Garc¨ªa M¨¢rquez dedicar¨¢ los 20 millones de pesetas del premio a su peri¨®dico 'El Mundo'
Vestido de marr¨®n, acorralado contra la ventanilla del avi¨®n como un entrenador de los gallos que espera su turno, se alisa el gorro que tiene sobre la rodilla y combate su miedo a volar tomando una copa de whisky a la que luego a?ade agua. Prepara parsimoniosamente su breve discurso de recepci¨®n del Nobel -el de ayer fue pronunciado por ¨¦l en la Academia Sueca- y recuerda que se llama Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez, hijo de un telegrafista de Aracataca, en Colombia.
ENVIADO ESPECIAL, Recuerda que ¨¦l es el ganador del Nobel, porque han sido tantos los que se han considerado condecorados con el premio literario sueco que el autor de Cien a?os de soledad ha hecho la cuenta y ha visto que si es verdad que los que dicen que lo comparten con ¨¦l est¨¢n en lo cierto s¨®lo le corresponder¨ªa el 0,00000003% de los casi veinte millones de pesetas que ma?ana le entregar¨¢ en Estocolmo el rey de Suecia.Hasta tal punto, recuerda Garc¨ªa Marquez mientras se ajusta su pantal¨®n, que le resulta rebelde por el lado del cinto, ha sido compartido su premio que ya hay latinoamericanos que lo consideran suyo, y con raz¨®n, al menos en el caso que narra. Se refiere a Alvaro Mutis, su compa?ero colombiano que se ha hecho imprimir tarjetas en las que consta su condici¨®n de "premio Nobel adjunto".
Todos los que van en el avi¨®n en el que el autor de El oto?o del patriarca va a Estocolmo son conscientes del ancestral miedo a volar que tiene este escritor de 54 a?os autor de las m¨¢s extra?as narraciones de la fantas¨ªa real de Am¨¦rica Latina, a quien esperaban con pancartas, misses y charangas en el aeropuerto fr¨ªo de la capital sueca
Menos miedo a volar
Garc¨ªa M¨¢rquez combate el miedo a volar leyendo y riendo. Le dicen que no es cierto ese pavor al aire, pero ¨¦l tiene la respuesta pronta: "He mejorado mucho. Desde que soy premio Nobel tengo mucho menos miedo. Adem¨¢s, estad¨ªsticamente no hay ninguna posibilidad de que un Nobel muera".Quienes rodean a Garc¨ªa M¨¢rquez en la Euroclass temen que el autor salga de la redacci¨®n de su discurso con un pronto antip¨¢tico, cuando se le interrumpe para hacerle preguntas sobre su presente. Pero reacciona muy amablemente, recordando, como siempre a Alvaro Mutis. "Claro, si ¨¦l me escribiera el discurso yo no estar¨ªa ahora imitando lo que ¨¦l pudiera haberme escrito".
Pero su viaje es demasiado solemne como para olvidarse del tr¨¢nsito y del discurso. As¨ª, a mitad de camino, se vuelve a Carmen Balcells, su agente literario, y le dice, a media voz, como quien acaba de recordar la hora que es de madrugada: "Oye, Carmen, has visto que ¨¦sta es la ciudad m¨¢s lejana a la que he viajado yo jam¨¢s".
Cuando llega a la capital de Suecia le da la impresi¨®n de no haber salido de ninguna parte, sin embargo, porque le reciben tambores y personajes suyos, como Germ¨¢n Vargas, que inici¨® con ¨¦l aventuras period¨ªsticas, se convirti¨® luego en unos personajes literarios de Cien a?os de soledad.
Garc¨ªa M¨¢rquez vuelve luego sobre la distancia de Estocolmo, antes de que lo reciban la bandera colombiana y las canciones bailadas de su tierra: "Bueno, una vez me pas¨¦ viajando cinco d¨ªas de Barcelona a Estocolmo; fue aquella vez cuando vine a buscar el premio y no me lo dieron".
Cuando se lo dieron, dice ahora, decidi¨® meterse en una aventura que le tendr¨¢ desde marzo en Colombia: se trata de crear un peri¨®dico nacional que se llamara El Mundo y que ¨¦l espera que sea un peri¨®dico global. Habla y se interesa por la edici¨®n que EL PAIS ha comenzado a realizar en Barcelona y pregunta y no acaba sobre las caracter¨ªsticas de la puesta en marcha de ese proyecto. Sobre la idea misma de lanzar su peri¨®dico, del que ¨¦l ser¨¢ director, dice, como cuando define la hora en que Aureliano Buend¨ªa alcanza a ver el hielo que le muestra su abuelo: "Es una bella manera de perder cuatro millones de d¨®lares". Parece que no se inmuta, porque despu¨¦s, en una escala en Copenhnague se?al¨® que El Mundo se definir¨¢ cuando vaya existiendo pero que tratar¨¢ de contribuir con su informaci¨®n a la defensa de la independencia nacional en Colombia. "Yo aspiro a que eso sea una forma de socialismo".
En cuanto al peri¨®dico mismo, habl¨¦ con el entusiasmo del que acaba de decidirse por esta profesi¨®n: "Ser¨¢ un tabloide, matutino, realizado por una redacci¨®n de menores de 30 a?os; creo que el peri¨®dico se definir¨¢ a s¨ª mismo mejor que lo que yo lo defino".
El proyecto de Garc¨ªa M¨¢rquez es el de abolir las edades y cambiar de destino los a?os. Dijo ayer, zumbado a¨²n por el miedo a volar: "La realidad es que yo vivo en muchas partes. A partir de ahora pasar¨¦ seis meses en Colombia trabajando en el peri¨®dico; luego estar¨¦ otros seis meses en M¨¦xico escribiendo mis libros, y despu¨¦s seis meses en Europa descansando". Claro, los suecos que lo oyen creen que est¨¢ diciendo disparates ("me dieron el Nobel por escribir disparates") y le reconvienen: "Pero, si el a?o tiene doce meses". "?Y qui¨¦n les ha dicho a ustedes que yo estoy hablando de un a?o de doce meses?".
Anda como zombi disfrazado de premio Nobel por la pasarela de la fama, que le hace, incluso, aceptar aut¨®grafos en la primera clase del avi¨®n sueco. En alg¨²n momento en que le dejan libre de la presi¨®n del bol¨ªgrafo amarillo (utiliza un enorme bol¨ªgrafo amarillo para firmar aut¨®grafos) para firmar como al final del Coronel no tiene quien le escriba "todos los honores deben ser p¨®stumos en un escritor", pero los camareros del avi¨®n no entienden que eso es una frase y dejan de traerle durante horas al premio Nobel el whisky que ha pedido.
No le dejan hacer su discurso. De vez en cuando da claves y recuerda una frase de Neruda al principio de su alocuci¨®n en la recepci¨®n del Nobel. Dijo el poeta chileno: "...en esta noche central del mundo". A Garc¨ªa M¨¢rquez le aterra que se haga de noche tan temprano en esta capital alejada del mundo, pero se reconforta. Los suecos lo van a pasar muy bien. Van a desear que cada a?o haya un Nobel que atraiga hacia aqu¨ª toda esta charanga que vamos a escuchar ahora. "Satisfecho", subraya las ¨²ltimas l¨ªneas del discurso que ayer pronunci¨® en la academia y que termina deseando el amor, la felicidad y que "las estirpes condenadas a cien a?os de soledad tengan por fin y para siempre una segunda oportunidad sobre la tierra".
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