cabeza en importancia, est¨¢ el factor puramente pol¨ªtico. Aunque tanto las Cortes de 1931 como las actuales ten¨ªan un claro mandato para el cambio, las de entonces carec¨ªan de la homogeneidad que tienen las de ahora. El nuevo Gobierno cuenta con un apoyo parlamentario sin fisuras visibles, lo cual aumenta su responsabilidad, pero le da un margen de maniobra pol¨ªtica excepcional en la historia de la Espa?a democr¨¢tica.
Una devaluaci¨®n moderada es la medida correcta hoy, como lo hubiera sido entonces. Por todas las razones expuestas, el Gobierno ha podido devaluar de manera r¨¢pida y con pocos problemas, mientras que en 1931 se luchaba in¨²til y costosamente por evitar lo inevitable. A la larga, la peseta republicana acab¨® depreci¨¢ndose, y los efectos favorables de la depreciaci¨®n se hicieron sentir en toda la econom¨ªa; pero mucho mejor hubiera sido aceptar la realidad desde el principio, como hoy se ha hecho.
Dicho todo esto, sin embargo, es preciso concluir con algunas advertencias. Hoy vivimos en plena inflaci¨®n, y la devaluaci¨®n, al encarecer las importaciones y estimular las exportaciones, es una medida inflacionista. (Esperemos que el aumento en los coeficientes de caja sirva de contrapeso: nosotros lo dudamos.).
Si la inflaci¨®n actual persiste podemos encontrarnos dentro de un a?o ante la necesidad de devaluar de nuevo, con el consiguiente desprestigio para el Gobierno en el interior y en el exterior.
La contenci¨®n de la inflaci¨®n forzosamente ha de entra?ar sacrificios. Espa?a es un pa¨ªs con una deuda exterior considerable, deuda que a partir de hoy nos costar¨¢ un 8% m¨¢s cara de saldar. Todo esto implica producir m¨¢s y consumir menos.
La carga del reajuste y del sacrificio, con un s¨®lido Gobierno socialista, debe distribuirse equitativamente. He aqu¨ª el gran desaf¨ªo.
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